Mi hermana y el burro atado al arbol

Yo flipé con aquella situación, mi hermana y el burro quedaban de lado con respecto a donde yo me encontraba sentado, así es que tenía una magnífica perspectiva del perfil del animal, y mi hermana arrodillada bajo su vientre, agarrándole la pinga con las dos manos, mientras intentaba hacerle una mamada

Era la mañana de mi decimosexto cumpleaños. Me despertó la brisa del amanecer, ya que en la casa de mis abuelos hacía mucho calor en verano, y no quedaba más remedio que dormir con las ventanas abiertas. Aun permanecían en mi mente imágenes del sueño que había estado teniendo. Un sueño erótico, que había provocado una enorme erección. Había soñado con mi hermana otra vez…era el tercero en lo que llevábamos de mes, pero no lo había comentado con nadie, y mucho menos con mi hermana, la cual había sido protagonista de mis numerosas pajas nocturnas.

Seguí tendido sobre la cama durante unos minutos, sintiéndome demasiado perezoso como para levantarme y cerrar la ventana. Podía ver el bulto de mi pene erecto bajo la fina tela de mis calzoncillos de Batman, y algunos pelillos negros (como la pelusilla de la piel de un melocotón) salían del elástico del calzoncillo hasta llegar a mi ombligo. Pasé las yemas de mis dedos por mi torso, notando como mis pezones se erizaban por el mero roce. Seguí la línea central de mi abdomen hacia abajo, hasta llegar al elástico del calzoncillo, donde paré momentáneamente arqueando mi cintura hacia arriba, hasta notar el contacto de mi bulto contra la palma de mi mano. Ejerciendo presión sobre la dureza de mi falo, noté una ola de placer recorrer todo mi cuerpo… y cerré los ojos para saborear el momento.

Oí ruidos en el piso de abajo. Provenían de la cocina. Eran mis abuelos, seguramente ya estarían desayunando para después prepararse para ir al campo, como cada mañana, cuando uno de los vecinos viniese a recogerlos en su coche. Miré el despertador de la mesilla de noche, eran la 07.30 AM. Decidí vestirme, y bajar a acompañarles mientras desayunaban. Mi hermana y yo ya éramos más mayores, y pasábamos mucho tiempo fuera con nuestros amigos del pueblo, y cuando salíamos de fiesta, volvíamos bastante tarde. Así es que, pasaban días sin ver a nuestros abuelos, aunque a ellos parecía no importarles mucho, mi abuela nos decía muchas veces que era normal querer disfrutar de las vacaciones todo lo que pudiéramos, que era cosa de la juventud. A mi me gustaba pasar tiempo con mis abuelos, y que me contaran cosas de cuando ellos eran jóvenes, me parecía muy interesante.

Mi hermana por otro lado, estaba mucho más atenta a los chicos del barrio, y los que no eran del barrio. Ya era mayor de edad, y (no es por ser mi hermana) se había puesto como un bombón. Tenía un cuerpazo, y ella lo sabía, así es que no dudaba ni un segundo en utilizar sus encantos, para su propio beneficio, cuando surgía la ocasión. Y yo encantado, porque con el paso de los años, aún seguíamos muy unidos. Mi hermana siempre me llevaba con ella, haciéndome testigo de cada una de sus experiencias (seguro que a más de uno de los pavos del barrio le molestaba que yo estuviera siempre pegado a ella como una sombra), pero mi hermana lo dejaba bastante claro: “o viene mi hermano conmigo, o nada!”… la de veces que la había oído usar aquella frase, y los tíos bajar la cabeza con cara de resignación, ya que sabían que si querían mojar el churro, yo tendría que estar presente jejeje!. Con el paso del tiempo, había llegado a la conclusión de que mi hermana era una exhibicionista nata, y que le encantaba que la vieran desnuda, incluso ser follada a plena luz del día, mientras su hermanito del alma, o cualquiera que pasase por los alrededores, la miraba y disfrutaba del espectáculo…lo cual me había convertido en un voyeur de primera (la de veces que me había masturbado viendo como cualquier maromo del pueblo sobaba, besaba, y follaba a mi hermana en algún descampado. E incluso había llegado a verla a ella mirándome fijamente mientras yo me corría, y al reaccionar sorprendido, ella me dedicaba una amplia sonrisa por encima del hombro de su amante, mientras éste, sin poner atención a lo que yo estaba haciendo, seguía penetrando el chochito encharcado de mi hermana hasta aplastar sus pelotas contra la entrada de aquella acogedora cueva).

