Luego de sacarlo, aun lo tenía erecto, lo acercó a mi cara y me dijo:
-Chúpamelo!-
Le rogué que no me hiciera eso, que yo nunca lo había hecho. Y era cierto, Carlos muchas veces me lo había pedido, pero me daba asco. Pero insistió, lo acercó a mis labios y me ordenó abrirlos, giré mi cara hacia el otro lado. Me la tomó y me dio la vuelta hacia él. Apretó mis mandibulas he hizo que se me abriera la boca. Lo puso entre mis labios, yo trataba de esquivarlo, pero era mucha su fuerza y lo introdujo en mi boca. Apenas si cabía entre mis labios… Se colocó con las piernas abiertas sobre mi cabeza y tomandome del pelo me la acercaba hacia su pene. Empujaba y sentía mi boca llena de su miembro. Con sus movimientos se ponía cada vez más duro. Llegaba ya a mi garganta. Sentía que quería vomitar, sentía asco. Pero a él nada le importó. Avanzó de pronto y sentí que su pene latía con furia y agitando descargó su semen nuevamente y en mi boca. Quería botarlo, sentía repulsión, pero él no sacó su miembro y lo dejó allí. Yo trataba de no tragar, pero de pronto apretó mi nariz y me dejó sin respiración. No me quedó más que tragar su semen. Juan a todo esto solo miraba y se acariciaba el miembro, masturbándose. Luego de quedar extenuado. Pepe se recostó a mi lado.
Juan se acercó a mí, me besó en la boca. Luego me puso nuevamente la cinta adhesiva en mi boca. Desató mis manos he hizo que me diera vuelta en la cama. Quedé boca abajo y Juan amarró mis manos nuevamente a la cama, también lo hizo con mis piernas. Pensé que ahora me dejarian allí amarrada y luego se irían. Estaba totalmente equivocada. Ahora era Juan el que se disponía a gozarme a su manera. Colocándome los almahadones ahora bajo mi vientre, quedé con mi cara pegada a la cama y la punta de mis pies tocando la cama. Con la piernas más abiertas, se puso en el medio y empezó a acariciarme con su miembro por detrás, los labios de mi vagina, que estaban mojados con el semen de Pepe. Lo pasaba por el medio y luego subía hacia mis nalgas, sentí que me echaba saliva que corría por entre mis nalgas hacia mi ano. Realmente no me imaginaba lo que haría. Metió su pene en mi vagina, mientras con uno de sus dedos, acarició mi ano, metiéndomelo suavemente. De pronto lo sentí completamente dentro de mi vagina, y su dedo entero en mi ano. Sacó su dedo, y también su pene de la vagina. Lo tomó con una mano, y con la otra abrió mis nalgas. Sus intensiones eran claras. Yo me agitaba tratando de que desistiera, si me lo metía por allí me mataría. Pero en realidad nada les importaba. Puso la punta de su miembro a la entrada de mi ano y empezó a empujar. El dolor era tremendo. Pero a él nada le importaba. Quería gritar, sentía que me desgarraba, el ardor era tremendo. Me tomó de las caderas y me atrajo hacia él. Sentía por lo menos la mitad de su pene dentro de mí ano.
-Muévete mamacita!- me decía.
Estaba realmente agitado. Empujó otro poco y mi ano cada vez se dilataba más. Con una de sus manos acariciaba mis senos, apretaba con fuerza mis pezones, el dolor era insoportable. Dio un empujón arremetiendo y llegando a lo profundo de mi ano, que sintió el largo total de su miembro dentro de mí. Era terrible. Tenía casi 20cm de pene dentro de mi ano. Todo lo que en algún momento le había negado a Carlos, me lo estaban haciendo estos dos desgraciados. Con todo su miembro dentro, empezó a moverse. Lo metía y lo sacaba.
