Julia estaba siendo follada salvajemente por Roberto. Su culo era golpeado sin piedad por su puvis y penetrada por el enorme y tieso falo haciéndola sentir que en cualquier momento algo desgarraría dentro de ella. Pero la gustaba, aquel polvo era sin duda uno de los mejores que había echado con Roberto. Aunque esto no quitara que la preocupara ligeramente su actitud, pues nunca le había visto en semejante estado de excitación… Estaba como en éxtasis. La agarraba fuertemente de las caderas y hacía que ella se moviera de forma bestial atrás y adelante, al tiempo que empujaba su sobre-excitado miembro dentro de ella de forma desmesurada. Sentía cada una de las penetraciones en cada centímetro de su polla, y deseaba correrse de un momento a otro. Julia se agitaba su clítoris con una velocidad endiablada, moviendo su mano hacia todos los lados que sus piernas le permitían.
Roberto se cansó de aquella postura y decidió que prefería sentir el puvis de Julia tocando el suyo, y que además conseguiría una penetración mayor. Sacó su miembro y lo admiró en todo su esplendor, tieso, inaltarable, gordísimo, colorado como si lo hubieran estado estrangulando y húmedo de los jugos internos y salivales de Julia. Esta, instintivamente, se dió la vuelta, y separó de forma impresionante sus piernas, signo de que deseaba una penetración mayor. Roberto se recreó en la escena que contemplaba, y admiró los genitales de Julia. Estaban abiertos sus labios, húmedos, con una rojez impresionante, fruto de sus salvajes acometidas desde atrás. Su clítoris, erecto, asomaba entre sus labios colorado y deseando ser chupado, cosa que decidió hacer.
Se echó hacia atrás de rodillas y bajó su cabeza entre las piernas de Julia. Sacó su lengua y la pasó lenta y minuciosamente por cada rincón de la entrepierna de Julia, saboreó sus jugos, se relamió y la penetró con la lengua. Julia se estremecía, gemía fuertemente y movía las piernas de forma un tanto alocada, tanto, que a veces golpeaba la cabeza de Roberto. Se pellizcaba los pezones, duros como piedras, y se tocaba los senos, erguidos, apuntando al techo. Se levantó un poco más para poder observar mejor a Roberto lamiendo su ardiente, húmedo, escocido y deseoso del orgasmo coño. Roberto mientras, se había estado meneando la polla de forma que no llegase a correrse (que poco le faltaba). Separó su cara del sexo de Julia, y se miró el suyo propio, el cuál estaba chorreando, babeando al ser introducido en una vagina ardiente, deseoso de follar a un pobre coño bajo su total control, de bañarle con su inmensa cantidad de espeso almíbar amargo. Roberto hizo caso de su instinto más básico y se acercó a Julia de rodillas. Esta hizo amago de querer agarrarlo con la mano, pero Roberto no la dejó, por miedo a correrse fuera de un coño-chupa-pollas. Se agarró por la base su polla y lentamente lo apuntó hacia el centro de Julia. Lo colocó en la entrada al organo de Julia y la penetró de golpe. Julia se sacudió como si hubiera estado electrificada la polla de Roberto, sintiendo como aquel ariete entró de sopetón y como tocó lo más hondo.
El meneo de la copula empezó muy pronto, y rapidamente, ambos adquirieron una velocidad cosiderable como para llegar al orgasmo. Julia empezaba a jadear y a gritar de forma molesta en el oído de Roberto, lo que le aturdía, pero excitaba al tiempo. Clavó sus manos en el culo de éste, y le ayudaba a empujar aquella porra de placer en su interior, rozando las paredes vaginales, resbalando contra ellas, produciendo la fricción necesaria para que toda ella estuviera en la gloria y el éxtasis. Levantó más sus piernas al tiempo que le advirtió de su pronto orgasmo y él la preguntó si deseaba sentir su polla-manguera en su ardiente y -pronto- bien corrido coño o en su, con todavía sabor a polla, boca deseosa de engullir el caliente y resbaladízo nectar del placer. Ella le dijo que prefería correrse primero, porque así, la polla de Roberto mantendría su erección durante toda la operación orgásmica, lo que la proporcionaría un corrimiento tan bestial, que igual conseguía que su sexo, centro del universo en aquel momento, se tragara de un mordisco el enorme miembro que Roberto seguía insertando sin piedad y sin miedo a romper nada en el interior de Julia.