Al llegar a la cocina, mis abuelos me saludaron dándome los buenos días. “Felicidades mi niño”, me dijo mi abuela mientras me agarraba de los hombros y me daba un cariñoso beso en la mejilla. “Felicidades por qué?”, respondí yo como el que no sabe de que va la cosa. “Como que por qué?”, dijo mi abuelo poniendo un puño sobre la mesa mientras sonreía, “Pues que ya eres casi un hombre huevón!. Míralo…si ya tiene pelillos en los huevos jajaja”, le dijo a mi abuela señalando con el dedo a los pelillos que salían del elástico de mis calzoncillos y subían hasta mi ombligo, mientras se reía a carcajadas. Yo había bajado con un pantalón corto, bajo de cadera, en chanclas y sin camiseta, dejando mi torso juvenil al descubierto, lo cual me hizo sentir consciente de mi semi-desnudez. Así es que, rojo como un tomate, salí a toda prisa de la cocina a ponerme una camiseta a mi cuarto, mientras seguía oyendo a lo lejos las risotadas de mi abuelo. Al bajar de nuevo, con una camiseta puesta, mi abuela me dijo: “tú no le hagas caso a tu abuelo, mi cielo, que ya está viejo y chochea”. Mi abuelo dejó de reírse al instante, poniendo una expresión seria en la cara. Yo me senté a la mesa, a su lado, y me serví un gran tazón de cereales con leche, mientras aún sentía el calor de mis mejillas, por aquella embarazosa situación. Mi abuela le sirvió un café a mi abuelo, y sirviéndose ella otro, se sentó a la mesa justo en frente de mí. “Que vais a hacer hoy Oscar?, vais a celebrar tu cumpleaños con vuestros amigos?”, preguntó mi abuela mientras sorbía el café de la taza que tenía en las manos. “Pues la verdad es que aún no lo sé”, dije yo mirando al tazón de cereales, “la verdad es que preferiría pasar un día tranquilo y relajado, pero Marta ya me dijo anoche que lo tenía todo organizado.

Seguramente iremos a bañarnos y pasar el día en la piscina de alguna de sus amigas”, seguí contándole a mi abuela. “Bueno…espero que, hagáis lo que hagáis, tú no te tomes ningún cubata de esos. Tu hermana puede hacer lo que quiera, que ya es mayorcita, pero tú no le hagas caso que tiene la cabeza loca”, dijo mi abuela advirtiéndome con un dedo. Yo me volví a poner rojo de la vergüenza, y tan solo me limité a agachar la cabeza. “Deja al chaval…que haga lo que quiera. Y luego me criticas a mí de que lo avergüenzo a cada rato!”, le dijo mi abuelo a mi abuela levantando un poco la voz, y girando su cabeza hacía donde yo estaba sentado, siguió diciendo: “tú haz lo que te venga en gana, que para eso es tu cumpleaños hoy…y si puedes liarte con alguna de las amigas de tu hermana, métele mano y aprovéchate!”. Al ver que yo volvía a agachar la cabeza, mi abuelo me dio un manotón en la espalda y empezó a reírse de nuevo. Mi abuela, se levantó toda indignada y salió de la cocina gruñendo: “Hay que ver…que hombre este!!”.

