No voy a negar que estaba pasando una racha más bien mala con mi novia Andrea. Apenas hacíamos el amor una vez por semana si había suerte y últimamente si negaba a cualquier tipo de sexo que no fuese la penetración clásica. La situación empezaba a afectarme ya que, en mi opinión, una relación de pareja estable no puede funcionar si no va bien en la cama, sobretodo con 20 años de edad.
Aquel viernes por la noche me había vuelto a dar plantón. Llevaba toda la semana esperando esta noche, deseando los senos de Andrea, ansiaba su mano masturbándome o su largo cabello danzando al son de mi pene dentro de su conejito. Pero de nuevo me quedé en casa. Sus excusas no hicieron bajar mi excitación. Mi pene estaba erecto bajo mi jean, deseando una mano o, mejor aún, un coño que le hiciera gozar. Estaba excitadísimo y decidí dar rienda suelta a mis deseos en la ducha, aprovechando la soledad de aquella noche.
Entré en el servicio y puse la ducha con agua templada, quitándome rápidamente la camiseta. Apenas podía aguantar más. Si Andrea no me satisfacía, tendría que hacerlo yo mismo. Si la dulce mano de Andrea no estaba allí para hacerme correr, tendría que hacerlo con mi propia mano. Pero en aquel momento dejé de pensar en mi novia y me concentré solo en mi cuerpo, tapado solo por un slip que apenas podía esconder mi erecto miembro. Apenas sin darme cuenta, mi mano izquierda empezó a deslizarse por mi pecho, jugueteando con mis pequeños pezones y todo mi torso mientras la mano derecha buscaba mi fuente de placer, deseosa de emanar semen. Completamente desnudo contemplé durante unos segundos mi cuerpo en el espejo, difuminado por el vapor del agua.
Dentro la ducha, las gotas de agua que rozaban mi pene no hicieron más que excitarme aún. Con mi pene ya mojado y todo mi cuerpo húmedo y deseoso de placer, cogí el gel de ducha y derramé un pequeño chorro en mi glande, que extendí con mi mano derecha de forma suave y dulce, acompañada con gemidos de placer. Traté de ir lentamente, saboreando cada instante mientras mi mano deslizaba la piel de mi pene arriba y abajo, mientras me masturbaba pensando en el semen de mi mejor amigo chocando contra mi boca, pensando en las masturbaciones que Andrea me había hecho tantas veces.
El vapor rodeaba mi cuerpo cuando paré de masturbarme por un instante. Cogí de nuevo el gel y me llené ambas manos. Volví de nuevo a masturbarme suavemente mientras con la otra mano recorría todo mi cuerpo hasta las nalgas y el culo, pasando dulcemente por mi ano. Detuve mi mano allí, mientras la otra me siguió proporcionando olas de placer. Jugué durante unos instantes con mi ano, inclinándome ligeramente para permitir que la yema de mi dedo se introdujera suavemente. No quería introducir todo el dedo pero aquello me excitaba, recorriendo con mi dedo mis nalgas y mi ano. El movimiento de mi mano era cada vez más y más rápido. «Más más, más, si Andrea si si.. ah » las palabras se entrecortaban en mi boca, mientras el ritmo de mi mano se aceleraba. Ya nada podía detenerme, estaba dominado por el placer, apenas faltaban unos segundos para que mi semen saliera de mi pene, para que por fin me corriera. Estaba disfrutando como nunca, mi dedo trasero se había introducido un poco más en mi ano sin que yo apenas pudiera controlarlo. Con el agua mojándome dulcemente llegó mi orgasmo, desatando la corriente de placer en forma de semen que manaba de mi pena. «Ahhh…..» no pude retener el gemido de placer mientras una, dos y hasta tres oleadas de semen se mezclaban con el agua de la ducha. Quedé unos segundos ausente, pensando solo en lo que había disfrutado aquel viernes por la noche, masturbándome en la ducha.