Me llamo Juan. Soy un hombre de mediana edad que se conserva en muy buen estado físico y según mi mujer soy muy atractivo. Pero a mí eso no es cosa que me preocupe. Llevo una vida sencilla y me gano la vida haciendo movilidad escolar con una camioneta que es mi engreída. Aparte tengo otros negocios que me permiten vivir sin apuros económicos. En cuanto a mi vida familiar, estoy casado y tengo un hijo de 10 años de edad. Mi esposa guarda cama desde hacía un mes pues se había caído por las escaleras y estuvo a punto de quedar paralítica. Le tuvieron que enyesar toda la cadera y la pobre tenía que estar asistida permanentemente por una enfermera .Aquel día estaba muy molesto. Tenía un partido de fulbito para las tres de la tarde y a mi mujer se le ocurría que pasara por la casa de su amiga Susy para pedirle un trabajo que mi hijo no había copiado y Estefanía, hija de Susy y compañera de colegio de mi hijo sí.
La casa de Susy quedaba en un barrio tranquilo pero que parecía sin vida pues la gente paraba encerrada en sus casas. Era una tarde un poco calurosa y al salir del carro sentí la diferencia pues en el interior estaba con aire acondicionado.
Llegué como a las dos y media de la tarde a la casa de Susy. Si me atendía rápido todavía podía alcanzar a mis amigos.
Sin embargo la suerte estaba en mi contra. Susy vivía en un segundo piso y desde la ventana Estefanía me dijo que sus papas no estaban y que no sabía a qué hora regresarían.
Menos mal que en mi celular tenía el número del móvil de Susy y me comuniqué con ella. Me pidió que la disculpe por no haberme esperado pero el papá de Raúl –su esposo-se había puesto mal y tuvieron que salir rumbo al hospital. “Pero no te preocupes ahorita llamo a Estefanía para que te haga subir y te deje copiar la tarea.”
Le di las gracias y esperé un tiempo que me pareció una eternidad. Por fin la puerta se abrió pero la niña se encontraba en lo alto de la escalera y desde allí había accionado el mando eléctrico para que lo haga. Estefanía era un año mayor que mi hijo pero estaba más desarrollada que él. Su rostro era perfecto. Nariz pequeña, labios rojos y ligeramente gruesos. Dos ojitos de color caramelo le daban una mirada exótica. Su cuerpo era de una muñequita. Piernas largas de muslos blancos y bien formados. En su pecho dos tetitas pequeñas le daban el aspecto de una mujercita. Para sus escasos once años era una niña muy sexi.
Vestía una minifalda de jean y un polito amarillo. Su larga cabellera castaña estaba amarrada en una cola. Desde lo alto me invitó a subir. Su pequeña faldita me permitía verle los muslos hasta el calzón. Hacía rato que tenía ganas de orinar y sentía el pene hinchado. Pero lo peor era que formaba un enorme bulto pues estaba con un pantalón deportivo y no ayudaba a disimularlo.
Ya en otras oportunidades había visitado la casa de Susy pues ella y mi mujer eran muy amigas por lo que Estefanía ya tenía cierta confianza conmigo y se portaba de lo más normal.
Pero creo que muy pocas visitas llegarían con un enorme bulto en el pantalón y obviamente la niña no pudo evitar mirarlo.
-Hola Juan-se acercó para darme un beso en la mejilla y su barriguita chocó con mi hinchada verga.
Tratando de quitarle importancia le expliqué que no se asustara pues solo era mi pene y que tenía muchas ganas de orinar.
Demostrando madurez solo se limitó a sonreír y me guió al baño y gentilmente me abrió la puerta pero no se retiró.
Sin percatarme de su presencia liberé mi miembro y de inmediato un potente chorro de orina salió golpeando con fuerza la taza del baño. Aliviado cerré mis ojos y un suspiro escapó de mis labios.
-¡Vaya que tenías ganas de orinar!
Sorprendido voltee y vi a Estefanía mirándome la verga fijamente.
-Tienes un pene enorme- me dijo sin asomo de malicia.
No pude evitar sonreír ante su comentario. –Ya, y de seguro habrás visto muchos penes como para que puedas comparar-le dije con ironía.
Pero sin amilanarse por mi sarcasmo me contestó que solo había visto el de su papá pero que no llegaba ni a la mitad de tamaño que el mío. De golpe reaccioné y le pedí que no vaya a contar a sus papas que me había visto orinando.
¡No soy tonta Juan y tampoco chismosa!- Su lindo rostro hizo un puchero gracioso.
Normalmente después de orinar la verga se relaja y la guardo sin problemas. Pero la presencia de la niña, su inocencia y el hecho que no tenía sexo desde hacía ya varias semanas, me habían excitado, y la tenía más hinchada que cuando la había sacado.
Tratando de mantener la cordura intenté guardarla sin desabrocharme el pantalón a fin de no exhibirme totalmente ante ella. Pero era inútil. Se me había puesto como fierro y no podía doblarla.
-Parece que no puede entrar ¿Quieres que te ayude?- Su solicitud me cogió de sorpresa y antes que pudiera responder ya se había acercado. Se sentó en cuclillas delante de mi verga y su faldita se le remangó mostrándome sus braguitas blancas de niña.
-A ver deja que yo lo intente- me ordenó decidida a someter a la rebelde verga- La agarró con sus dos manitas y trató de doblarla para que entre.
Sus esfuerzos fueron vanos. El contacto con sus manos fue peor y ante sus narices, pues mi verga estaba a pocos centímetros de su carita, está creció y se hinchó más.