Roberto, sumiso, obedeció sin rechistar -¿Por qué iba a hacerlo?- y su meneo, se tornó violento por momentos. Los dos bajaron sus miradas y se miraron el centro de su impresionante coito. Roberto introducía su miembro con más violencia, si cabe, que antes, y Julia estaba al borde del placer desmesurado. Julia empezaba a sentir dolor por los golpes de Roberto, y empezó a impacientarse, pues la lubricación era tal, que empezaba a disminuir el nivel de placer que le proporcionaba aquella bestial polla. De repente, Julia clavó sus uñas en la espalda de Roberto, apretó con sus pies su culo, curvó la espalda, clavándole sus pechos a Roberto, dobló su cabeza hacia atrás y emitió un chillido que rápidamente se convirtió en un gemido, alargándolo durante unos siete segundos que duró su impresionante orgasmo. Roberto siguió moviéndose durante ese momento de forma que Julia disfrutara más -si cabe- de aquel final esplendoroso para el impresionante polvo que habían empezado hacia ya unos veinte minutos.
Roberto tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no correrse en el momento que sintió como el coño de Julia -y ella misma- se estremeció de gozo y de placer trás llegar al orgasmo. Pero lo consiguió, y se relamió mentalmente al pensar en el orgasmo que le iba a proporcionar Julia con su boca, de un momento a otro. Julia seguía derrumbada disfrutando de los restos de su gloria y Roberto se movía lentamente. Un ruido muy curioso salía del interior de Julia, y se formaba cuando Roberto penetraba su coño, y los jugos de Julia resbalaban hacia el exterior. Al poco, Julia le hizo un gesto con la mano a Roberto, indicándole que extrajera su enorme y poderoso músculo vital, para, después de chuparlo lenta, minuciosa, larga y orgásmicamente, éste tuviera una corrida bestial en el interior de su, siempre deseada, boca, duchándola con el jugo que tanto había deseado ella, y que tanto había deseado el expulsar, y haciéndola tragar sin desperdiciar ni una gota, ni una molécula, de tan preciado líquido.
Por fín, extrajo su miembro completamente erecto y con un tamaño que, ambos jurarían, era mayor de lo habitual. Estaba con el glande colorado y brillante, húmedo todo él por los jugos que el coño de Julia había lubricado tan inmenso e inolvidable polvo. Puso la polla al alcance de Julia y esta, sin miramientos, lo agarró y acercó a su boca, dispuesta a chuparlo hasta que inundara su boca de aquel zumo amargo y excitante. Puso, muy lentamente su lengua en la base de miembro de Roberto y recorrió con esta toda la polla tiesa de Roberto. Lo lamió bien, lo relamió varias veces, y cuando parecía ya limpio, lo lamió más veces todavía, dejándolo seco de los humores del coño de Julia. Después lo introdujo totalmente en su boca e hizo que la punta de esta tocara su garganta. Lo dejó unos segundos y disfrutó de como Roberto hacía fuerza con el miembro hacia el cielo de su boca, marcándole el tendón de la base de la polla. A continuación, y trás una señal de Roberto, comenzó con su cabeza en típico meneo del chupamiento de polla que tantas veces había puesto en práctica con el inmenso miembro de Roberto.
