Abro los ojos, el sol de la mañana entra por la ventana y pega en mi rostro, el perfume de las sábanas cosquillea en mi naricita, bostezo, me desperezo. El ambiente está tibio, abrazo mi almohada, estoy contenta, no estoy sola, hay alguien a mi lado, puedo sentir su presencia a mis espaldas, cierro los ojos con fuerza y trato de revivir cada segundo de la noche que acaba de irse, me siento tan feliz, tan llena, descubro que he desperdiciado más de treinta años de mi vida…
Me llamo Georgina, vivo en una de las principales ciudades de Argentina, soy ingeniera industrial y ocupo un importante puesto en una multinacional sojera, hace más de diez años que trabajo en ese lugar.
Con poco más de veinte años contraje matrimonio con Leandro, un compañero de trabajo con el que nerviábamos hacía un tiempo, no fue una buena experiencia, no coincidíamos mucho con nuestros horarios, nuestro sexo no era bueno, en verdad era yo la que fallaba y el me lo hacía notar haciéndome sentir muy mal, me resigné a no conseguir orgasmos y en un tiempo descubrí que mi mayor placer estaba en mi soledad, masturbándome como adolescente.
Más tiempo pasaba y nuestras diferencias se hacían más evidentes, las grietas se agrandaban y en poco tiempo nos convertimos en dos extraños, el empezó a frecuentar a mujerzuelas y a mí no me importaba.
Un día Leandro me dijo que lo estaban ascendiendo y debería trasladarse a Brasil, fue la excusa perfecta para poner fin a nuestra relación, separamos nuestras cosas, lo tuyo es tuyo y lo mío es mío, nos despedimos como amigos y cada uno siguió su camino.
Tiempo después el destino me unió a Sebastián, mi novio de la infancia, el también venía de fracasar con su esposa y nos dimos una segunda oportunidad. Pero como en las películas las segundas partes generalmente no son buenas.
En la cama las cosas no mejoraron para mí, no estaba a gusto, Seba tenía un pene descomunal, y la verdad que no me agradaba para nada, me dolía la vagina en cada penetración y ni siquiera pensar en sexo anal.
Pero el problema en este caso pasó por algo peor, su ex esposa, era demandante, lo llamaba a diario, con problemas, siempre un problema, que necesitaba dinero, que algo se había roto en la casa, o un problema con el auto, siempre había un motivo. Me sentía molesta y celosa, Seba no parecía ser lo suficientemente valiente para cortar esos lazos y en algún punto sospeché que las cosas seguían vivas entre ellos, así que un día le pedí terminar con la relación, hasta que el tuviera en claro que es lo que realmente quería.
Julieta estaba al tanto de todos estos detalles, raramente mezclaba mi vida personal con mi vida laboral, pero Julieta era diferente, y terminamos siendo grandes amigas y mi confidente. Ella era mi profesora particular de inglés, mi puesto en la empresa requiere que domine el idioma por lo que venía día por medio, solo un par de horas.
Con el tiempo, nos fuimos haciendo amigas, y nuestro encuentro laboral se transformó en encuentros fuera de la empresa, a tomar un café, a pasear, a cenar y a charlar cosas de mujeres.
Ella es mucho más joven que yo, delgada, bastante delgada, de tez cobriza y ojos miel, un poco más alta que yo, de voz suave y pausada, con un cabello envidiablemente enrulado y largo hasta la cintura, parece una leona, lo mueve de lado a lado dejando impregnado en el lugar su rico perfume.
Es coqueta, siempre con aros, gargantillas, sus dedos llenos de anillos, uñas esculpidas, sus labios pintados y sus ojos delineados.
Tiene un lunar muy sexi sobre su labio superior y una sonrisa compradora, sus palabras carecen de estridencia y su mirada es tan dulce y tranquila que reflejan una serena noche despejada, llena de estrellas.
Suele vestir con ropas holgadas y bastantes formales, pantalones rectos, camisas y trajecitos que por un lado tapan su trasero y por otro disimulan un tanto sus pequeños pechos.
Ayer salimos del trabajo y fuimos a su casa, me había invitado a compartir un té, eran cerca de las siete de la tarde, y palabra va, palabra viene, no nos dimos cuenta de cómo pasaba el tiempo y lo que sucedía afuera, ya había anochecido cuando nos sorprendió un estridente aguacero, de golpe, viento, truenos, relámpagos, abrí la puerta para irme lo antes posible y el viento me la arrancó de la mano haciendo que se cerrara con estridencia, ella me tomo del hombro y me dijo.
– Georgi, quédate a dormir, no te vas a volver con este tiempo…
Lo cierto es que tenía casi una hora de viaje y estaba realmente asustada, quedé pensativa, ella volvió a insistir
– Dale, nos damos una ducha calentita y preparo algo rico para cenar, te presto algo de ropa, no te preocupes.
Asentí con una mueca de mis labios, de alguna manera ella me intrigaba demasiado. Yuli, como yo la llamaba fue a llenar la tina, me dijo que ella se bañaba primero, luego yo así mientras tanto ella preparaba la cena, puso música suave y me indicó un cajón en su dormitorio donde había ropa interior, que eligiera como si fuera mía, se marchó al baño y la sentí meterse en el agua.