La situación era de locos ¿Que hacia esa niña de once años con mi pene en sus manos? No se me ocurría ninguna respuesta y la larga abstinencia me jugó una mala pasada y en vez de detenerla solo me quedé mirándola. Ajena a mis pensamientos la nena seguía cogida fuertemente perseverando en sus intentos de guardar mi pene.
¡No me vas a vencer pene!- le dijo a mi verga- redoblando sus esfuerzos por guardarla.
En su lucha la cabezota llegó a sobarle la boquita mojándosela de líquido pre seminal.
¡Sigue orinando!-dijo riéndose sin mostrar asco-pero al pasar la lengüita por sus labios se dio cuenta que no sabía a orines y curiosa se quedó mirando la cabezota por donde goteaba el líquido.
Yo me encontraba terriblemente excitado y si la pequeña seguía manipulándome la verga no tardaría en llenarle la carita de semen.
Acercó la cabeza de mi pene a su nariz y el olor que emite el macho excitado llenó su olfato y activó sus hormonas. Aspiró con fuerza y restregó la verga por su carita, olvidándose por el momento que tenía que guardarla.
¡Está bien caliente y tiene un olor rico!-exclamó inocentemente.
Todo esto había pasado en menos de dos minutos. La chiquilla seguía mostrándome despreocupadamente su calzoncito y eso aumentaba mi calentura.
-Eres un pene malo porque estás tan rebelde-le dijo regañando chistosamente a mi verga. Y ante mi asombro le dio dos besos en la cabeza. Ante mi pasividad le siguió hablando como si yo no existiera:-“Si te portas bien te voy a dar más besitos” – Al aumentar mi excitación mi pene empezó a expeler más líquido pre seminal- ¡U y míralo está llorando porque le regañé! – “Te voy a secar las lágrimas ya y después te vas a dormir” – Y la dulce criatura se metió mi verga en su boquita y empezó a chuparla. Un escalofrío de placer me recorrió el cuerpo. Tenía que abrir su boca en toda su capacidad para podérselo introducir pero aún así se tragó todo el glande.
Yo desde arriba podía verle sus pechitos, pues no llevaba sostén, mientras ella con los ojos cerrados devoraba mi pene.
Lo sacaba de su boquita y recorría el tronco con su pequeña lengua para luego volverla a tragar. No exagero si afirmo que mamaba mejor que muchas mujeres más grandes que ella.
Se apoyó en sus rodillas y cogiendo la verga con sus dos manitas me masturbaba mientras me trabajaba el prepucio con su lengüita.
Ni que decir que en menos de dos minutos estaba listo para vaciarme. Traté de soltarme de su boca pensando que el sabor de la leche podía resultarle desagradable pero la condenada mocosa se prendió con más fuerza y aumentó la masturbación para obligarme a venirme en su boca.
Tuve que sujetarme del lavadero para no derrumbarme. Tan excitado estaba que estuve eyaculando durante una eternidad, sintiéndome flotar en el espacio.
¡Qué placer increíble me había dado esta criatura!
Cuando abrí los ojos la pequeña seguía lamiéndome el pene. Su carita de ángel estaba roja por el esfuerzo y la excitación. Por la comisura de su boquita chorreaba la leche que no alcanzó a tragar y caía al piso formando un pequeño charco.
Pero mi verga aún permanecía erecta.
¡Qué pene para más travieso! –murmuró mientras se limpiaba la boca.
Me arrodillé y la empecé a besar. Sin ningún pudor se prendió de mi boca y nuestras lenguas se enredaron haciéndome degustar el sabor de mi semen.
Le bajé el calzón y ante mis ojos apareció una conchita peladita. Su pequeño monte de Venus era abultadito y mostraba unos labios brillantes por la humedad de sus flujos.
La hice parar en la taza del baño y arrodillándome acerqué mi boca a su coñito.
Era precioso y le abrí los labios con delicadeza. Sus labios interiores estaban rojos y del interior brotaba un líquido lubricante que indicaba que la nenita estaba excitada.
Mi lengua recorrió con delicadeza y suavidad esa deliciosa fruta, saboreándola con fruición. Al sentir el primer lengüetazo la pequeña se había agarrado de mi cabeza estremeciéndose deliciosamente.
Mis manos acariciaban sus nalguitas frotando ya sin disimulo el agujerito del culito. Perdido el control la levanté en vilo y la llevé a uno de los cuartos donde la eché con suavidad.
Allí pude abrirle las piernitas y comerle el coñito más cómodamente. Ella ni se enteró del cambio pues sus ojitos permanecían cerrados y solo cuando la recosté me miró lánguidamente sin decirme nada.
Conforme mis caricias se acentuaban sus convulsiones aumentaban. Mi dedo meñique había entrado nuevamente en su culito y la penetraba con delicadeza sin forzar el esfínter que rápidamente se había adaptado a su invasor.
Sus contorciones fueron más violentas. Sus dos manitas se agarraron con fuerza de las sábanas y de su boquita entreabierta salían suspiros cortos que se mezclaban con quejidos de placer.
¡Ay Juan! ¡Qué rico! – Siii, siii ¡Aaaaaaa…….
Un prolongado quejido anunció la llegada de su primer orgasmo.
Me eché a su costado temblando de excitación. Mi verga estaba nuevamente erecta y a punto de reventar y palpitaba ansiosa.
La pequeña se incorporó y sin preguntarme nada se la engulló tratando de comérsela pues sentí sus pequeños dientes morder levemente el tronco.
¿Te gusta muñequita?- Tienes una verga deliciosa Juan-me respondió.
Durante una eternidad me chupó, lamió y mordisqueó el pene hasta que nuevamente eyaculé en su boquita.