A los cinco minutos, oí el claxon de un coche en la calle, y a mi abuela desde la entrada de la casa mientras preparaba unas bolsas: “Espabila Antonio, que ya está aquí el vecino…que luego se cabrea si lo hacemos esperar”. Mi abuelo dejó la taza del café en la mesa, y levantándose de la silla me dijo: “Dile a tu hermana que recoja esto un poco cuando se levante”. “No te preocupes abuelo, que recogeremos antes de irnos”, dije yo mientras seguía comiendo mis cereales. Y cerrando la puerta de la entrada, oí a mi abuela decir: “Hasta la noche cielo…que lo paséis bien!”. Yo me terminé los cereales, y me puse a lavar los cacharros del fregadero, cuando mi hermana apareció bostezando por la puerta de la cocina. “Buenos días”, me dijo medio dormida. “Buenos días”, respondí yo girando la cabeza, mientras fregaba mi tazón. Mi hermana había bajado a la cocina descalza, con unos pantaloncitos diminutos de color rojo, tan ajustados que hubiera sido mas decente no llevar nada, ya que se incrustaban en la raja de su chochete, marcando una gruesa pezuña de camello entre sus piernas. Y una camiseta blanca de tirantes que revelaba, sin lugar a dudas, el hecho de que mi hermana no llevaba sujetador debajo, ya que la hinchazón de sus aureolas se marcaba bajo la fina tela de algodón como un par de galletas María Fontaneda. Yo seguí lavando mi tazón disimuladamente para evitar mirarla con descaro, aunque si mis abuelos hubieran estado allí, no se habría atrevido a bajar así a la cocina…mi abuela siempre estaba pendiente de esos detalles (no fuese a darle malas ideas a su marido, el cual se habría imaginado muchas veces, estoy seguro de ello, dándole el biberón a la niña jejeje). “Que pronto te levantas hoy”, le dije a mi hermana mientras echaba un vistazo al reloj de la cocina que marcaba las 08.00 AM en punto. “Si…aquí no hay quién duerma con el ruido que hacéis por la mañana”, dijo mi hermana bostezando mientras se sentaba a la mesa y se servía unos cereales con leche. “Quieres un café para espabilarte?”, le dije yo mientras me secaba las manos con un trapo de cocina, “la abuela lo acaba de hacer”, continué diciendo mientras la miraba más detenidamente. Me gustaba verla recién levantada, sin maquillar, despeinada, mientras se movía lenta y perezosamente como una gatita remolona. “Si, por favor”, me dijo sin apenas abrir los ojos. Yo me eché a reír: “pero mira que eres dormilona, jaja!”. Mi hermana no respondió, solo se puso a dar vueltas a los cereales con la cuchara inconscientemente. Mientras le servía el café le dije: “el abuelo me ha pedido que recojamos un poco antes de irnos”.

Ella levantó una ceja, y me miró, mientras masticaba los cereales. “Bueno, mas bien me ha pedido que te dijera que recogieras tú un poco cuando te levantaras”, seguí diciendo yo mientras le acercaba la taza. Mi hermana soltó la cuchara y empezó a bufar: “ya estamos otra vez, y a ti por qué no te dice nada?. Seguro porque tú eres un machito, y limpiar la casa es cosa de mujeres. Mira que es machista…claro, y si quiere, me pondré de rodillas y le haré una mamada mientras ve el partido en la tele”, protestó mi hermana cruzándose de brazos. “No hables así del abuelo. Bastante tiene con aguantarnos aquí cada verano”, dije yo mirándola seriamente. “Si claro…como que no lo habrá pensado más de una vez”, continuó mi hermana con cierta terquedad. Yo sabía que mi hermana tenía razón, de hecho me había dado cuenta de los comentarios que hacía mi abuelo cuando veía a mi hermana vestida para salir de fiesta, y últimamente discutía con ella bastante, porque le habían llegado rumores de lo que hacía su nietecita por los campos del pueblo. Obviamente, mi hermana y yo lo habíamos negado todo, pero había sido suficiente como para dejar a mi abuelo con la mosca detrás de la oreja. “No seas exagerada. A mi no me dice nada porque está más que acostumbrado a verme recoger mi cuarto desde que soy pequeño, mientras el tuyo está siempre hecho un desastre. Además, si fueras un poco más discreta y no te fueras con cualquiera, no se habría enterado de lo que haces por ahí”, dije yo mirándola a la cara. Mi hermana levantó una mano para protestar, pero yo la corté rápidamente diciendo: “Que parece que siempre vas con el chichi ardiendo!”. Mi hermana abrió la boca, pero empezó a reírse a carcajadas…y yo la imité. Estuvimos riéndonos en la cocina durante un buen rato!.