-Aquí si que estas apretadita!- me decía -Este hoyito estaba virgen! Cierto? Uhhhhhgggg… Tan apretadito.-
Me soltó de las manos y de los pies. Pasó sus piernas bajo de mí y quedé sentada sobre su miembro. Luego me tomó de los senos y me hizo recostar sobre él. Pepe miraba la escena y vi que eso lo estaba excitando. Tenía su miembro totalmente erecto. Se acercó a nuestro lado, subió sobre la cama y se puso entre mis piernas. Abrió mis labios vaginales y metió su miembro en mí. Estaba siendo atacada por mis dos lados. Pepe me mordía los pezones, yo trataba de gritar, pero mi boca estaba sellada con cinta adhesiva. De tanto movimiento, de entrar y salir tanto de mi vagina como de mi ano, el deseo empezó a brotar en mí. Sentía que quería llegar nuevamente al orgasmo. Mi instinto de hembra reclamaba lo suyo. Quería gozármelos también. Extenuada, ya no pudiendo soportar más, sentí que Pepe me llenaba con su semen, otro tanto hacía Juan dentro de mi ano, inundando mis entrañas con su semen. Luego de acabar los dos. Se tendieron a mi lado. Sus penes yacían flácidos, agotados. La pieza estaba llena de olor a semen y sexo.
Uno de ellos fue al living de la casa y trajo unos vasos con trago. Bebimos todos juntos. Me preguntaron si había gozado tanto como ellos. Yo les respondí que si, avergonzada. Seguimos bebiendo otro trago. Yo tomaba para tratar de recuperar mis energías. Me sentía exhausta. Pensando en que se irían pronto, les pregunté a que hora partirían. Me respondieron que se quedarían hasta el sábado en la noche, que ya sabían que mi marido estaba fuera de la ciudad. Me bebí un trago de whisky de un viaje de rabia, al ver sus intenciones. Me tendrían las veces que quisieran y yo nada podría hacer. Habían desconectado el teléfono. Las cortinas estaban cerradas. Mi boca fue sellada con cinta adhesiva, totalmente. Nada podría decir, solo aceptar a que me poseyeran como ellos quisieran.
De pronto Juan se levantó y fue al baño. Al regresar, me miró y vio que Pepe me tenía atada a la cama nuevamente. Estaba totalmente inmovilizada. Salió del cuarto y cerró la puerta. Pepe nuevamente empezó a acariciarme, me frotaba el clítoris, metía sus dedos en mi conchita. Hasta que finalmente hizo que me pusiera caliente y deseara que me lo metiera nuevamente. Quería sentirlo dentro de mí. Ya no sentía dolor. Sentía solo deseos, de ser poseída por esa bestia. Sacó la cinta adhesiva y me puso el pene para que se lo chupara. Lo metí en mi boca. Pasaba mi lengua, por la punta de su miembro. A cada estímulo, se ponía más rígido. Lo saqué y besé sus testículos, que eran muy peludos. Seguía calentándome con sus caricias en mi conchita. Ya no pudiendo más le pedí que me la metiera. No se hizo de rogar, se subió encima de mí, abrió mis labios vaginales y se dio a la tarea de metérmela. Empezó el juego de entrar y salir. Estaba tan rico. Metió sus manos por debajo de mis nalgas y se pego a mí.
-Te gusta así, muñequita?.-
-Si!- le respondí -Pero quiero que me des bastante. Necesito sentir que me hace tiras por dentro. Quiero que me atravieses con tu hermoso miembro.- Con ello lo estimulé a que siguiera. -Aaaaaagggghhhh… Que cosita más rica… Dámelo… Dámelo… Más… Más… Más…- le pedía. -Por favor… Golpéame más fuerte… Más fuerte… Párteme… Hazme tiras… Dámelo todo… Más… Aaaaaaahhhhhggggg así… Así… Asiiiiiiií!-
Y así estaba pasando mi encierro… Qué más querrán estos malandrines?