Me llamo Carolina, tengo 32 años, y estoy casada hace 5 con Juanma. Desde novios noté que Juanma se calentaba mucho al verme observada por otras personas, le encantaba que fuera el centro de atención, y después teníamos unas relaciones de maravilla. Yo también disfrutaba sobremanera esas situaciones, porque desde pequeña supe que era una exhibicionista frustrada.
La historia que voy a narrar tiene lugar cuando estábamos a punto de casarnos, y cambiaría nuestras vidas para siempre.
Resulta que estábamos planeando nuestra despedida de solteros junto a nuestros amigos, y decidimos hacerla por partida doble: una separados, cada uno con sus respectivos amigos, y otra con todos juntos. Esto era para que cada cual pudiera estar con su gente, y divertirse más.
Primero hicimos la individual, que sería un día viernes. Juanma la hizo con sus amigos, que de seguro irían a un cabaret o lugares así.
En cambio, mis amigas decidieron llevarme a cenar, y eso era lo único que yo podría saber de antemano. A eso de las 9 de la noche empezaron a llegar a mi casa, que era el punto de partida. Estaban: mis 4 amigas de toda la vida (Ana, Vale, Carla y Nadia), mis compañeras de trabajo (soy diseñadora de stands en una empresa de cosméticos, así que son todas mujeres a excepción de Robert, un chico gay que también vino) y mi hermano Darío junto a tres amigos (Nico, Mauro y Ariel), que llevarían la combi de este último para transportarnos en caso de que me ensucien y esas cosas que suelen hacerte en estos eventos. Los chicos recién habían acabado el secundario, y sólo Ariel tenía licencia de conducir, tenían todos 17 años.
Fuimos a un pub donde sirven comida Tex-Mex, todo muy picante, acompañado de mucha pero mucha cerveza. O sea que a la hora de llegar, ya todos estábamos muy contentos. Para la ocasión me había puesto un vestido negro mas bien corto y amplio, para estar cómoda. Enseguida nos pusimos todos a bailar, con música alegre, y hacíamos rondas, vueltas, trencitos, de todo. Lo más cómico fue que llamábamos tanto la atención, que en poco tiempo el resto de la gente empezó a unirse a mi fiesta. Yo notaba que la idea de todos era emborracharme por completo. En un momento, Nico me tomó de la mano y, sentándome encima de él, empezó a darme de probar todo tipo de tragos, que rápidamente surtieron efecto.
Mientras, mis amigas iban buscando algunos chicos, generalmente muy jóvenes, de entre 16 y 18, para presentarme a ellos y contarles que como me casaba, y era mi última fiesta como soltera, podrían tener algún premio conmigo. Así fue que me besé con tres o cuatro, pero no pasó de allí, aunque me estaba divirtiendo como loca.
Eso fue todo en ese lugar, ya que decidieron seguir la noche en otro sitio. Fuimos para los autos, tocándome a mí la combi, acompañada por Nadia, que era una de las organizadoras y debía indicarles el camino a los chicos. Ni bien arrancamos, Nadia sacó un bolso con ropa, y me dijo que iba a disfrazarme de puta para divertirnos un rato. La idea me encantó, ya que vestirme de puta y salir a la calle era una vieja fantasía que nunca me había atrevido a cumplir. Ariel, que manejaba, y mi hermano iban adelante, y los demás en la caja.
Sólo unos minutos más tarde, estaba en bombacha y corpiño siendo observada por los amiguitos de mi hermano, que jamás se hubieran esperado encontrarse con tal sorpresa. Yo me daba cuenta que todos los amigos de Darío me miraban con ganas, pero siempre se coartaban por ser más chicos, y ser la hermana de su amigo. No quiero parecer creída, pero soy una chica muy linda, tal es así que me ofrecieron modelar un par de veces (me negué, porque quería terminar de estudiar, soy arquitecta), y siempre fui la mas buscada, ya desde la escuela primaria. Lo máximo que había acontecido con un amigo de Darío fue una vez que me quedé a dormir en casa de una amiga, Juliana, cuyo hermano era amigo del mío en esa época. Yo tendría 20 años, y él 13. Juliana, bromeando, me dijo que Leo nunca había visto desnuda a una chica, a pesar de intentar espiar a todas sus amigas. Entonces se me ocurrió darle una pequeña satisfacción al pendejo, lo llamé a la habitación mientras su hermana se duchaba, y me descambié delante de él, para ponerme un camisón, mientras le hablaba de cualquier cosa. Él no entendía nada, pero enseguida noté que se le paró. Como corolario, me bajé rápidamente la bombacha, mostrándole por unos segundos mi monte negro. Eso fue todo, después ellos fueron a vivir a México y no volví a verlos.