Era fácil darse cuenta que a esta niña le gustaba meterse mi verga a su boca. Eso desde luego no era normal y me hizo pensar que no era la primera verga que chupaba. Lo más raro era que se tragaba la leche sin hacerle ningún gesto de asco.
Recordé que con ellos vivía un chico de unos veinte años que era hijo de la hermana de Susy y que tranquilamente podía haberse estado dando un banquete con la pequeña.
Después de tomarse mi leche por segunda vez, Estefanía se había vuelto a recostar en la cama. Sus muslos permanecían abiertos invitándome a comerle la conchita.
No me hice de rogar y sepulté golosamente mi boca en su chuchita. Para corroborar mis sospechas, acerca de su experiencia, humedecí mi dedo con bastante saliva y se lo empecé a introducir con suavidad.
La pequeña se estremeció al sentir la penetración pero ni un solo quejido de dolor salió de su boquita.
¡Y efectivamente la nena ya no era virgen!
Mi dedo llegó al fondo hasta tocar la entrada del útero. Me deslicé hasta colocarme a la altura de su cabecita y la empecé a besar mientras mi dedo entraba y salía rítmicamente de su conchita.
Cerró con fuerza sus lindos muslos aprisionando mi mano y sus bracitos rodearon mi cuello.
¡Méteme tu verga Juan! ¡ Métemelaaaa!
No lo podía creer, mi dedo entraba y salía sin dificultad de su vagina.
¡Y la condenada me pedía que le clave mi verga!
Probé a meterle otro dedo y éste también se acomodó sin que la muñequita se quejara.
Mi boca succionaba con ansiedad sus labios mientras mis dos dedos la penetraban volviéndola loca de placer.
¡Era de no creerlo! ¡Una niña de once años gozando frenéticamente como si fuera una mujer adulta!
Pero lo que ya me enloqueció fue cuando zafándose de mi boca me murmuro roncamente al oído que le metiera mi verga.
Bueno me dije, si la pequeña quiere verga, verga le voy a dar.
Convencido ya que no iba a ser la primera verga que se metiera en su coño me puse encima de ella y dirigí la cabezota a su ahora dilatado orificio vaginal.
Lentamente inicié un vaivén sin llegar a introducírsela pero la pequeña adelantaba para ensartarse en mi pene.
Con lo lubricada que estaba logré meterle la cabeza de la verga. Su cuerpecito se crispo y quedó quieta acostumbrándose al tamaño del invasor.
¡La sensación que me produjo tan estrecho orificio es incomparable!
¡Ay Juan siento que tu verga me va a partir pero métemela toda por favor!
Desde luego que eso no iba a ser posible.
Le empujé un poco más y lágrimas de dolor brotaron de sus ojitos.
¡No mi amor dame más, más…..! ¡No te detengas ahora!
Pero no podía hacerle caso. Solo le habría entrado ocho centímetros y sentía su conchita comprimiéndome como un guante. Si le metía los quince centímetros más de verga la destrozaba.
Inicié un mete saca lento. Los muslos de la nena rodearon mi cintura y sus manitas se prendieron de las sábanas.
¡Así, Juan! ¡Qué rico Juan! ¡Aaaaaaaaaggghhh!
Decir que esto era cosa de locos es ser redundante pero no se me ocurría otra cosa.
¡Por Dios, si la mocosa acababa de tener un orgasmo tremendo!
Llegó tan rápido que no me dio tiempo para gozar.
Aprovechándome que se había quedado como muerta, aumente el ritmo de mis embestidas. Su conchita me apretaba tanto que no demoré ni quince segundos en alcanzar uno de los orgasmos más deliciosos de mi vida.
Recuperada la calma, cubrí de besos su linda carita y le di las gracias por haberme hecho gozar.
-Gracias a ti Juan, tienes una verga deliciosa y quiero casarme contigo.
¡Ah, con la nena! ¡Tenía cada ocurrencia!
Ahora quería ser mi esposa. Pero no se reía cuando me lo dijo así que preferí cambiar de tema.
Vamos a lavarnos muñequita que ya es tarde y no nos vayan a sorprender tus padres.
Se levantó y me dio un fuerte beso en la boca. Luego fue al baño a lavarse y ponerse el calzón ya que lo habíamos dejado allí.
Lavé la colorada cabeza de mi verga en el lavadero mientras ella se limpiaba los restos de leche que salían de su vagina.
-No quisiera que te vayas Juan. Porque no te quedas a esperar a mis padres y así me haces compañía un poco más.
En realidad no habían transcurrido ni treinta minutos desde mi llegada. Y como también tenía ganas de disfrutar un poco más de la muñequita se me ocurrió un plan.
Llamé a Susy y le conté que dos hombres de mal aspecto habían tocado la puerta de la casa y que se sorprendieron cuando el que les atendió fue un adulto. Le expliqué que al parecer sabían que Estefanía estaba sola y se llevaron un chasco al verme.
Y el plan dio resultado. Asustada me suplicó que hiciera compañía a su hijita hasta que ellos llegaran y que no tardarían más de una hora en volver.
-Eres muy listo-me dijo la nenita – Me ha dado hambre ¿Quieres comer algo?
Vaya con la nena. Si hasta en eso parecía una mujercita de más edad.
Está bien pero yo te invito. – Fui a una bodega cercana y compre unos dulces junto a una botella de Coca-cola.
Cuando regresé ella ya había copiado la tarea de mi hijo en un papel y me lo entregó orgullosa de haber ganado un tiempo precioso.
Trajo dos vasos y luego de servirnos se acomodó en mi pierna sentándose a horcajadas en ella. Su faldita se le remango y mientras comía se movía como columpiándose.
¿Te gustó estar conmigo Juan?
