Me pasó hace un par de años atrás.Esa tarde había trabajado bien y se me antojó ir a comprarme un par de sandalias negras (bien de puta) como a mi me gusta. Al volver caminando, decidí darme otro gusto más. Me fui hasta un local de lencería de la calle Cucha Cucha y Rivadavia, donde encontré en vidriera un hermoso portaligas negro que venía acompañado por las medias y la tanga, muy sexy.
Noté una extraña sensación como de que alguien me miraba, particularmente las tetas.
Entré al negocio y al dirigirme al vendedor ,le pedí que me mostrara las prendas mencionadas anteriormente. Se quedó mirándome muy fijo antes de acceder a mi pedido. Mientras yo examinaba la ropa y le hacía preguntas referentes a la compra y demás, él no me sacaba los ojos de encima, respondiéndome vagamente. Volví a sentirme igual que en la vereda. Cuando repentinamente levanto la vista para hacerle otra pregunta, pude ver su cara y lo que escondían sus intenciones, y al verse descubierto se ruborizó un poco y cambió la vista hacia la calle.
Aproveché para mirarlo un poco yo también. Un poco más alto que yo, tenía pelo castaño corto, parecía de unos veintiocho años y tenía un cuerpo bastante trabajado. Sus ojos marrones seguían mirando en la dirección equivocada. Le pregunté su nombre; se llamaba Daniel. Ocultando una sonrisa decidí sacar el máximo provecho de la situación. Le dije que me diera un corpiño de mis medidas que además sea adecuado para ese conjunto y que me lo llevaba todo, pero que antes quería pasar al probador, con la excusa de no estar segura de los talles. Me hizo un gesto aprobatorio y disculpándose por la hora (ya cerca de las siete de la tarde) cerró la tienda. Me imaginé que algo así podía suceder.
Una vez dentro del probador me desvestí completamente para ponerme toda mi ropa nueva, que mediante varias miradas en el espejo de cuerpo entero comprobé que me quedaba a la perfección. Y para darle el toque final, saqué mis sandalias de la caja y me las puse, llamando al muchacho un segundo antes de terminar.
Cuando llegó junto a la cortina, yo terminé de abrirla del todo mientras terminaba de arreglarme el corpiño debajo de mis enormes pechos, él no pudo contener el aliento al verme vestida así.
-¿Y Leo, cómo me queda?
-Eehh… yo… Bien, estás muy bien.
-Me doy una vueltita y me decís cómo está de atrás ¿sí?
-Bueno… ¡Ay Dios santo, que culo!
-¿Queee? ¿Qué dijiste?
-Que sos un infierno.
-¿Te gusto?
-Me vas a hacer explotar…
-A ver…
Esto fue lo último que le dije mientras le agarraba una mano y le hacía acariciarme la cola, a la que después él termino dándole un apretón. Miró hacia la puerta para asegurarse de que estaba cerrada y enseguida me metió de vuelta al probador. Se agachó detrás de mí y empezó a recorrer mi cuerpo con sus labios desde los pies hasta el cuello al tiempo que sus manos me acariciaban las piernas, la cola y por último se detuvieron ambas en mis tetas, agarrándolas con toda la palma y apretándolas un poco. Mientras él me besaba el cuello sin sacar sus manos de mis gomas, yo rodeaba su cabeza con una mano, y con la otra agarraba su pija y lo estimulaba lentamente a través del pantalón.
Unos segundos después, ya bastante calientes los dos, me tomó de la mano y me condujo por una puerta situada a los fondos del local, y bajando una escalera nos encontramos en un depósito semivacío. Allá, entre el polvo y algunas cajas vacías dispuso una colchoneta medio rota sobre la cual nos paramos y la cosa no se hizo esperar. Me saqué el corpiño dejando caer mis tetas, las que dejaban ver unos grandes y rosados pezones que mostraban toda mi calentura, para luego arrodillarme y empezar a bajarle el cierre del jean. Descubrí con asombro el enorme bulto de su miembro, tan abundante que hacía peso en su slip venciendo el elástico, hasta que lo saqué. Una larga, gruesa y bien formada verga lucia delante de mi cara acompañada por dos gordos y colorados huevos que, entre todos, me prometieron una cogida de novela. La sola vista de toda esa carne a mi disposición me hizo arder de deseo, ya que todo su órgano en conjunto era una tentación.