Tras recoger la casa miré de nuevo al reloj de la cocina, eran casi las 10.00 AM. Habíamos terminado bastante rápido, y aún teníamos todo el día por delante para celebrar mi cumpleaños. “Entonces, cuál es el plan?”, pregunté a mi hermana mientras me cambiaba de ropa en mi cuarto. “Ya te dije ayer que es una sorpresa…pero ponte ropa cómoda, que vamos a la casa de campo de mi amiga Maite. Y me dijo que a sus padres no les importa que usemos la piscina, así es que no te olvides de ponerte el bañador y meter una toalla de playa en la mochila”, respondió mi hermana, desde su cuarto, mientras ella se cambiaba de ropa. Salimos de la casa de mis abuelos, y nos pusimos de camino a la casa de campo de la amiga de mi hermana. Mi hermana me explicó que estaba al otro lado del pueblo, pasando el viejo molino de aceite. Iríamos caminando, pero que su amiga Maite le había prometido que convencería a su padre para que nos trajera en coche a la vuelta. Estuvimos caminando como una media hora cuando llegamos a las afueras del pueblo, donde podía verse la entrada al viejo molino de aceite. No nos habíamos cruzado con mucha gente, supongo que a aquellas horas, la mayoría estaría trabajando. Pasado el molino, nos metimos por unos caminos de arena que pasaban por unas huertas y terminaban metiéndose entre los primeros campos de olivos. Yo no podía ver ninguna casa desde donde estábamos, pero mi hermana me aseguró que al tratarse de una casa de campo, estaba medio escondida

Llegamos a una gran huerta, donde habían tres grandes almendros en un extremo, y un burro gris pastando a la sombra de los arboles, atado con un cuerda a uno de ellos. Al acercarnos, a mi hermana le dieron ganas de orinar (como era de costumbre cuando salíamos a pasear por el campo), pero quería asegurarse de que no había nadie cerca, ya que le extrañó ver a un burro atado allí solo, en mitad del campo. Estuvimos mirando un rato, para ver si veíamos al dueño del burro, pero no vinos a nadie por los alrededores. Así es que quedándose más tranquila, mi hermana se bajó los pantaloncitos cortos y las braguitas que llevaba puestas, se puso en cuclillas y comenzó a orinar soltando un gran chorro de orina en la arena que quedaba entre sus pies. Al verla, a mi me dieron ganas de orinar también, así es que me puse detrás de uno de los árboles, me bajé la cremallera de los pantalones cortos que llevaba, y sacándome la chorra fuera, empecé a soltar mi gran meada, directamente contra el tronco de aquel árbol. Mientras meaba, oí a mi hermana hacer ruido y lanzar unas piedrecitas, mientras decía: “Shhh…fuera burro…aquí no…sale!”. Terminé de orinar, y me dispuse a salir de detrás de aquel árbol con curiosidad por saber que era lo que estaba armando aquel alboroto, mientras me guardaba mi aparato y me subía la cremallera. Al asomarme, me di cuenta de que el burro se había acercado a mi hermana, lo suficiente como para asustarla, pero la cuerda que lo ataba a uno de los arboles impedía que el burro siguiera acercándose.

Tan solo levantaba el hocico intentando oler lo que mi hermana estaba haciendo. Mi hermana se había movido un poco, pero seguía agachada echando un buen chorro de orina, lo cual me permitió ver su coño totalmente pelado y recién afeitado, mientras los gruesos labios de su vagina se entre abrían dejando salir aquel chorro de liquido dorado. Al verme, mi hermana me dijo: “no te quedes ahí parado como un bobo…tira de la cuerda y lleva al burro hacia el otro lado”. Yo me empecé a reír por la situación tan ridícula. Pero a mi hermana no parecía hacerle gracia: “venga tío…llévatelo para allá por favor, que no voy a poder mear a gusto!”. Yo me acerqué al burro, el cual empezó a relinchar al verme, pero seguí acercándome hasta tocarle el hocico con la mano, lo cual pareció calmarlo un poco. Entonces agarré el trozo de cuerda que tenia atado alrededor de su cuello, y empecé a dirigirlo hacia el otro lado le los arboles, mientras le acariciaba el lomo diciendo: “buen chico, buen chico”. Pero el burro se resistía, y seguía mirando a mi hermana, con el hocico hacia arriba, como oliendo el perfume de su meada. Yo empecé a reírme de nuevo, “eso es que piensa que eres una burra y desde aquí huele la humedad de tu coñito, jajaja”, le dije a mi hermana mientras seguía acariciando el lomo del burro, “no seas idiota, y llévate a ese burro de aquí”, respondió mi hermana medio cabreada mientras terminaba de mear y se subía de nuevo las bragas y el pantalón corto que llevaba puesto. “Pero mira que eres miedica”, le dije a mi hermana mientras seguía agarrando la cuerda que ataba al burro a los arboles. “Ven, acércate, y acarícialo…verás que mansito es!”, continué yo diciendo. “Si claro…para que me muerda. Mira que gracioso!”, dijo mi hermana desde cierta distancia. “Jajaja…tú si que eres burra…que no muerde…jajaja”, respondí yo mientras acariciaba al burro por debajo del hocico con las dos manos para que mi hermana viera que no hacía nada.