Sus ojitos me miraban curiosos tratando de leer mis pensamientos.
¿Gustarme? Me has enloquecido de placer Estefanía. Pero, ¿Cómo siendo tan pequeña sabes tanto de sexo?
Desvió su mirada un poco incómoda.¿ Me juras que no se lo vas a contar a nadie?
-Te lo juro-dije solemnemente.
La Historia de Estefanía
Todo empezó el año pasado. Roberto, mi primo que vive con nosotros siempre se sentaba en la computadora por largas horas.
Siempre que entraba al cuarto para pedirle que se saliera y me dejara jugar, él se ponía nervioso y le veía que cerraba las páginas que estaba viendo.
Un día que nos habíamos quedado solos él se encerró en el cuarto de la computadora. Como la puerta tiene un huequito por donde se mete la llave, me puse a espiarle.
Grande fue mi sorpresa cuando vi que estaba sentado pero tenía su pene en la mano. Era la primera vez que se lo veía y me pareció enorme.
Miraba la pantalla mientras se estrujaba el pene moviéndosela de arriba hacia abajo.
Me pareció que se estaba haciendo daño pues su cara estaba contraída y sudorosa.
Preocupada de que algo malo estuviera pasándole ingresé al cuarto sin darle tiempo a nada.
Mi rápida entrada no le permitió ocultar lo que estaba viendo en la computadora. Me acerqué y por primera vez pude ver lo que llaman una película pornográfica.
Asustado y sin guardarse su pene me cogió de los brazos y me suplicó que no se lo contara a mi mamá.
Pero eso no había pasado por mi cabeza. En mi colegio hay una niña que siempre me había hablado que ella veía ese tipo de películas y que le producían un calorcito rico en su vagina.
Así que le dije que no diría nada pero tenía que dejarme ver la película con él.
Mi primo aceptó contento. Como había una sola silla me pidió que me sentara en sus piernas.
Acomodó su aún duro pene entre ellas y sentí la cabeza frotarme mi conchita.
En la película dos negros metían sus enormes penes en la vagina y el culo de una rubia de enormes tetas.
Al parecer le estaban dando mucho placer pues gemía y pedía que se la metan más y más.
Al ver esa escena recordé lo que me había dicho mi amiga Alexandra y comprobé que era verdad. Un delicioso calorcito me recorrió el cuerpo. En mi conchita sentí un cosquilleo que me estremeció.
Pero mi primo no permaneció inactivo. Sin pedirme permiso arremango mi calzón y por un costadito empezó a frotar la cabeza de su pene con mi conchita.
En la pantalla la rubia se había metido un pene en la boca y lo chupaba con avidez. No sé porqué pero en ese momento desee también tener uno para chupar. Imaginé que tendría un sabor delicioso porque lo lamia como si fuera un rico helado.
Mi primo cada vez más audaz, había subido mi polito y manoseaba mis pezones dándome unas cosquillas que lejos de fastidiarme o hacerme reír, me producían un placer hasta entonces desconocido.
¡Deja que lo meta a mi boca! Le pedí, pues suponía que era bien rica, ya que la rubia parecía disfrutar mucho mamándosela a los negros. Sin esperar su aprobación, me agaché entre sus piernas y empecé a lamerle y chuparle el pene tal como lo hacía la chica.
Sentí un sabor salado pero no desagradable; sin embargo el olor que despedía me hizo sentir un cosquilleo entre las piernas mucho más intenso que al mirar la película. Sentía mi calzón mojado como si me hubiera orinado y mientras se la mamaba me lo quité y lo tiré a un rincón.
Sintiendo que estaba por eyacular mi primo me hizo sentar nuevamente entre sus piernas. Bien lubricada y ya sin la molestia del calzón, la cabeza de su pene se alojó con facilidad en la entrada de mi coñito virgen.
Mis muslos estaban bien abiertos y ahora sentía que la cabeza se introducía un poco más haciéndome un cosquilleo divino. Me concentré en la película, pues la rubia estaba siendo penetrada por sus dos agujeros y gozaba desenfrenadamente pidiendo que la penetren con más fuerza. Mi primo me había sujetado de la cintura y me subía y baja sobre la cabeza de su pene produciéndome una sensación muy, pero que muy rica.
Ahora la rubia se las chupaba a los dos negros y se me hizo agua la boca imaginándome que era yo la que se los mamaba.
-Aaaaaayyyy!!!
No pude evitar lanzar un grito. Mi primo había introducido su pene en mi conchita y me había causado un dolor agudo. Se quedó quieto un instante mientras yo sentía palpitar su dura verga en mi interior trasmitiéndome unas sensaciones agradables haciéndome olvidar el agudo dolor del rompimiento de mi virginidad.
A pesar de lo adolorida que estaba, me imaginé que era la verga de uno de los negros. Me incliné hacía adelante y mi primo empezó a mover su pene dentro de mí. El dolor desapareció como por arte de magia y fue reemplazado por un cosquilleo enloquecedor. Pero cuando más a gusto estaba, mi primo me mordió la nuca sin hacerme daño y empezó a convulsionar. Dentro de mí pude sentir los chorros de esperma que eyaculaba disfrutando de haberme arrebatado mi virginidad.
Yo sentía que mi cuerpo ardía y quería seguir moviéndome sobre su pene, pero se le había puesto flácido y se escurrió fuera de mi vagina sucio de sangre y semen.
Viendo mi excitación, se arrodilló entre mis piernas y limpiándola con su camisa me empezó a comer el coñito deliciosamente.