Bueno, el asunto es que me hicieron poner una mini negra que me tapaba lo justo, pero la cual dejaba ver la bombacha con solo caminar. Llevaba un conjuntito blanco, de raso, tipo tanga la bombacha, y me dejaron en corpiño. No me pusieron medias, y me dieron unos zapatos de tacón negros.
Me hicieron bajar en una calle medio desolada, y ellos se quedaron enfrente (dentro de los autos) filmando todo. Debo decirles que habían filmado todo lo ocurrido hasta ese momento, incluyendo los intermedios en la combi.
Primero pasó un chico morocho (albañil, seguramente) y me preguntó cuanto cobraba. Le dije $100, para que no aceptara y así fue. Pero antes me abrazó colocando sus manos en mi culito, e intentó darme un beso que esquivé justo.
Pero lo más bizarro vino luego. Paró un auto espectacular, un BMW, con dos chicos, que estaban muy bien. Me invitaron a subir, y así lo hice. Me hicieron sentar entre ellos, y aprovecharon para tocarme las tetas y subirme la falda. Me magrearon las tetas y la concha por arriba de la ropa interior, mientras yo les hacía una paja a dos manos. Cuando acabaron, les pedí que me dejaran donde me habían levantado, y no les cobré nada, como atención de la casa. Antes, ambos me besaron en la boca.
Cuando bajé, vinieron mi amiga Nadia y mi hermano para ver como estaba. Les dije que bien, y fuimos a terminar la velada al depto. de Nadia, que vive sola.
Me senté en el piso de la combi con Mauro y Nico, quienes aprovechando mi “alegría” comenzaron a acariciar mis piernas. A esa altura tenía mi bombachita empapada, y las caricias de los chicos no hacían más que calentarme. Nico, que siempre me había tenido ganas, me tocaba la cara y jugaba con sus dedos en mis labios, hecho que hizo que me descontrolara y lo besara apasionadamente en la boca. Estuvimos un buen rato besándonos arrodillados, mientras Mauro, que me había subido la pollerita hasta la cintura, me manoseaba el culo sin parar. Justo en ese momento llegamos a lo de Nadia. Bajé así como estaba, en bombacha y corpiño, y todos me aplaudieron.
Ya en el depto., el alcohol nos seguía poniendo loquísimos. Tanto es así que en un momento vi a mi amiga Vale (que estaba casada y tenía un hijito) sentada sobre mi hermano y besándolo. También Nadia estaba sacada, porque se sacó los pantalones y se quedó con una tanga negra y una camiseta musculosa blanca, que la hacía lucir muy bella. Mi hermano y sus amigos no perdieron oportunidad y la abrazaron entre todos, aprovechando para manosearla. Luego Ariel la subió a sus hombros, Nico hizo lo mismo conmigo y jugamos a una guerra de caballos.
Ya sobre el final de la noche, Nico me llevó a la habitación y me empujó sobre la cama. Mi calentura no tenía fin, entonces abrí mis piernas deseando que me penetrara allí mismo. Me quité el corpiño y él me sacó la bombacha, se bajó el pantalón y me mostró un palo respetable. Me la metió de golpe, y me bombeó sin parar. Tuve como tres orgasmos, y quedé de cama. Antes de irse, Nico me pidió si le regalaba mi bombachita como recuerdo, y le dije que por supuesto.
