Contare mi historia brevemente. Soy una mujer de 40 años, abogada de profesión, casada hace 18 años y con 4 hijos.
Cada noche al regresar a casa dejo mi automóvil en un garaje a 2 cuadras de distancia del que somos clientes hace ya 15 años.
Cada principio de mes abonamos la mensualidad de la cochera. Estacione mi auto y entre en la oficina donde don Pedro, el encargado, recibe los pagos. Un buen hombre jubilado de 68 años a quien conocemos desde siempre.
Don Pedro estaba terminando de confeccionar el recibo por el pago cuando se abre la puerta de la oficina y entra adolescente a quien no le dimos importancia en la seguridad que se trataba de otro cliente del estacionamiento que venía a abonar su cochera.
Grande fue nuestra sorpresa cuando luego de entrar saca un arma y exige le entreguemos el dinero que lleváramos encima.
A mí me sacó lo que llevaba dentro de mi cartera, los anillos, las cadenas, el celular y el reloj. Don Pedro tuvo que entregarle el dinero que al momento llevaba cobrado de varios clientes.
El ladrón se mostraba tranquilo y una vez que guardó todo en sus bolsillos se dirigió a la puerta. Nosotros pensamos con alivio que se retiraba. Pero no, lo que hizo fue trabar la puerta por dentro.
Se acercó a nosotros. Miro a don Pedro y le dijo que se sentara en una silla. Que por haberse portado bien le daría un premio.
El ladrón se acerco a mí y apuntándome con el arma me dijo que me arrodillara frente a don Pedro y le chupara la pija.
Me negué y Pedro atinó a levantarse diciendo si estaba loco. Que por favor nos dejara tranquilos y se fuera.
Sin entrar en detalles de toda la discusión, el hecho es que nos obligo a hacerlo. Pedro se bajo el pantalón, tome su pija y comencé a chupársela. Era algo grande y fláccido en mi boca que poco a poco se fue poniendo más rígida.
El ladrón observaba y nos decía cosas hasta que se dio cuenta que el viejo ya la tenía dura.
En ese momento me tomo del cabello, me puso de pie y me exigió que me recostara sobre el escritorio. Y a don Pedro que se pusiera frente a mí, me abriera de piernas y me metiera la pija. Que me cogiera hasta acabarme dentro.
Por los nervios, creo que Pedro tardo como 15 minutos en finalmente acabar dentro mío.
Cuando termino, el ladrón le dijo a Pedro que ese era el premio prometido, destrabo la puerta y se fue.
Don Pedro y yo nos quedamos mudos y no podíamos siquiera mirarnos por la vergüenza. Sin decir palabra salí de la oficina y me dirigí a mi casa shockeada por lo sucedido.
Entre a nuestro departamento y afortunadamente no había llegado aun mi esposo ni 2 de nuestros hijos que aun viven con nosotros. Me di una ducha y me fui a la cama. Cuando llego mi esposo le dije que no cenaría porque no me sentía bien. Que deseaba descansar y dormir.
Lo sucedido en el estacionamiento me dio vueltas en la cabeza durante una semana. La escena se repetía una y otra vez. Al principio el solo recuerdo me avergonzaba. Por esa razón, a la mañana siguiente retire el auto para ir a mi trabajo pero al regresar por la noche a casa ya no deje el auto en mi cochera. No podía pensar en que me cruzaría con don Pedro.
Los días fueron pasando y el recuerdo de lo acontecido fue haciendo cambiar mi sentimiento de culpa y vergüenza por una sensación de curiosidad.
Fue la primera vez que tuve sexo otro hombre. Forzado, pero sexo al fin.
Entonces me asaltó la idea de repetir la experiencia. Pero como conseguir tener sexo con otro hombre? No podía insinuarme a nadie conocido y tampoco me atrevía a contarlo a mi mejor amiga.
Fue así que me llene de coraje e intente un contacto a través del periódico. Hice una cita en un departamento. Allí me recibió un hombre de nos casi 30 años. Muy gentil. Me hizo pasar, nos sentamos en un sofá. Yo estaba muy nerviosa y el advirtió esta circunstancia. Me dijo que se daba cuenta que era mi primer experiencia de ese tipo de encuentros y que si deseaba podía retirarme. Eso me tranquilizo. Le pedí y me trajo un vaso con agua. La garganta se me había secado por los nervios.
Conversamos un buen rato y sin concretar nada, regrese a mi casa.
Dos días mas tarde llame nuevamente a este departamento y concertamos una nueva cita. Esta vez estaba dispuesta a vivir la experiencia.
Allí fui, tuvimos sexo y me gustó. Tanto que repetí mis visitas una y otra vez durante un mes. Cada día me entusiasmaba más. Podía tener sexo con otro hombre. Con un hombre desconocido para quien yo también era una desconocida.
Hasta que un día la experiencia se duplico. Cuando llegue a su departamento había otro hombre de su misma edad a quien me presento como su amigo. La idea era tener sexo con ellos dos. Y así lo hicimos. Y más me gusto. Cada vez que los hacíamos más me gustaba y más seguido quería hacerlo. Yo quería tener sexo todos los días. Esto también mejoro el sexo con mi esposo. Cada vez que hacíamos el amor yo me ratoneaba con la idea que estaba cogiendo con otro.
Y un día me decidí. Volviendo de mi trabajo regrese con mi auto al garaje donde estaba don Pedro.
Estacione mi auto en una cochera, fui a la oficina y al entrar allí estaba don Pedro que me miró sin saber que decir.
Me acerque y le dije que todo estaba bien. Que yo ya había superado lo acontecido y que él no tenía porque sentir ninguna culpa. Y acto seguido puse mi mano sobre su bulto.
Yo quería volver a tener sexo con él.
Pedro se puso colorado y no supo cómo reaccionar. Me arrodille frente a él, desabroche su cinturón, baje la cremallera, tome su pija y me la metí en la boca antes que pudiera decir algo.
Se la chupe hasta que logre que se le pusiera tiesa y caliente como un hierro. Pedro tenía 68 años pero también un buen tamaño de pija.
Me levante la pollera, corrí mi tanga, me recosté sobre el escritorio y le ofrecí mi concha. Apoyo su pija sobre la entrada de la vagina y de a poco me la fue metiendo. Mientras el entraba y salía yo lo ayudaba con mis músculos para que me acabara lo más rápido posible. Hasta que se vino con un chorro caliente dentro de mí.
Cuando terminó, me di vuelta, se la tome nuevamente, me la metí en la boca y le limpia esa pija quedándome unas pocas gotas de leche que aun le salían.
De allí en más tener sexo cada día se convirtió en una adicción. Esperaba con ansiedad cada noche que llegaba al garaje. Todos los días le daba una mamada hasta que me volcaba toda su leche en la boca. Y otras veces se la mamaba y luego me cogía. Con el correr del tiempo ya era tanta la confianza que me presentó al muchacho que se encarga de lavar los autos de los clientes. Y a partir de ese momento tenia sexo con ambos. Me cogían alternativamente, yo se las mamaba hasta que acabaran y han llegado a cogerme al mismo tiempo por delante y por atrás.
Hoy sé que me convertí en una puta fina porque no lo hago por dinero sino por placer y solo con quien quiero. Con mi esposo el sexo también es mucho mejor que antes. Estoy feliz porque no hay nada mejor que coger todos los días con quien quieres hacerlo.