Estábamos los cuatro en el caserón abandonado que estaba mas allá del rio. Se decía que la casa había pertenecido a una pareja de holandeses sin descendientes que habían muerto hace algunos años. La casa estaba sucia, descuidada, el evidente paso del tiempo había sido inexorable. Ya no habían muebles, habían sido robados, solo quedaban las paredes y sus pisos de madera. Yo había ido con frecuencia al lugar, ya que era un buen sitio para que los chicos del barrio nos llevaran a las nenas mansitas después del colegio o los sábados a la hora de la siesta. Ellos no nos llevaban como se pueden imaginar para contemplar una casa perdida en medio de un bosque, nos llevaban para vaciar sus pijas llenas de leche de jóvenes urgidos en nuestros ansiosos hoyos de muchachitas fáciles. El día anterior, El Mocho, un compañero del colegio me había convencido para ir a coger con él. Antes de irnos del colegio, en el ultimo recreo, Mocho me dijo que el hermano y su primo querían venir con nosotros. Casi por compromiso me negué y tarde en dejarme convencer, pero al fin, como sucedía habitualmente termine diciendo que si. Era por eso que estaba en la casa abandonada con 3 que estaban desesperados por enterrar sus batatas, ya en el camino me habían metido mano y me habían anticipado lo duro que me iban a culear. Yo les seguía la corriente, me reía y me dejaba manosear . Cuando llegamos al rio, Enrique, el primo de el Mocho se había sacado la pija para mear, yo se la mire ansiosa y fascinada por la cabezota que le coronaba el garrote. El Mocho y Carlitos, su hermano menor, también se abrieron las braguetas y sacaron sus vergas para hacer un pis. En realidad Carlitos era el hermano menor pero su verga era una cosa mayor. Que pedazo; por dios!! que cargaba ese pibe. Me quede extasiada mirando el Morcillón de toro que portaba el muchachito. Solo se me ocurrió pensar en cómo me iba a despatarrar ese chico si me clavaba duro con ese cipote. Me dio aprensión… Tenía experiencia en eso de volver a casa rengueando después de sentir que te escupen el orto y te lo clavan hasta revolverte bien la comida del mediodía. Se me ocurrió y no lo pensé, dije que también quería hacer pis y me baje la bombacha delante de los 3 chicos y me eche un meo. Ellos festejaron mi actitud gritándome todo tipo de procacidades, poniendo énfasis en lo putita que se me veía. El mocho aprovecho mi posición de meadora para pararse delante mío con su pija a la altura de mi cara. me agarro de la cabeza y sin importarle que tenia la garcha sucia de su pis de una me la metió en la boca, alentado por la algarabía de su hermano y su primo, el guacho me cogió bien cogida por la boca durante un par de minutos. Me saco la verga de la boca, le di un beso en los duros huevos y me incliné para alzarme la bombacha mostrándole las nalgas a los muchachos. Escuche que Enrique, el Primo de Mocho me pedía que me abra los cantos porque querían ver el fruncido que se iban a comer. Debo confesar que yo estaba esa tarde alzada como una perra y estaba dispuesta a buscarme una buena tunda, en verdad no media las consecuencias de desatar los demonios culeadores de esos 3 machos pijudos que seguramente sabrían tratar a una guachita tragaverga. Fue así que, en repuesta al reclamo del Primo del Mocho me incline abriéndome con las dos manos la zanja exhibiendo el ojete a los 3 muchachos coronando el show con un sonoro pedo dedicado a ellos. Me gritaron de todo , riéndose y anticipando que por puta me iban a empujar esos pedos para adentro. Riéndome me alce la bombacha y me deje llevar a la casa que estaba a unos cientos de metros. Los chicos no guardaron las pijas y me manosearon toda durante el trayecto. Carlitos se amasaba su poronga de toro y me decía que me iba a mandar a casa bien abierta porque yo era una gorda puta. Aunque estaba regalada me daba cierta vergüenza que me dijeran así, pero no podía esperar otra cosa si me comportaba como una mujercita fácil a la que le costaba poco bajarse la bombacha. Al rato llegamos a la casa y me llevaron a una sala al fondo donde había un colchón viejo y sucio, muchos forros por el piso y una bombachita negra rota. No