Mi hermana se quedó mirándome un buen rato, como dudando, mientras yo acariciaba la cabeza del burro, el cual me miraba con su grandes y amables ojos negros, mientras masticaba hierba. Mi hermana se fue acercando lentamente, mientras el burro permanecía allí parado, a la sombra de los arboles. Pero al alargar la mano para tocarle la punta del hocico, el burro movió bruscamente la cabeza y empezó a relinchar. Mi hermana casi se cae del susto, y yo empecé a reírme a carcajadas. “Venga…acércate boba, que lo tengo yo sujeto de la cuerda”, le dije a mi hermana entre risas, la cual me miraba con ojos de desconfianza. Finalmente, se acercó lo suficiente, y empezó a acariciarle el hocico al burro. El animal fue cogiendo confianza, y dejó de moverse, con lo que mi hermana se fue relajando un poco. “Ves?…que te dije?…es mansito”, decía yo a mi hermana mientras acariciaba el lomo del animal. Mi hermana sonrió. Entonces el burro bajó el hocico, y al subirlo, lo paró frente a la entrepierna de mi hermana, abriendo sus grandes fosas nasales para absorber toda la esencia. Mi hermana se retiró del burro de un brinco, pero el burro la siguió y volvió a pegar su hocico a la entrepierna de mi hermana mientras la olía como si fuera un perro. Yo empecé a reírme de nuevo, porque me hacía gracia ver como aquel burro pegaba su hocico al chochito recién meado de mi hermana. De repente vi como la pinga del burro se ponía tiesa, y el burro pegaba más su hocico al coñito de mi hermana dando pequeños empujones con la cabeza. “Mira como se le ha puesto al burro de tiesa…eso es que le gustas, jajaja”, le decía yo a mi hermana apuntando con el dedo mientras me reía. Mi hermana parecía no haberse dado cuenta del tremendo trozo de carne que tenía el burro entre las patas. Pero dando un par de brincos más se retiró lo suficiente del burro como para que este no pudiese seguir acercándose, ya que la cuerda se lo impedía. Y al ver lo tiesa que se le había puesto la verga al burro, mi hermana se echó las dos manos a la boca: “Ahhh…por dios, que cosa más grande tiene este burro tan pequeño, no?”, dijo mi hermana sorprendida, mientras observaba la tranca del animal.

El burro tenía la polla negra, larga como el brazo de un hombre, muy gruesa en la base (coronada con un par de testículos del tamaño de pelotas de tenis), pero se volvía mas estrecha con forme se acercaba a la punta, de la cual sobre salía un capullo rosado y babeante. Se movía arriba y abajo como si tuviera vida propia, y fuera independiente del resto del cuerpo del animal (me recordaba a la trompa de un elefante, pero rígida por completo, jejeje). Mi hermana no dejaba de mirarla, era como si estuviera hipnotizada por aquel trabuco negro. De repente observé como mi hermana se sonrojaba y sonreía mirando la polla del burro. “Uy…nunca pensé que algo tuviera un pene tan grande. Desde luego nunca había visto una igual!, dijo mi hermana pasándose un brazo por la cintura y observando como la verga del burro seguía moviéndose. “Mira…te está saludando, jajaja!”, dije yo entre risas. Mi hermana se acercó un poco más par verla de cerca, pero el burro relinchó un poco, lo cual hizo que mi hermana retrocediese. Yo seguía riéndome viendo aquella escena, la cual me resultaba divertidísima. Pero empecé a notar como la entrepierna del pantalón corto de mi hermana se humedecía, y empezaban a marcarse sus enormes pezones bajo la tela de la camiseta ajustada que llevaba puesta. Mi hermana, parecía inconsciente de aquello, pero colocando ambas manos entre sus piernas, se empezaba a frotar el chochito moviendo su culito hacia atrás y hacía adelante, lentamente, mientras se agachaba a mirar más de cerca la pinga del burro. Yo no podía dar crédito, mi hermana se estaba excitando, en mitad del campo, mirando la tranca de un burro, jejeje!