Su lengua parecía una mariposa aleteando suavemente sobre mi sexo ardiente. Pero lo que me hizo estallar llevándome hasta el cielo fueron sus dedos. Metió uno en mi vagina y el otro en mi culo y me imaginé que eran los negros que me estaban clavando sus dos vergas ya que empezó a meterlos y sacarlos rápidamente haciéndome conocer la divina sensación de mi primer orgasmo.
Desde ese día, hacíamos el amor a cada rato. Me enseño a mamarle la verga y tomarle toda su leche; aprovechábamos cualquier oportunidad para que me la meta. Cada vez que nos quedábamos solos veíamos todo tipo de películas porno y me gustaba chuparle su pene que después de ver los vergones que tenían los actores ya no me excitaba tanto y anhelaba tener una de ellas para chuparla y meterla en mi cosita.
Por eso sentí curiosidad cuando tu verga me frotó al saludarnos. En ese momento me acorde de las vergas de las pelis porno pues la sentí enorme. A propósito te seguí al baño y observé cuando te la sacaste para orinar.
Al verla pude constatar que era tan grande como la de los negros y ante la posibilidad de hacer realidad mi fantasía perdí la cabeza; y lo demás ya lo sabes.
¿Y si yo te rechazaba?-Se ruborizó y sonriendo dijo:”Ni por un momento consideré que pudieras hacerlo”
Antes de concluir su relato ya había terminado de comer y había liberado mi pene.
Entre chupadas y lametones terminó la excitante historia de su iniciación.
Le quité su ya arrugado calzoncito y me di a succionarle la conchita que estaba lista para ser penetrada nuevamente.
Regresamos a la cama y ahora fue ella la que quería ensartarse en mi verga.
-¡Oh Dios! ¡La quiero toda adentro Juan! –me dijo estrujándola ansiosamente.
¡Qué manera de gustarle la verga a esta criatura! Las palabras se atropellaban en su boca por lo ansiosa que estaba.
Se la acomodé en la dilatada entrada y centímetro a centímetro se la fue engullendo.
Su carita resplandecía de belleza. De sus labios entreabiertos se deslizaban gotas de saliva. Sus ojitos estaban cerrados y su mente y cuerpo estaban saboreando el grosor y dureza de ese monstruo que la penetraba.
Cuando por fin mi verga alcanzó el fondo de su matriz, tuve que sostenerla de la cinturita para que el resto no la lastime. Empezó a cabalgarme moviendo su cabecita en un frenesí salvaje. Su largo cabello castaño se le había desatado y le caía en cascada sobre su sudorosa y congestionada carita.
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Te amo! ¡Te amo! – gritaba sin dejar de mover su pequeño trasero con rapidez.
A pesar de lo que ya habíamos gozado la pequeña alcanzó el orgasmo rápidamente y yo tampoco pude resistir mucho tiempo pues su pequeña vagina me aprisionaba el pene frotándomelo maravillosamente. Y exploté en su interior mientras la jalaba para comerme su boquita y beberme la saliva que escapaba por ella.
Solo el que alguna vez ha disfrutado de una vagina estrecha puede comprender el placer que me proporcionaba esta hermosa criatura.
Mi verga aún continuaba aprisionada en su interior. La pequeña yacía agotada encima de mi cuerpo y sus labios me daban dulces besos en el pecho. ¡Oh Juan tu verga me ha hecho gozar mucho!-murmuró suavemente.
-Igual que la de tu primo seguramente princesa-le dije para ver que decía.
Levantó su cabecita y me miró con cariño- Nada que ver con la de él. Ni bien me la mete ya se está vaciando y a mí me deja con las ganas. Es la primera vez que alcanzo un orgasmo con una penetración pues él me hace llegar con su boca.
Nuevamente nos fuimos a asear y después pusimos en orden la cama. Limpiamos los restos de semen del piso y nos sentamos en la sala a conversar.
-Cuéntame de tu amiga Alexandra-le pedí.
Ella es mi compañera de colegio y creo que tú la conoces-
-Sí pero quiero que me cuentes como es ella y que es lo que sabes de sus costumbres.
-Mira de ella tengo mucho que contarte y mi mamá ya debe estar por llegar. Mejor dime cuando voy a volver a verte.-
Era cierto, con la curiosidad no me había fijado la hora.
-Para vernos eso depende más de ti que de mí muñequita. Tú sabes que yo hago movilidad a algunos alumnos del colegio y sería bueno que te pudiera movilizar a ti también.
Se quedó pensando un momento y después la carita se le iluminó de alegría.
-Dalo por hecho. Mi papá ya está cansado de irme a recoger y le voy a decir que te contrate.
Yo no me sentía tan seguro pero le di el beneficio de la duda.
Me cogió de la mano y me la apretó fuertemente.
-A partir de ahora voy a ser tu mujer y mi primo no me va a volver a tocar-
En verdad que sus palabras me asustaron un poquito. No parecía una niña de once años hablándome sino una mujer enamorada.
La abracé y besé emocionado.
-Tienes que jurarme que no se lo vas a contar a nadie princesita-le pedí un poco preocupado.
-Te juro que será nuestro secreto mi amor-respondió muy segura de sí misma.
Al poco rato llegaron los padres de Estefanía. Raúl parecía muy preocupado y me pidieron que me quedara un ratito para tomar lonche con ellos.
Después de haberme banqueteado con la nena no podía negarme así que acepté pero con la condición de que yo compraría el pan.
-Perfecto, entonces voy poniendo a hervir agua- terció Susy.
-Ya mamá y yo voy a la tienda a comprar el pan- se ofreció Estefanía-
Viéndola tan inocente y tranquila nadie podría sospechar que hace un momento había disfrutado locamente en mis brazos.
-Me disculpas un momento que voy a ducharme- dijo Raúl y me dejó a solas con su esposa.