lo dije; pero reconocí la bombacha: me la había arrancado el Negro Oscar, un vecino, que me llevo hace algunas semanas para darme verga. En cuanto entramos El Mocho se me apoyo por atrás y me empezó a chupar el cuello y me dijo – Gorda puta culoroto! ¿Te vas a dejar culear duro esta tarde? -Si Mochito, le respondí, voy a ser buenita para que se vayan contentos los tres. Mientras el Mocho me alzaba el vestido para apretarme la pija dura y parada contra las nalgas, Enrique me dio un beso metiéndome toda la lengua en la boca. Empujándome con la garcha parada pegada a la cola aun cubierta por el calzón El Mocho me llevo al colchón. Carlitos sin perder el tiempo llevo a mi mano a su vergón, se lo agarre con ganas, no podía creer lo dura que la tenía, en verdad era un verdadero fierro caliente. Así estaba yo. Ensanwichada por dos chicos y manoseando el pedazo de otro. Se notaba que los 3 pibitos estaban acostumbrados a clavarse mujeres ya que en todo momento demostraron saber cómo prepararme para dejarme los hoyos del tamaño de una caverna. sentí que enrique me saco el vestido alzándomelo por la cabeza. No tenia corpiño por lo que quede en tetas. – Chúpame bien la pija. me dijo El Mocho con tono autoritario Antes de arrodillarme para cumplir con la orden sentí que me bajaban la bombacha , me la deje sacar inclinándome como para levantar un jabón. Luego de sacarme la ropita interior sentí una fuerte palmada en la nalga que me hizo aullar. Arrodillada me metí la poronga de Mocho en la boca y me la comí todo lo que pude. No tarde en escuchar a Enrique pidiéndome que mame vergas en 4 patas para podérmela hincar. -Gorda Putorra ponete en 4 que te garcho mientras se la chupas a mi primo. En cuanto me puse en esa pocision Enrique me dedeo unos segundos . Me la clavo, me entro como un cuchillo en la manteca. Mi concha estaba chorreante, hirviente y ávida. Así entonces, Enrique me bombeaba la cotorra, El Mocho sobre mi cara me hacia chuparle la pija y los huevos y Carlitos bufaba como un demonio por la paja que le estaba haciendo. Oí que Carlitos gritaba -Dale Enrique, ponela como a Ana el otro día No entendí. Solo asocie a Ana con mi mejor amiga, y sentí que Enrique me giraba con la pija adentro hasta ponerme culo para arriba. a continuación la chupada de culo me despejo la duda de para que me habían puesto como a Ana . Con razón Ana se quejaba hace unos días que le costaba sentarse. Carlitos siguió lenguetandome el orto me lo escupió dos veces y sentí la descomunal cabeza de chota en la entrada de mi marroncito. En el medio de los dos machos sentía la concha llena por enrique y el culo punteado por el pene de burro de su primo. Cuando me clavo la cabezota Carlitos se acostó sobre mí y me lengüeteo el cuello solo me dijo en el oído -Tírate pedos ahora Gorda pedorra. La vergüenza de lo que me dijo sumado al dolor de semejante nabo forzando si pausa mi cañería trasera me hiso hacer unos pucheritos eso calentó mas a Carlitos que me comenzó a bombear muy duro. Yo gritaba y lloraba por el ardor de semejante culeada azuzando mas el instinto de animal macho de Enrique que me garchaba la concha gritándome insultos de todo tipo. El mocho me dio un cachetazo y me hizo abrir la boca para hacerme tragar las 4 o 5 trallas de leche disparadas. Al rato Carlitos me lleno el culo roto y se salió, despedí su verga con el plop de algunos pedos de leche . Enrique volvió a girarme, con las patas al hombro me taladro la cajeta duramente varias veces y me la desclavo tirándome la caliente guasca en la cara. Descansamos un rato y nos vestimos para irnos, yo me puse la bombacha, muy sucia, los chicos se limpiaron las vergas con ella, pero igual me la puse para no perderla y para que no me chorree la leche que todavía tenía en el culito por la piernas. Cuando volvíamos debajo de un puente del rio volvieron a hacerme chuparle las pijas y yo les trague la lechita, mucha leche tenían aunque se habían descargado hace un rato en la casa. Ya en casa yendo al baño escuche en su cuarto a Mama maullando como una gata. Alguno se la estaba cogiendo Entre al baño pensando que cuanto nos deben querer los hombres del barrio