Al despertarme al otro día, me di cuenta que no sólo yo la había pasado bien. Nadia estaba en la alfombra completamente desnuda abrazada a Ariel, y al rato llamó el marido de Vale porque no había vuelto, justo cuando entraba mi hermano que me dijo que recién se había ido. Obviamente, habían estado “jugando” en la combi.
El miércoles siguiente fue la despedida conjunta. La hicimos en un salón, y contratamos a unos animadores para cantar y hacer juegos.
Estaban los mismos que en mi fiesta anterior, los amigos de Juanma (personales, del trabajo, etc.), nuestros primos/as, y algunos más.
Estaba vestida con un vestidito tipo solero, para estar más cómoda para moverme. Al principio cantamos, bailamos y nos divertimos mucho. Luego vinieron algunos juegos. Uno de ellos consistía en que todos los hombres se sentaban en unas sillas haciendo una ronda y yo debía descubrir que cinco de ellos tenían en el pecho unas pistas para llegar a un objetivo que se me develaría al reunir las cinco. Para ello, tendría que ir sentándome sobre las piernas de cada uno de ellos, y despojarlos de sus prendas superiores.
Al final lo logré, pero debo admitir que el hecho de sentarme sobre tantos hombres me puso a mil, y a ellos también parecía gustarles, ya que movían sus piernas como haciéndome caballito, o las separaban como para que me caiga. Pero quien más gozaba era Juanma, que aplaudía sin parar.
Pero el más osado de los juegos, y que a mi futuro marido calentó como a nadie, fue el siguiente: yo debía dejar que Juanma me despojara de mi bombachita delante de los invitados. Luego él sortearía la prenda entre los hombres, y el ganador sería quien la vuelva a poner en su sitio.
Juanma no podía esperar, quería que fuera ya. Metió sus manos bajo mi vestido, y tiró de las tiras de la bombacha, bajándola y quitándomela. Con la blanca y pequeña prenda en sus manos, la fue pasando como una sortija ante la cara de los hombres de la reunión, algunos de los cuales la tocaban, otros la olían y algunos mas desatados la besaban. Yo, sabiendo que todos estaban al tanto que estaba sin ropa interior bajo mi vestido, me estaba excitando a más no poder. Se efectuó el sorteo, y el ganador resultó ser César, el hermano menor de Juanma, que tenía entonces 16 años.
El pendejo agarró mi bombachita, se la puso en la cara, y empezó a gritar que estaba un tanto húmeda, a lo que todos aplaudieron. Me acerqué donde él, separando mis piernas, y levantando ligeramente una de ellas para que me pusiera la tanguita. A medida que iba subiendo, corrió sus manos de la tira de la bombacha hacia la tela, con lo que al llegar al final, rozó fuertemente mi culito y la pelambre de mi conchita. En eso se acercó Juanma y junto a su hermano, me levantaron uno de cada lado el vestido hasta taparme la cabeza. Todo el mundo me vio en bombacha, y encima Juanma incitó a César diciéndole que estaba mal acomodada, por lo que a la vista de todos el pendejo me la bajó hasta las rodillas, mientras escuchaba un “uuuuuuuuuhhhhhhhh” impresionante dedicado a mi negro y espeso monte, para luego subirla y acomodarla definitivamente.
Cuando me bajaron el vestido, besé a mi futuro cuñadito en los labios, cosa que su hermano festejó a los gritos. Cuando la fiesta tocó a su fin, César y su primo Favio (tenia la misma edad que Juanma, eran muy compinches) se ofrecieron a llevarnos en el auto de éste. En el estado alcohólico que estábamos, no pudimos negarnos.
Primero dejaron a Juanma en el que sería nuestro departamento (ya estaba instalado allí), y de ahí iríamos a mi casa.
En el camino nos cruzamos con dos amigos de mi cuñadito del colegio, a los que ofreció alcanzarlos a algún sitio. Yo estaba casi dormida en el asiento trasero, y ellos se sentaron junto a mí. Alcanzaba a oír que se burlaban de mi estado, ya que había puesto mi cabeza sobre las piernas de uno de ellos, y apoyado las mías sobre el otro. – ¿A que no adivinan quién la ayudó a ponerse la bombachita…?, alcancé a escuchar que alardeaba César.