Aquello provocó que una idea un tanto retorcida pasara por mi cabeza, “A que no te atreves a tocársela al burro?”, le pregunté a mi hermana entre risas para que pensara que estaba bromeando, pero por dentro me moría de ganas de ver hasta donde sería capaz de llegar. Mi hermana me miró, frunciendo el entre cejo, con una expresión de extrañez en su cara, pero sonriendo al mismo tiempo, mientras sus manos seguían pegadas a su entrepierna, y ella permanecía inclinada hacia adelante mirando la polla tiesa del animal. Se quedó pensando un momento, y luego me preguntó: “y… qué me darías tú a cambio si lo hago?”. Yo estaba dispuesto a seguirle el juego, y tras pensarlo durante un par de minutos, terminé diciendo: “Si le agarras la polla al burro con la mano…te daré la mitad de mi paga de esta semana!”. Mi hermana me miró y empezó a reírse, “si claro…como si se pudiera hacer mucho con 500 pesetas, jajaja!”. Yo me sentí ofendido por aquel comentario, ya que lo único que me recordaba es que a ella le daban una paga mayor que a mí. “Vale, tú lo has querido…lo haremos más interesante. Te daré la mitad de mi paga durante un mes…”, a mi hermana se le elevaron las dos cejas y me miró con cara de interés, “pero…tendrás que hacerle una paja al burro, y dejar que se corra en tu mano. Que dices a eso?, jejeje”, le dije a mi hermana con cara de satisfacción por mi diabólico plan, seguro de que no se atrevería a llegar a tanto. Mi hermana volvió a mirarme frunciendo el entre cejo, y me lanzó una mirada como diciendo: “Ve soltando la pasta!”. Entonces, y para mi sorpresa, mi hermana alargó uno de sus brazos, y metiendo la mano bajo la barriga del burro, la abrió y le agarró la verga, rodeando el tronco (por la parte más estrecha, la que precedía a la curva de su capullo rosado y babeante) con sus dedos. El burro empezó a relinchar un poco, pero no se movía del sitio, era como si se dejara hacer. Yo miraba la escena con la boca abierta, sorprendido de que mi hermana se hubiera atrevido a hacer tal cosa, mientras mi hermana se ponía en cuclillas debajo del burro y empezaba a masajear aquel enorme trozo de carne con las dos manos.