Me senté al borde de la cama y abrí el cajón que me había indicado, a un lado había mezcladas varias bombachas y corpiños, pero para mi sorpresa, al lado, había varios juguetes sexuales, de distintos tamaños, preservativos, lubricantes, y revistas de contenido sexual explícito.
Tomé algunas, empecé a hojearlas, eran todas lésbicas, solo mujeres con mujeres, caí en la cuenta que no sabía nada sobre la sexualidad de Yuli, y no solo eso, jamás le había conocido un novio. Las imágenes invadían una tras otra mi cerebro y se pegaban en mis neuronas, me sentí sobresaltada, excitada, confundida, acomodé las cosas como las había encontrado, para que ella no sospechara mi intromisión.
Tiempo después apreció en el cuarto, con un toallón envolviendo su cuerpo y una toalla en sus cabellos, me miró y me dijo:
– Listo amigucha, ya cambié el agua para vos, está calentita y esperándote…
Solo llevé una tanga puesto que sus diminutos sostenes no hubieran podido contener mis generosos senos, además confieso que no me sentía cómoda usando ropa interior que no fuera mía, por más limpia que estuviera siempre me pareció algo demasiado íntimo y personal para compartirlo, pero dadas las circunstancias no encontré mejor opción. Me sumergí en el agua, y mi mente estaba perdida, reflexionando, pensando, buscando respuestas que no tenía, bajé mi vista y mis pezones duros emergían como dos islas en el mar, me avergoncé y me sumergí casi por completo tratando de borrar mis pensamientos, pero no podía, tenía deseos de tocarme, me sentía hervir, pensamientos insanos poblaban mi mente.
Evidentemente mi amiga había visto algo en mí que le hacía albergar posibilidades, ella me había dejado una trampa tendida y estaba probando mi reacción, al mandarme a ese cajón me estaba mandando a descubrir sus secretos y yo había pisado el palito.
Dejé asomar mis pechos nuevamente fuera del agua, no podía detenerme, mis manos jabonosas comenzaron a acariciarlos, mis dedos índices llevaban mis pezones de lado a lado, en mi mente ella me hacía el amor, cerré mis ojos, relajé mi respiración, me estaba masturbando…
Los nudillos de Yuli me golpeando la puerta me sacaron del letargo, me dijo que me pondría una bata, que me incorporara, sobresaltada, le pedí unos minutos para sobreponerme, lo hice tímidamente dando la espalda a la puerta, quedé desnuda mirando a la pared y le permití ingresar.
La sentí a mis espaldas cubriéndome con una suave tela esponjosa, comenzó a secar mis cabellos, se sentía tan bien, mis pezones seguían duros…
Pronto las cosas cambiarían, ella bajó la bata descubriendo mi espalda nuevamente, empezó a pasar sus dedos por mi piel y luego sus labios siguieron el juego, me ericé al sentir sus delicados besos, entonces me dijo:
– Es esto lo que viniste a buscar?
No respondí, pronto pego su cuerpo al mío, sentí la tibieza de sus pechos en mi espalda, cerré los ojos, entendí que estaba desnuda, una mano pasó bajo mi brazo y con dulzura llegó a mi pecho derecho, comenzó a jugar con él, a acariciarlo, a deleitarse con mi pezón, volvió a susurrarme al oído:
– Qué grande y hermoso que es!
Su otra mano me rodeó por el otro lado, pasó por mi vientre, por mi ombligo y bajó lentamente para acariciar los ralos bellos de mi pubis, me sentía encender, me estaba entregando, respiré con cadencia, sus besos llegaron a mi nuca, a los lóbulos de mis orejas, giré mi cabeza en silencio, su aliento me comía, sus besos llegaron a la comisura de mis labios, me abrí en su búsqueda, mi lengua buscó con desesperación la suya, encontré su humedad, giré sobre mi misma, frente a frente, nos besamos con pasión, nuestras lenguas se encontraron, sentí su respiración sobre la mía, sus manos recorrieron mi cuerpo, las mías el suyo, sentí su temperatura, sus diminutos pechos parecieron rendirse ante el gran tamaño de los míos, acariciamos mutuamente nuestros pezones, se sentía sabroso, sentía la electricidad correr por mi cuerpo…
Me secó con premura las piernas y casi corriendo fuimos al dormitorio para enroscarnos sobre el colchón, nunca había estado con otra mujer, la dejé tomar la iniciativa, bajó un poco, se detuvo varios minutos para comer mis pezones, para jugar con mis pechos, para comerme lentamente, me estaba derritiendo…
Bajó un poco más, sabía dónde iba, me acomodé y abrí mis piernas para ella, ofreciéndole todo mi sexo, quería que me lo comiera, recliné mi cabeza para observarla, Yuli mojó un pulgar con su saliva para empezar a jugar con mi clítoris, luego el de la otra mano, sentí la yema de su dedo acariciar mi esfínter, el universo pareció detenerse en ese instante, un dedo rodeaba una y otra vez mi botoncito, con paciencia, con cadencia, el otro bordeaba en círculos el orificio de mi trasero, por todo su contorno, pronto deseaba que me penetrara, pero no lo hacía, supliqué:
– Diablos mujer! haz algo, ya no puedo soportarlo…
Yuli estiró su mano hasta el cajón y tomó un vibrador doble, un pene pequeño y otro de mayor tamaño, el grande comenzó a meterse en mi húmeda cueva, poco después, el menor llenó lentamente mi hueco trasero, me sentí invadida por ambos lados, la vibración empezaba a sacudirme, a baja velocidad, llevé mi mano a mi clítoris, no lo soportaba más, mis gemidos tapaban el ruido del vibrador, ella solo me miraba y disfrutaba con mi placer, me retorcí, mordí la almohada, exploté como nunca había explotado en mi vida.