Apretaba con los labios el perímetro de la polla, y con la lengua la parte inferior, y con este gesto, procedía a recorrer cada centímetro del mostruoso miembro, arriba y abajo. La excitación de Roberto estaba empezando a causar en él el sentimiento de que no podría contener el orgasmo poco más, lo que no le gustaba demasiado pues estaba disfrutando como nunca de aquella mamada. Pronto, Julia recibió el gesto de Roberto que la avisaba de su pronto orgasmo con ansia, para sentir el semen, la enorme cantidad de semen, de Roberto en su boca y así, hacerle gozar hasta límites insospechados. Julia se sacó de la boca la polla, abrió la boca de forma que Roberto pudiera ver todo, a pocos centímetros de la punta, sacó la lengua y le agitó el miembro de forma salvaje. Roberto no tardó en estallar y un chorro de esperma salió con rumbo a la boca de Julia, deseoso de ser engullido. Julia, ahora, acercó su boca y colocó su lengua sujetando el glande de aquel hermoso miembro y esperó. De la polla de Roberto seguían brotando borbotones de esperma, teniendo cada uno lugares de aterrizaje diversos. La mayoría caía sobre la lengua de Julia, otros se escapaban un poco y caían en sus labios y los más osados, cayeron sobre sus mejillas. Julia sentía como algunas gotas golpeaban con una fuerza impresionante el fondo de su garganta proporcionándola un placer inmenso. Julia, ahora, lamía lentamente el enorme miembro, esparciendo por él el esperma que tenía sobre la lengua, lo que la excitaba mucho. Sentía como el semen se escurría por la comisura de sus labios, intentando escapar de su ineludible destino, y caía hacia su barbilla para resbalar muy lentamente por el precioso cuello de Julia. Roberto no perdía detalle y le excitaba inmensamente ver como Julia jugueteaba con su esperma sobre su miembro, el cual empezaba a perder la fuerza que escasos minutos atrás le sobraba y que les había proporcionado una corrida total y absolutamente inolvidable para aquellos pobres mortales.
Julia abrió la boca y le enseñó el interior de ésta. Tenía la lengua blanca a intervalos irregulares -la anarkía del semen- restos casi transparentes, resbalaban imperceptiblemente por la cara de Julia, caían de su labio inferior y se detenían en la barbilla. Una gota, relativamente grande, de líquido blanco cayó en su mejilla, y de ella escapaba el nectar tranparente. En el interior de su boca, enormes columnas de lefa unían el cielo de su boca con la lengua, y Julia movía esta para que se movieran, y jugateaba con ellas.
Roberto al ver esta escena se sobre-excitó de nuevo, e introdujo tres dedos en la boca de Julia de forma obscena. Esta los chupó, y Roberto sintió su esperma recorrerle los dedos, resbalando, y deseando escapar de su final. Después Julia chupó los dedos lenta y excitantemente, engullendo cada gota de esperma. Roberto recogió con su mano los restos que cubrían la cara de Julia, y de nuevo, se los dió a paladear, a degustar el amargor que el semen le producía en la lengua, en su dulce boca, en la delicadeza de su boca, comparable a la de su sexo. Roberto tenía de nuevo una erección lo suficientemente potente como para empezar de nuevo, deseaba penetrar lentamente a Julia, y deseaba estar tres horas practicando un solo polvo, imaginó que su excitación sería tal que al final su polla habría crecido. Imaginó por unos intantes el sexo de Julia completamente abierto, con sus labios escocidos y surgiendo de él un auténtico chorro de humores. La imaginó con los senos herguidos apuntando el techo y gritando «Chúpame». Pero no podía ser. Julia se estaba vistiendo, recogía la ropa que había puesto sobre la taza del wc, y se la ponía sin hacer el mínimo caso a su erecto pene. No le quedó más remedio que subirse el pantalón que llevaba por los tobillos y abrocharse la camisa que se había desabrochado completamente. Como pudo, consiguió que su polla se desinflase.
Al poco Julia estaba completamente vestida, y se colocaba el pelo, intentando disimular lo que allí había pasado. Cuando los dos terminaron, salieron del pequeño recinto del wc hacia el amplio servicio de caballeros del campo de fútbol al que iban todos los domingos a echar un esplendoroso polvo. Se detuvieron delante de los espejos y se peinaron más detenidamente. Se miraron, y se besaron, despidiéndose hasta la semana siguiente. Y salieron de allí. En ese justo momento, un joven sentado en un wc contíguo al que habían ocupado la pareja, se corría por cuarta vez, bañando la puerta del wc de su esperma. Estaba recordando cuando, de pies en el wc, habia mirado por la parte superior el impresionante espectáculo que todas las semanas, desde hacía dos meses, le proporcionaban sus queridos desconocidos. Esa misma noche se volvería a masturbar.