La situación era sub-realista, mi hermana en cuclillas, con la entrepierna del pantalón empapada por la excitación del momento, agarrando el falo a un burro atado de un árbol en mitad del campo, mientras yo no perdía detalle, y notaba como mi pene crecía debajo de mis pantalones, centímetro a centímetro. Mi hermana estuvo un buen rato cascándosela al burro, mientras este había dejado de relinchar hacía ya rato y permanecía inmóvil masticando hierba. Mi hermana por otro lado parecía haberse cansado de la postura, y se arrodilló debajo del burro sobre la hierba que crecía entre los arboles. Era increíble observar a mi hermana agarrando aquel trozo de carne negra con las dos manos, era como si estuviese gozando de cada minuto, mientras sus ojos lo miraban con fascinación, como si apreciaran cada detalle de aquel pollón: la textura de su piel, el cambio de pigmentación entre el tronco y el capullo rosado, las venas que se marcaban a lo largo del tronco de aquel falo, la dureza y rigidez del trabuco que tenía entre las manos. Hasta que de repente, mi hermana cerró los ojos, y abriendo su boquita, se metió todo lo que pudo dentro, mientras que el movimiento de sus manos adquiría velocidad. Yo flipé con aquella situación, mi hermana y el burro quedaban de lado con respecto a donde yo me encontraba sentado, así es que tenía una magnífica perspectiva del perfil del animal, y mi hermana arrodillada bajo su vientre, agarrándole la pinga con las dos manos, mientras intentaba hacerle una mamada (en este punto he de decir que sus esfuerzos eran en vano, ya que por mucho que mi hermana intentó abrir su boquita, tan sólo consiguió meterse la punta del capullo de aquella monstruosidad). Yo notaba como la excitación subía por mis piernas hasta la base de mi pene. Y sin pensármelo dos veces, me bajé los pantalones hasta los tobillos, y allí sentado contra el tronco de aquel almendro, comencé a hacer una monumental paja mientras miraba a mi hermana en plena acción. Pasaron varios minutos hasta que mi hermana se percató de mi casi completa desnudez, sentado sobre la hierba, cascándome la polla como si no hubiese un mañana. Pero cual fue mi sorpresa cuando mi hermana simplemente me miró directamente a los ojos, nunca la había visto mirarme con aquellos ojos, la expresión en su cara era seria, pero su mirada indicaba puro deseo. Mientras seguía masturbando el enorme falo del burro con una mano, y lamía la punta de su capullo con la lengua de vez en cuando, con la otra consiguió bajarse los pantaloncitos cortos y las braguitas hasta las rodillas. Y subiendo su camiseta lo suficiente como para dejar sus turgentes melones al aire, giró su cuerpo un poco, apuntando su gran culo hacia donde yo estaba sentado. Desde allí, podía ver la perfecta forma de corazón de sus firmes nalgas, mientras seguía arrodillada sobre la hierba con el culo en pompa, y la doble hamburguesa que formaban los labios rasurados de su húmedo y caliente coño. La vista era impresionante, mi polla palpitaba como nunca antes lo había hecho.

Pero cuando mi hermana agarró, con la mano que tenía libre, una de sus nalgas, y separándola hizo que se abrieran los pliegues de su coño, ofreciéndome el dulce néctar del cual ya goteaba, creí que me moría!
Era como un sueño, mi hermana estaba que se derretía de la excitación en mitad del campo, y el único tío que había disponible por allí cerca era yo!. Me quité toda la ropa con la velocidad de un rayo, y polla en ristre me dirigí hacia donde estaba mi hermana mamándosela al burro. Al poner mis manos sobre su culo, mi hermana se estremeció, e inclinó su torso hacia delante, ofreciéndome su coño de manera sumisa, mientras una mano seguía agarrada a la tranca del animal. Yo empecé a acariciarle los glúteos, no sabía por donde empezar con aquel pedazo de hembra. Aún no me podía creer que mi hermana estuviera dispuesta a dejarse follar por un niñato como yo, cuando por su chumino habían pasado las pollas y lechadas de decenas de hombres, algunos de los cuales me impresionaron hasta a mí. Pero reaccioné rápidamente, recordándome a mi mismo que esta era una oportunidad única, no sólo tenía a una tía buenísima a mis pies, deseosa de que me aprovechara de ella, pero además sería la perfecta ocasión para perder mi virginidad, y quién mejor que mi hermana, la cuál había sido la protagonista de mis más húmedos sueños.

Así es que recordé alguna de las escenas de las tantas películas y revistas pornográficas que había tenido el placer de ver desde mi adolescencia, y con una confianza y seguridad que no eran propias de mí, me incliné detrás de mi hermana, y abriéndole los cachetes del culo con ambas manos, comencé a comerle aquel coño chorreante con delicadeza y ternura. Su sabor era inexplicable…una combinación de azúcar y especias, como la salsa agridulce del restaurante chino al que mis padres solían llevarnos cada domingo. Yo relamía cada milímetro de aquella gruta con mi lengua, como un naufrago sediento, mientras que con una mano le agarré una de sus grandes tetas, y empecé a jugar con su pezón (como había visto hacer a Ron Jeremy en infinidad de películas), yo estaba gozando como un enano con una piruleta comiéndome aquel chuminaco. Pero de repente, mi hermana soltó la tranca del burro, y dándose la vuelta, me miró seriamente y me dijo: “déjate de mariconadas y métemela ya…que no tenemos todo el día!”. Aquello me dejó de piedra, quería que mi primera vez fuera de forma dulce y tierna, pero supongo que mi hermana no era la persona indicada para tanto romanticismo. Decidí pensar con la punta de la polla a partir de ese momento, y dejarme llevar por mis instintos más primitivos, mi hermana era una ramera, y por lo visto le gustaba que la trataran como tal. Así es que me coloque de rodillas detrás de su gran culo, apunté mi rabo hacia la entrada de su chocho, y de una sola embestida se la metí hasta los huevos…empecé a follármela a lo bestia, agarrándola fuerte de las caderas. Mi hermana gemía como una autentica perra, mientras seguía mamándole la punta del capullo al burro. Yo se la metía y se la sacaba con rabia, su coño desprendía calor como una estufa en invierno, pero ella movía su culo hacía atrás con cada embestida, y de vez en cuando conseguía decir: “Siiiiiiiiiiiiii……asiiiiiiiii hermanitooooooooooo…aprieta, mas fuerteeeeeeeeeeee”. Yo me sentía como un potro desbocado…violento y excitado al mismo tiempo, como nunca antes había sentido. Decidí inclinarme sobre su espalda, mientras seguía penetrándola frenéticamente. Y logrando alcanzar sus enormes tetazas con ambas manos, empecé a tirar y a retorcerle los pezones con los dedos. Al hacer aquello, mi hermana empezó a contorsionar su cuerpo, mientras seguía cascándosela al burro con mas fuerza…era obvio que estaba teniendo un gran orgasmo.