No pude aguantarme más y tras agarrarlo con una mano me lo metí todo en la boca hasta la garganta, saboreándolo con la lengua y acariciándolo con los labios desde la cabeza hasta los huevos. Lo chupaba como si fuera la última vez, lamiéndolo en todos lados y volviendo a comerlo para seguir chupando y chupando sin parar. Oía constantes gemidos y exclamaciones por una de las mejores mamadas que haya dado a alguien en mi vida. Seguí tragándolo y chupándolo hasta que se me cayó la baba y su gran pija se endureció como una piedra. Paré, ansiosa por sentir como ese enorme choto me abriría el culo en un momento. Empecé a desabrocharme las ligas para sacarme la bombacha, luego me abroché de vuelta las ligas en las medias y según sus deseos me puse de costado sobre la colchoneta, levantando una pierna. El se acostó detrás de mí y lubricó un poco mi agujero, que al contacto con sus dedos comenzó a abrirse de a poco hasta mostrar su negro fondo.
Sujetó mi pierna levantada con una mano y enseguida sentí como mi esfínter era forzado por el paso de esa enorme cabeza a la vez que mi colita no paraba de tragarse lentamente el resto de esa larga pija que parecía no dejar de entrar nunca, hasta que al fin sus huevos tocaron mi orto, sintiéndola toda entera dentro de mí. La estrechez de mi ojete cedió entre gemidos de dolor. Estaba tan dura y me la metió tan adentro que presionaba el fondo, dándome la impresión de que no le quedaría lugar para bombearme, y así fue.
Tenía el corazón aceleradísimo y me faltaba el aliento por la ansiedad, esperando que empiece, y en ese momento arrancó. Al principio fue despacio y luego se fue haciendo más y más rápido y constante, pero nunca dejaba de meterla toda hasta el límite. Poco a poco mis dolores desaparecían dando paso a un placer que iba en aumento a cada entrada y salida de ese gran choto. Yo seguía gimiendo y disfrutando a medida que Daniel me iba cogiendo más y más, incansablemente, abriéndome el culo con su gran verga y soltando mi pierna para apretarme las tetas. Estuvimos así hasta que él decidió cambiar de posición. Se recostó boca arriba, de modo que yo me senté sobre su pija de frente a él hasta que la cubrí por completo. Empecé a cabalgarle despacio disfrutando las sensaciones que me llegaban desde lo profundo del culo, que ya excitada al máximo no sentía más que un enorme placer. Estaba ardiendo de calentura y mis movimientos se volvieron más rápidos y fuertes haciendo que su pito se clave en mi culo de la misma manera. Sus gritos sonaban en todo el depósito y sin parar de disfrutar de mi cuerpo puso sus manos en mi cintura para marcar todavía más las tremendas entradas que su verga hacía en mi dilatado culo. Yo, que ya no podía más de lo caliente, agarré sus manos y las llevé sobre mis tetas, que no paraban de subir y bajar al ritmo de mis caderas, y después de que las tocó a su gusto y gana me incliné un poco hacia adelante para que me las chupe. Con la suavidad del cuidado pero la vehemencia de la calentura mamó de mis pechos hasta que los pezones me quedaron duros y colorados de tanto succionar. Mientras continuaba con mis frenéticos movimientos sentía cómo su boca los apretaba y estiraba, calentándome aún más, deseando que me los arrancara. Supongo que habríamos pasado ya un buen rato de esa manera, cuando pensé en tomar otra posición. Esperé a que dejara mis tetas para parar yo también, poniéndome en cuatro patas para disfrutar a pleno de su tremenda poronga hasta lo último. DANI también pensó que de sea forma podía terminar de cogerme bien y acabar a placer, el broche de oro de tan espléndida cogida.