Susana, Susy para las amistades, era una mujer de unos 35 años. Era una mujer muy bella. En realidad Raúl tenía mucha suerte al haberla conquistado. Su cuerpo era perfecto y con el tiempo se había hecho más rotundo y sensual.
Era muy amiga de mi esposa pero solía bromear también conmigo. Claro que nunca me había atrevido a pasar de ahí a pesar que ella parecía coquetearme. Sin embargo en una oportunidad le había dicho a mi mujer bromeando que yo estaba bueno pero que viendo lo celosa que era cambió rápidamente de tema y nunca más le tocó el asunto.
Vestía una falda corta hasta las rodillas y una blusa de amplio escote que permitían ver casi todas sus grandes tetas.
-¿Y qué tal se ha portado Estefanía?- me preguntó.
-Estupendamente- le dije- es toda una señorita y está muy bien educada, te felicito amiga.
-Gracias Juan por habérmela cuidado.
-No te preocupes, lo he hecho con gusto.
-Acompáñame a la cocina para que no te quedes solo- me pidió-
Su cocina era algo estrecha y no podía evitar rozarla pero eso parecía no incomodarla.
La falda apretaba sus nalgas resaltando su firmeza y tamaño. Y a pesar de lo trajinada que estaba, mi verga se me empezó a parar al imaginar ese rico culo desnudo.
Las mujeres generalmente nos llevan la delantera en todo. Cuando creemos ser los gavilanes resultamos unas indefensas palomitas en sus garras.
Y Susy sabía del poder de su trasero. Fingiendo retroceder sin verme, apegó el culo a mi verga.
Para esto mi pene ya estaba esperándola y se encajó entre sus nalgas a través de la delgada tela de mi pantalón.
¡Por Dios Juan! ¿Qué tienes ahí?
Se dio la vuelta y fingiendo asombro miró el enorme bulto en mi pantalón.
-Lo siento amiga-me disculpé-siguiéndole el juego-Pero es una reacción involuntaria de mi cuerpo al sentir tu lindo trasero tan cerca de mí.
Sonrío pícaramente y estiró la mano para palparla descaradamente.
¡Con razón mi amiga es tan celosa! ¡Mira nomás el cañón que te manejas!
-Pues Raúl no se puede quejar, fíjate el hermoso culo que se come-le dije siendo tan atrevido como ella.
Su mano me siguió sujetando el pene mientras sus ojos me miraban como tratando de leer en los míos si estaba dispuesto a seguirle el juego.
En el fondo se escuchaba el agua de la ducha refrescando el cuerpo de su marido. Sin dejar de mirarme me bajó el cierre y liberó mi verga que salió húmeda de excitación. Su mano apenas podía rodearla y bajando la mirada la contempló con deseo.
-¡Es enorme! ¡Déjame probarla por favor!
Acerqué mi boca a la suya y amasando su trasero con mis dos manos le di un beso suave en los labios.
Su mano me cogía nerviosamente la verga. Se agachó y repitiendo la escena de la hija me la empezó a mamar con desesperación. No había duda que ambas eran muy ardientes y estaban ansiosas por probar una buena verga.
Era una hembra soberbia. Liberé sus tetazas y las manoseé a mi antojo mientras su boca me devoraba hasta los huevos.
¡Quiero sentirla Juan! ¡Clávamela!
-Estás loca y si sale tu marido-le traté de hacer entrar en razón- No te preocupes es un demorón y tenemos tiempo de sobra-
Se quitó el calzón y remangando su falda se sentó en la mesa de la cocina. ¡Hace tiempo que te deseaba ¡ -me confesó ruborizada por la vergüenza y la excitación.
Me dejé llevar y prendiéndome de su rica boca le acomodé la verga en la entrada de su peludo coño y se la empecé a empujar.
¡Aaaayy!- Su grito me sorprendió pues recién le estaba metiendo la cabeza.
¡¡Métela despacio que es enorme!
Recordé las palabras de su hija: “Solo la de mi papá pero no es ni la mitad de tamaño que el tuyo”
Sin llegar a la estrechez de la conchita de su hija la de la mamá era un coño pequeño y tuve que contener mis ansias de enterrársela de un solo golpe.
¡Así! ¡Así, ya la siento que va entrando! ¡Ah! ¡Qué delicia!
A diferencia de la nena se la enterré hasta los huevos.
¡Oh Juan! ¡Siento que me estás desvirgando!
Comencé a moverme primero con lentitud saboreando sus besos de hembra ardiente. La muy puta me mordía los labios y succionaba mi lengua con voracidad. Pero cuando aumenté la velocidad de mis empujones se prendió de mi hombro mordiéndome para ahogar sus gritos de placer.
¡Qué rica verga! ¡Me estas matándooooo!- A pesar de tener una hija su concha era bastante estrecha y mi verga la volvía loca de gusto.
Le cogí de las tetas y empecé a bombearla enérgicamente produciendo un “plop” a cada embestida.
La muy zorra babeaba y murmuraba incoherencias mientras empujaba su trasero siguiéndome el ritmo y buscando alcanzar el orgasmo que le llegó casi de inmediato.
Y yo a pesar de tener los huevos casi vacios no pude resistirme al placer de poseer a tan hermosa mujer y eyaculé quedando sudoroso y temblando por el esfuerzo y el fuerte orgasmo.
Se irguió sin zafarse de mi verga y justo en ese momento cesó de caer el agua de la ducha.
Se bajó y mi verga se salió de su dulce prisión con un sonido de descorche de champan.
Se arrodillo y me la limpio amorosamente con la lengua y en eso se encontró con la mirada de su hija.