Al sentir como su coño se iba derritiendo sobre mi polla, contrayendo los músculos internos de su vagina a su alrededor, yo solté sus tetas y volví a agarrarla de la caderas aumentando la velocidad de la penetración. Aquello era una locura, yo me sentía como un animal salvaje, y mi único objetivo era inundarle el coño de lefa sin importarme las consecuencias. No hizo falta mucho más esfuerzo, porque con aquel pensamiento en mente, le di una ultima embestida, asegurándome de agarrarla fuerte para que no moviera su culo y mi polla se saliera…y con un fuerte bufido, descargué toda mi leche dentro de su coño. Justo entonces, el burro empezó a relinchar de nuevo, y casi instantáneamente, chorro tras chorro de leche blanquecina y espesa comenzó a brotar de la punta de aquella manguera viviente. Fue una pasada…regó la cara y las tetas de mi hermana, como jamás antes había visto en ninguna película porno!!

Mi hermana y yo nos tumbamos un rato sobre la hierba para descansar un poco. Pasados unos minutos, mi hermana sacó la toalla de playa que llevaba en su mochila y se limpió lo mejor que pudo. Por suerte, también llevaba una camiseta de repuesto en la mochila para emergencias…quién lo hubiera dicho, eh?, jejeje!.

Tras vestirnos, seguimos nuestro camino hacia la casa de la amiga de mi hermana dejando al burro atrás pastando, contento, como si nada hubiese pasado. Los dos íbamos en silencio, era obvió que ninguno sabíamos que decir. Yo tenía la mirada pegada al camino, y era incapaz de levantarla para mirar a mi hermana a la cara, cuando empezamos a oír música y voces a lo lejos (nos estábamos acercando a la casa de la amiga de mi hermana). Entonces mi hermana me paró en mitad del camino, y mirándome fijamente a lo ojos me dijo: “No hace falta que te diga que lo que ha pasado hoy, ha de quedar entre nosotros verdad?”. Yo sólo me limité a negar con la cabeza sin decir ni una sola palabra. “Lo que ha pasado, ha sido el resultado de un calentón, y no debes darle mayor importancia, entendido?”. Yo volví a afirmar con un movimiento de cabeza sin decir nada. “Bueno, ahora vayamos a la fiesta y disfrutemos de tu cumpleaños”, dijo mi hermana con una sonrisa, re-anudando el paso hacia la casa de su amiga. “Por cierto, cual iba a ser mi sorpresa?”, pregunté yo curiosamente, “Maite me insinuó que sería capaz de hacerte una mamada, como regalo de cumpleaños, si se emborrachaba. Y te puedo prometer que hay calimocho de sobra, jijiji”, respondió mi hermana entre risitas, “Así es que si la ves que se te insinúa, intenta actuar sorprendido, de acuerdo?”, continuó diciendo mi hermana mientras entrábamos al jardín de la casa de su amiga. Yo tan sólo sonreí, pero no dije nada…aunque para mis adentros pensé que aquel iba a ser el mejor cumpleaños de mi vida!!.

FIN

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