Apenas tuve el culo abierto de nuevo Daniel me volvió a entrar por tercera vez, con más energía y gozando como nunca, mientras delante de él yo disfrutaba y gemía por un inmenso placer. Sus gritos y los constantes empujones de su verga dentro de mi culo terminaron de enloquecerme, a tal punto que le pedía por más y más fuerte. Agarrando con las dos manos mis globos me dio el gusto y nos mantuvimos así durante un largo cuarto de hora, en el cual mis sensaciones fueron mayores y mis gritos más altos, tapando los de él. Pronto empecé a sentir el resultado de tan tremenda cogida y unos minutos después mi colita reventó en un intenso orgasmo anal que se fue extendiendo por todo mi cuerpo, haciéndome gozar a pleno cada centímetro de mi culo ocupado por esa gigantesca pija.
Fueron cerca de dos minutos de no parar de gemir y gritar, disfrutándolo como una puerca hasta que al final, agotada, caí rendida sobre la colchoneta con una gran sonrisa de gusto.
Mientras tanto, Daniel me agarró de la cintura bombeándome de una manera tan brutal que pensé que me iba a desfondar. Trataba de incorporarme como podía cuando escuché un grito que me dejó con la boca abierta y los ojos abiertos de par en par. Había aumentado ligeramente su ritmo por unos segundos para después darme una estocada final hasta lo más profundo de mi culo, que presionó marcadamente el fondo. En ese instante un abundante y espeso chorro de leche muy caliente me inundó hasta las tripas, seguido de tres empujones más que escupieron algunas gotitas, haciendo ruiditos en mi interior mientras él no paraba de bombearme.
Mi corazón se aceleró y me había quedado sin aliento; no podía creer que habiéndome acabado así todavía tuviera ganas de seguir. Me sacó la pija de adentro y me pidió que se la chupe un poco. Temblando, la agarré con la mano y la chupé unos minutos hasta que se puso todavía más roja y dura que antes. Inmediatamente me penetró por cuarta vez, deslizando hacia adentro y hacia afuera su terrible cipote una y otra vez. Me la estuvo dando por el culo sin parar durante unos largos minutos hasta que al final, repentinamente, la volvió a sacar ubicándose delante de mí mientras se pajeaba. Instintivamente me puse de rodillas. Una gorda y muy colorada cabeza me apuntaba directamente, a punto de estallarme en la cara. Entre gritos y gemidos se masturbó hasta que grandes gotas de leche cayeron en mi cara y sobre mis pechos. Con los ojos cerrados y la boca abierta busqué a tientas esa enorme masa de carne dura y Dani la metió del todo hasta mi garganta, dejando que me tragara el resto. Con toda la cara y el culo llenos de semen seguía chupándosela sin dejar de mirar cómo se sonreía.
Me dio la mano para ayudarme a pararme, y mientras él se vestía yo volvía a desabrocharme las ligas para ponerme la bombacha, la que manché con todo lo que caía de mi abierto y enrojecido culo. Una vez abrochadas de nuevo, me limpié la cara y las tetas, me puse el corpiño y lo seguí hasta el negocio para buscar mi ropa. Nuestra pequeña aventura consumió una hora más que la prevista , así que creí lo más conveniente irme cuanto antes. Daniel, con una gran sonrisa de placer convino conmigo en que bien valió la pena, acordando vernos el sábado siguiente, a la misma hora. Arreglado lo más importante me obsequió toda la ropa interior que llevaba puesta. Me acompañó hasta la puerta y dándole un beso en la boca de despedida me alejé en dirección a un taxi.