Nos habíamos olvidado de ella.
La muñequita nos miraba entre sorprendida y disgustada. Nuestras miradas se encontraron y leí en ella un mudo reproche. Pero a su madre la miró con odio.
Sin perder la calma, Susy llamó a su hija a nuestro lado y sin dudarlo le explicó que estaba limpiándome el pene porque lo había manchado con leche pero que no se lo contara a su papá pues le apenaría que pensara que es una tonta.
Pero la que no tenía nada de tonta era la niña que dispuesta a hacer pasar un mal rato a su mamá por meterse con su “hombre” , le dijo que ella quería ayudarle y sin darle tiempo a responder sujetó mi verga y se la llevó a su boquita.
Ahora sí que el desconcierto se pinto en la cara de Susy. Ante su atónita mirada Estefanía me lamía la verga saboreándola y dándole pequeñas chupadas.
-Yo te he visto limpiarla así mamá, ¿Te parece que lo estoy haciendo bien?
Susy no parecía captar la burla en las palabras de su hija. Para ella solo era una niña que trataba de imitarla y se sentía culpable por ello.
Pero no había mucho tiempo para aclarar las cosas. Raúl ya se encontraba cambiándose en su cuarto y en cualquier momento aparecería por ahí.
-Sí mi amor lo haces perfectamente bien, pero recuerda que no se lo debes contar a nadie.-le pidió tratando de recuperar la compostura.
-Ya mamita pero después me explicas en donde te la metía cuando estabas encima de la mesa ¿Sí?
Susy se puso colorada y dándole un beso en la mejilla le dijo que después se lo contaría.
Regresamos a la sala y ahí nomás se apareció Raúl. Lucía relajado y las dos mujeres de lo más tranquilas.
La conversación giró en torno a varios temas y cuando ya me estaba preparando para despedirme Estefanía les dijo a sus papas que quería que yo sea su padrino de promoción del colegio.
Ambos me miraron esperando mi respuesta y sin pensarlo mucho les contesté que para mí sería un honor ya que apreciaba mucho a la niña.
-Bueno pues esto hay que celebrarlo compadrito-me dijo Raúl muy contento-Susy saca una botella de nuestro mejor vino por favor.
Pasamos a sentarnos en unos cómodos sillones. Ellos frente a mí y la nena a mi lado.
Pero no fue una sino varias botellas que ambos esposos descorcharon para celebrar nuestro próximo compadrazgo.
En todo el rato me servía con moderación mientras que ellos bebían a copa llena. Mi futura ahijada se mostraba muy cariñosa conmigo. Mirando retadoramente a su madre me tenía cogido de la mano y en cuanto su padre se levantaba para ir al baño soltaba mi mano y me estrujaba la verga por encima del pantalón. Pero Susy solo pensaba que la niña estaba furiosa con ella por haberla encontrado traicionando a su padre y ni por asomo que en realidad le decía que yo era su hombre.
Cuando ya íbamos por la cuarta botella Raúl se levantó a orinar y ya no regresó. Susy que no estaba tan mareada como su marido fue a buscarlo pero regresó sin él.
-Bueno Susy será mejor que me retire –le dije –pero Estefanía que tenía otros planes me agarró fuerte del brazo y me pidió que no me fuera todavía.
Susy se sentó a mi lado y también me pidió que me quedara para terminar la botella de vino pues su marido se había quedado dormido.
-Mamá ahora que no está mi papá quiero que me expliques donde tenías metido el pene de mi padrino por favor- La vocecita de la pequeña sonaba dulce e inocente y la madre acorralada trató de esquivar la respuesta.
-Hijita otro día hablamos de eso- le respondió.
Entonces su hija le dio una estocada decisiva:
-Bueno creo que se lo preguntaré a mi papá entonces.
Asustada, Susy me miró pidiéndome auxilio. Pero ambos estábamos en sus manos. El que su madre tocara lo que consideraba suyo la había enfadado y quería humillarla.
-Será mejor que se lo expliquemos Susy, creo que podemos confiar en su discreción. Además que no tenemos otra salida.
El alcohol ingerido influyó en Susy y venciendo sus escrúpulos finalmente accedió a responder a todo lo que su hija le preguntara.
Estefanía tomando la iniciativa y sabiendo que tenía cogida a su madre, me abrió la cremallera del pantalón y sacó mi verga.
-Mamá quiero que me sigas enseñando a limpiarla.
De no haber estado medio borracha tal vez Susy se hubiera negado. Al ver mi verga en las manos de su hija se puso colorada de vergüenza.
-Pero hijita tú eres muy pequeña para que aprendas estas cosas- aún trató de luchar pero era en vano, ya no tenía autoridad moral para detener a la niña.
-Bueno, si no me quieres enseñar entonces voy a aprender yo sola-
Delante de su madre me empezó a lamer el pene. Su lengua me recorría desde el glande hasta la base de los huevos.
Ante tan dulce trato reaccionó alcanzando todo su grosor y tamaño.
Susy se tapó la cara horrorizada por lo que estaba viendo. ¡Su dulce y virginal hijita tenía un pene enorme en sus pequeñas manitas y estaba lamiendo y chupando como una puta!
Pero tenía que aceptar los hechos. La acerqué y retirando sus manos de su bello rostro la empecé a besar mientras mis manos se perdían bajo su falda. Su coño aun se encontraba húmedo de su corrida y mis dedos entraron con facilidad pues en el ajetreo no se había puesto el calzón.
La nena ya no mamaba para fastidiar a su madre. Sus pequeños dientes me presionaban ansiosos tratando de saborear al máximo el duro y caliente miembro. Sus manitas se deslizaban a lo largo del brillante tronco marcando el ritmo de sus chupadas.