– No nos digas…, y… ¿podemos echar un vistazo…? Tras decir esto, el que tenía mis pies me subió el vestido, lo necesario para ver mi prenda. El otro no quiso perderse nada, e hizo lo mismo, dejando mi tanga a la vista. En ese momento llegamos a mi casa, y como César vivía a la vuelta, se ofreció a llevarme hasta dentro, mientras los demás seguían viaje.
Mi cuñadito me llevó hasta mi habitación, me desvistió, y llenó la bañera con agua. Me metió dentro para que tome un baño de inmersión, mientras aprovechaba para frotarme por todo el cuerpo, especialmente las tetas y la concha. Cada pasada de sus manos enjabonadas por ahí abajo, me excitaba a más no poder. Incluso llegó a meter un par de dedos dentro mío, lo cual gocé como una putita.
Luego, me hizo poner una bombachita negra y una camiseta, y me levantó en sus brazos hasta mi cama. Allí, se sentó, quedando yo sobre él. Me dio algunos besitos en la boca, besó dulcemente mis tetas, y me dejó durmiendo y se marchó.
Al despertar al otro día, César me había dejado una cartita en la que decía que tenía una cuñada excelente y que siempre me ayudaría en lo que necesitara, y felicitaba a su hermano por mi elección. Además, me puso que se había llevado de recuerdo la bombachita de la fiesta, lo que me llenó de emoción.
El día del casamiento me levanté temprano, ya que debía ir a casa de la modista para dar el toque final al vestido. Me hizo pasar a la sala del comedor, ya que su marido no estaba y sus hijos (uno de 12 y otro de 14) estaban en el club. Me hizo permanecer en bombacha y corpiño (un conjuntito celeste muy delicado) para hacer la prueba más rápida y directa. Mientras Celia (la modista) fue al taller a terminar los arreglos, me quedé viendo la tele en la sala. En eso sentí que abrían la puerta, y aparecieron sus hijos con cuatro amiguitos de su edad. Calculo que nunca antes habían estado frente a una chica en ropa íntima, porque se quedaron estupefactos.
– Hey, chicos, ni que hubieran visto un fantasma, les dije para romper el hielo. Vos debés ser Juan y vos David. Yo soy Carolina, ¿cómo están…?, dije mientras saludaba a uno por uno con un besito de mis labios en sus mejillas.
– Hola…
– Es que me estoy probando el vestido porque hoy me caso…
– Felicidades…
Volví al sofá, y me senté en un extremo para seguir con la tele. Los chicos se acomodaron, algunos en el suelo, los más afortunados junto a mí. A mi lado quedó David, el de 12. Me acomodé recostándome contra el apoyabrazos, dejando mi culito en pompa, clavando mi raya contra la pierna del chico. El pendejo, disimuladamente, metió su mano tocando mi rajita y mi ano, y la apretó con fuerza. Empezó a mover la parte inferior de la bombacha a un lado y otro, cuando oí que Celia venía hacia nosotros. Me senté normalmente y esperé que llegara, y se quedó sorprendida de ver a los chicos conmigo. Quiso echarlos de allí, pero le dije que no se preocupara, que ya habían visto suficiente, y que al fin y al cabo era sólo un conjuntito de ropa interior.
La cosa es que me probé el vestido, y listo, me fui a casa, no sin antes volver a saludar a los chicos, y de pedirle a Celia que trajera a David para ayudarla, a lo que accedió de inmediato y con mucho gusto.
Durante la iglesia, y en gran parte de la fiesta no pasó nada interesante (o sea, no para el fin de este relato…). Sólo al bailar el vals notaba algunos suaves toqueteos y miradas, pero sólo eso. Cuando llegó el momento de las ligas, noté que Juanma separó mis piernas de manera poco ortodoxa, ya que cualquiera enfrente mío se daría cuenta que tipo de ropa interior estaría usando, encima el fotógrafo no se corría de ahí.