Me sentí rara, una lágrima mitad placer, mitad confusión escapó de mi ojo, ella sacó el juguete de mis agujeros, levantó mi pierna derecha y coló las suyas entre las mías.
Con la fiereza de un tifón comenzó a refregar su vulva contra la mía, tenía la voracidad de una bestia en celo, ella gritaba, yo gritaba, parecíamos estar en trance…
Mi clítoris siguió explotando el suyo también, estaba exhausta…
Pero Yuli no estaba conforme, tomó un arnés con un pene enorme y me lo puso, me causó gracia, nunca me había sentido con un pene colgando, lo moví de un lado a otro, curioso…
Me pidió que le hiciera el amor, fui sobre ella y le llené la vagina, tuve que aprender a moverme como hombre, me rodeó con sus piernas y me hizo empujar más profundo, gritaba, entre gemidos me suplicó:
– Besame, por favor besame…
Acallé sus gritos con mis labios, cerré y comí su boca, acaricié su cuerpo transpirado, recorrí sus femeninas curvas, dejé sus labios, fui a sus pezones…
Después de un buen rato Yuli me dijo al oído:
– Quiero que me sodomices…
Estaba dispuesta a todo, se puso en cuatro patas, su delgado trasero apuntó a mi lado, tomé lubricante y unté su esfínter, un dedo, dos, tres, su anillo amarronado cedía con suma facilidad, apoyé el juguete en él, era peligrosamente grueso, pero se hizo evidente que ella no tenía reparos…
Pronto pasó la cabeza y luego más de la mitad del tronco, la tomé por las caderas y me moví con fiereza, era raro, me sentía dueña del juego, Yuli gritaba más todavía, me estaba volviendo loca…
Después de cinco minutos sin parar no tenía más fuerzas, me retiré, el juguete había dejado un cráter en su trasero, su esfínter parecía latir tratando de cerrarse, pero era solo un reflejo, ella me obligó a metérselo nuevamente, pero ahora solo me quedé quieta dejando que ella se moviera, adelante y atrás, una y otra vez, me tiré hacia atrás rendida, llena de placer, llena de amor.
Pero ella parecía una ninfómana, volvió sobre mí, pasó una pierna a cada lado sentándose sobre mi vientre, su sexo húmedo se refregaba sobre mi ombligo, apreté sus pequeños pechos, avanzó un poco, juntó su sexo con mis pechos, luego se decidió a avanzar un poco más, sus rodillas ya estaban a los lados de mi cabeza, su aroma a mujer invadió mis fosas nasales, su vagina llegó a mis labios, sabía la teoría pero desconocía la práctica, con la ventaja de ser mujer y saber lo que le gusta a una mujer besé su intimidad, enterré la lengua en su túnel de amor, probé su jugo, me sentí hervir, quería darle todo el placer que necesitara, comí su clítoris, pasé por detrás mis manos, dos dedos fueron a su vagina y otros dos a su cola, mis ojos me dejaban ver desde abajo su rostro, sus facciones de placer, sus manos acariciando sus pechos, mis oídos recibían sus gemidos, su respiración agitada, percibí los espasmos involuntarios de los últimos orgasmos que me entregaría esa mujer…
Eran las dos de la mañana, no había tiempo ni deseos de cenar, ambas estábamos ‘llenas y satisfechas’, fuimos al baño, ella apagó la música y las luces.
No acostamos juntas, desnudas, abrazadas, no dijimos palabras, solo recuerdo que nos acariciamos dulcemente y nos besamos hasta quedarnos dormidas.
Tengo los pezones duros, sigo desnuda, mi vagina está mojada, caliente, acabo de pasar la noche más loca de mi vida, no sé cómo llegué a este punto, lo cierto es que ya no quiero volver atrás. Miro el reloj, son casi las nueva de la mañana, por primera vez en años estoy faltando a mi trabajo, no me importa.
Giro sobre mi misma, el sol acaricia ahora mi espalda, Yuli está de costado, mirando a mi lado, frente a frente, profundamente dormida, la miro, acaricio sus largos cabellos, su rostro refleja tranquilidad, como siempre, es tan hermosa.
Medito, perdí muchos años de mi vida, ahora empiezo a vivir mi vida…
La historia que terminas de leer es ficticia
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