Ver mi verga en todo su poder la excitó y ya sin importarle la presencia de su hija me empezó a besar mientras que me sobaba los testículos.
No menos caliente que su madre, la nena chupaba ya descaradamente. Y que puedo decir yo. Pues que estaba en el séptimo cielo.
Liberé los pechos de Susy y se los empecé a chupar aumentando su arrechura a mil por hora.
-Quítate la ropa por favor, me suplicó y sin esperar respuesta se paró y se desnudó mostrándome su magnífico cuerpo.
Mientras me desnudaba acercó a su hija y dándole un tierno beso en su boquita le hizo jurar que jamás contaría a nadie lo que había visto y lo que iba a ver.
-Está bien mamá pero yo quiero que Juan me haga todo lo que te hace a ti.-
Ya no le podía negar nada.
Dándole otro beso más lésbico que de madre Susy selló el trato con la pequeña chantajista.
Como ya era hora que tomara la iniciativa, me eche en el sillón y le pedí a Susy que me pusiera su jugoso coño en la boca.
En esta posición madre e hija se dedicaron a mi verga mientras yo le devoraba el coño a la madre.
En menos que canta un gallo Estefanía se había desnudado dispuesta a recibir todo lo que su madre probara.
Su esbelto cuerpo se veía frágil frente a la rotundidad de las curvas de la madre pero no por ello dejaba de ser hermoso.
Ansiosa ya por ser penetrada Susy se dio la vuelta y agarrándome la verga procedió a enterrársela lentamente en su concha.
¡Oh Juan me llenas todo el coño con este monstruo!
Estefanía acomodó su coñito en mi boca y ganada por la arrechura le empezó a chupar las tetas a su madre.
¡Pe..pee..ro hi..ja qué haces oooohhhh.siiii, chúpame las tetas mi amor……ahhhh
Medio adormecida por el vino Susana me cabalgaba lentamente sintiendo el enorme pene dilatarle al máximo su coño.
Y llevada por la excitación se inclinó y empezó a succionar los pequeños pezones de su hija devolviéndole agradecida las caricias que le hiciera.
Madre e hija se abrazaron y besaron llevadas por el frenesí y la lujuria del momento.
Mientras mi verga hacía salta de placer a la madre mis dedos y mi lengua llevaban a la hija a un orgasmo devastador.
Pronto la cabalgada de Susy se hizo más y más rápida. Sus nalgas subían y bajaban estrujándome la verga y buscando el orgasmo liberador.
¡Juan! ¡Juan! ¡Me mataaaassss!!!! –
Concentrado en disfrutar del imberbe coñito de Estefanía pude resistir la violenta cabalgata de Susy y guardar mis energías para lo que sabía iba a ocurrir.
Aprovechando que su madre había rodado a un costado del mueble Estefanía cogió mi verga y luego de darle un par de chupadas se subió encima de ella iniciando una penetración sumamente placentera para ambos.
Si la conchita de la madre era estrecha la de la hija lo era mil veces más. Y por supuesto que no había punto de comparación.
¡Mi amor! ¡Qué verga para más rica tienes!
Susy se había incorporado y asombrada acercó su cara para comprobar que su hija estaba engulléndose mi verga con su pequeña zorrita. La cara de Susy era para filmarla ¡No lo podía creer, pero estaba sucediendo frente a sus narices! ¡El frágil cuerpo de su hija cabalgaba expertamente sobre ese pene caballuno que parecía que la iba a destrozar!
La nenita no hacía más que subir y bajar frenéticamente sobre la enorme barra de carne que dilataba los labios vaginales hasta parecer reventarlos. Sus manos se apoyaban en mi pecho ayudándole a controlar la penetración.
Espectadora privilegiada, Susy contemplaba ese coñito imberbe deslizarse por mi verga succionándola ardorosamente.
A punto de estallar atraje a Susy a mi lado y la empecé a besar y a meterle mano a su poderoso trasero.
¡Así Juan! ¡Asiiii qué riiiicoooooo!!
Ambos estallamos al unísono. Emocionada Susana cubrió la sudorosa carita de su hija de dulces besos y luego se agachó para levantarla con ternura y zafarla del embolo que la había llevado al paraíso del placer.
Estefanía se recostó en el sillón y su amoroso madre le empezó a limpiar el coñito con suaves lamidas. Pensaba quizás encontrar sangre o algún desgarro, pero del dilatado orificio vaginal de su nena, solo chorreaba semen. No era el momento para buscar explicaciones, pero por su sorpresa supuse que la nena tendría que hilar muy fino para convencer a su madre que frente a ella había perdido la virginidad.
Exhausta hasta el extremo de no poder pararse tuve que cargar a la pequeña hasta su cama mientras su madre le aplicaba un ungüento para evitar que se le inflamen los trajinados labios de su conchita.
La dejamos acostada pero la nena me despidió con un largo beso en la boca y un dulce “Adiós mi amor, te amo”
Desde la otra habitación llegaban los sonoros ronquidos del Jefe de familia que ajeno a todo dormía como un bendito.
Todavía desnudos nos regresamos al salón. Luego de servir sendos vasos de vino, Susy se sentó en mis piernas y levantando su copa propuso un brindis.
“Quiero brindar por ti Juan y darte las gracias por el placer que nos has dado a las mujeres de ésta casa y comprometerte a seguir haciéndolo”
“Y yo brindo por el amor que he recibido en este hogar y prometo que siempre estaré con ustedes”.
Luego de beber sellamos nuestra promesa con un beso y permanecimos abrazados un buen rato. Ambos estábamos cansados y satisfechos.