A partir de ese instante fue tiempo de diversión para mi amorcito, que se dedicó a analizar las bombachas de todas las invitadas.
Ahí fue cuando me dirigí al baño, tomando de la mano, a la pasada, a David, el pendejo de la modista. Le dije que me ayudara con el vestido mientras hacía mis cosas, con lo cual se quedó sosteniendo la parte inferior del mismo, mientras yo hacía pis y caca frente a él sin ningún tipo de pudor. Luego, me limpié las partes, me puse de pie mientras él dejaba caer el vestido, y le ordené que me sacara la bombachita, que estaba por las rodillas. Lo hizo con dificultad y me la dio. La agarré y, buscando la zona que contactaba con mis flujos, se la puse en la cara…
David quedó duro, y entonces le dije que ese era un regalito para él. Se la guardó en el bolsillo del saco, y le di un besito en la boca.
Cuando volví al salón, estaban todos bailando en una ronda, y en el medio estaba César, mi cuñadito. Cuando me vieron, me lanzaron al medio a mí también, mientras César, medio borracho ya, estaba en el piso. Me puse a moverme sexy a su alrededor, hasta que en un momento me paré de manera que su cabeza quedaba bajo mi entrepierna, y él mirando hacia arriba veía toda mi intimidad. Me agachaba y me levantaba (como se hace en el baile de la botella), llegando de a momentos a apoyar mi conchita sobre la cara de mi cuñado. Obviamente, sólo David y César sabían que no llevaba ningún tipo de ropa íntima, por lo cual los demás sólo pensaban que lo estaba dejando ver y palpar mi bombacha, pero estaban muy equivocados. Él parecía gozar como una bestia, porque al agacharme él quedaba tapado por el vestido, y aprovechaba para restregar su lengua sobre mi rajita, llevándome al máximo nivel de calentura.
Fue el aperitivo para una noche de bodas sensacional, la cual pasamos en un costoso hotel de 5 estrellas. Lo hicimos de todas las formas posibles, y sin parar toda la noche.
Dos días después, teníamos los pasajes para St. Martin…
No mas llegar al aeropuerto, nos esperaba un tipo para llevarnos a nuestro hotel. Era un negro grandote, que solo verme, quedo impactado. Yo llevaba, debido al fuerte calor, un vestidito corto blanco de algodón, el cual transparentaba mi ropa interior. Durante el trayecto, los tres hablamos de todo un poco, y al llegar, el negro corrio inmediatamente para ayudarme a bajar, aprovechando que al separar mis piernas podría verme la bombacha directamente, cosa que no le resulto para nada difícil.
Enseguida quisimos ir a la playa, así que dejamos las valijas en el cuarto, y allá fuimos.
Juanma siempre me pedía que vaya a la playa en bombacha como traje de baño. Asi que esta vez decidí darle el gusto y me puse una blanca de raso, muy brillosa. Una vez en el mar, entablamos amistad con un matrimonio mexicano, de alrededor de 40 años. Con ellos estaba su hijo, Pedro, que tenia 16. Eran gente muy buena onda, enseguida congeniamos, así que por la noche nos juntamos a cenar. Yo llevaba un vestidito negro muy ajustado y corto. Estuvimos hablando de todo un poco, hasta que dijeron que irian a dormir para levantarse temprano al otro dia para ir al mar. Pedro, muy aburrido, parecía querer mas diversión, por lo que Juanma lo invito a bailar con nosotros. Al principio no aceptaba, pero visto que era eso o irse con sus padres, dijo que sí.
Al principio bailamos entre los tres, a los abrazos, empujones y trencitos, todo bárbaro. Luego tomamos unos tragos, y tras bailar un buen rato, decidimos regresar al hotel. Decidimos ir a la piscina, para refrescarnos un poco. Como a esa hora no quedaba nadie despierto, Juanma y Pedro se metieron en calzoncillos, y yo, para no ser menos, me quite el vestido quedando con un conjuntito de bombachita y sostén de color blanco. Yo notaba que el chico se estaba calentando de lo lindo al verme con ese atuendo, teniendo en cuenta que al mojarse, traslucía mis intimidades, que dando mis pezones y mi monte de pelos a la vista.
Estuvimos un rato allí, y decidimos quedarnos un tiempito al costado, para secarnos. Pedro no me quitaba los ojitos de encima, cosa que puso a Juanma muy excitado.
Fuimos los tres a nuestra habitación, donde mi marido ocupó de inmediato el baño. Me acosté sobre la cama y quedé casi dormida. Pedro, a mi lado, y aprovechando mi sueño, comenzó a acariciar mis piernas hasta que en un momento apoyó la palma de su mano sobre mi concha, por encima de la húmeda bombacha. No me pude contener y comencé a moverme como una putita, además de algunos gemiditos inocultables…
No sé que fue lo que me pasó, pero la excitación y el placer no me dejó darme cuenta de que me estaban entrando ganas de hacer pipí, y sin verlo venir, me hice completamente encima, mojando la bombacha y las sábanas, además de hacerlo también con Pedro. Cuando Juanma salió de hacer lo suyo, él ya se había marchado, quizás incomodado con mi situación…
Mi marido se dio cuenta de lo que me había ocurrido, y se me abalanzó, calentándome a más no poder, tras lo cual pasamos la noche a toda marcha.
A la mañana siguiente, Juanma había quedado con el padre de Pedro para comprar unos artículos electrónicos, por lo que seguí durmiendo, hasta que unos llamados a la puerta me devolvieron a la realidad: al abrir, me encontré con Pedro frente a mí. Sin hacer el mínimo esfuerzo por ocultar mi vestuario (un baby doll celeste, a mitad de la cola, y una bombachita blanca calada, sin corpiño), le ofrecí pasar, a lo cual accedió inmediatamente. – Veo que te cambiaste las bragas, me dijo…
– Sí, pero… ¿por qué lo preguntás…? – Es que ayer te orinaste sobre mí, y eso me excitó muchísimo. Nunca imaginé que algo tan desagradable podía llegar a ponerme así…
Yo quedé sorprendida por la confianza con que me hablaba, claro está que era yo misma quien se la había ido brindando. – Quiero que lo hagas nuevamente…
Ante eso, me quedé dura. Lo tomé de las manos, haciéndolo sentar en un sillón, y sentándome sobre él. Comencé a acariciarlo, hasta que no resistió más y me estampó un beso en la boca que llegó hasta mi garganta. Estábamos en pleno franeleo cuando vi venir aquello, lo que dejé salir sin el menor esfuerzo por impedirlo. Me oriné sobre Pedro, que unos segundos más tarde estaba empapado, y regocijándose en su excitación…
Creí notar que estaba buscando una especie de jueguito morboso, así que decidí seguirle la corriente. Me llevó hasta el baño, donde me bajó la bombacha y procedió a lavarme, haciendo hincapié en mi vagina, durante el cual rozó en varias oportunidades mi rajita con sus dedos, cosa que me fue poniendo a mil. Luego, retándome como si fuera una niñita, me obligó a sentar en el inodoro hasta que acabara con mis cosas. – Hasta que no hagas lo otro, no salimos de aquí…
Estuve sentada así como 15 minutos, lapso durante el que nos besábamos y me hacía abrir bien las piernas para no perderse detalle de mis partes.
Cuando por fin sentí que se venía lo que esperábamos, se lo hice saber. Dejé caer los primeros excrementos ante la mirada atenta y eufórica del chico, que no dejaba de disfrutar. Me hizo levantar un tanto, para divisar mejor, quedando yo con las piernas medio flexionadas…
Me sentía bastante incómoda por la situación, sumado al mal olor reinante, y cuando noté que ya nada saldría, se lo comenté, y tomando un trozo de papel higiénico comenzó con la limpieza de mi orificio posterior…
Así culminó su tarea, la cual efectuó dándome unas buenas tundas en las nalgas por mi pésimo comportamiento. Tras un beso de despedida, Pedro se marchó, y jamás supe de él…
A la mañana siguiente, bien temprano, emprendimos el regreso con Juanma…
Nos esperaba la vida de casados…