Los bíceps en plena tensión y las pesas empañadas en sudor, el ambiente se iba caldeando o ya llevaba demasiados kilos. Levante la vista para ir a dejar la pesa, y en el espejo me vi observado por unos ojos que se escondieron tras una tímida sonrisa. Pelo corto – absurdamente denominado «a lo chico» -, cuello impactantemente blanco y tierno, labios de un rojo acompasado,… Y una camiseta sin mangas y un pantaloncito estrecho para rematar la faena.
La chica ya la había visto por el gimnasio más de una vez, y si la hubierais visto entenderías que pueda describirla con tanto detalle, que si me fije? Ultimamente me estaba volviendo el hombre más cachas del mundo de tanto ir al gimnasio para ver si podía observarla… Observarla para, por ahora, adorarla y quizás follarla, pero sin amarla.
Me sente en una máquina al lado suyo y mientras iniciaba unos ejercicios, con menos peso del habitual, le pregunté que le había hecho pensar a ella que necesitaba un gimnasio, cómo se puede pretender perfeccionar la perfección. Sí, demasiado directo, però no hubiera encontrado otra forma (tampoco fue tan mal como veréis).La chica destapó una enorme sonrisa mientras se quitaba los walkmans…
Pedí una ficha para los rayos uva y sólo entrar mi mano acaparó territorio en su traseró, mientras sus labios enfurecidos buscavan los míos: lazos rojos recorriendo cada parte de nuestras bocas, la saliva extendiéndose por nuestros morros y humedeciendo todo nuestro cuerpo que era ya sólo uno. Pasé una mano por debajo de su camiseta para encargarme de sus pechos, ella rapidamente se apartó. En mi mente, como en los dibujos animados, aparecieros un enorme ? al lado de un enorme !. Pero enseguida se quito la camiseta, que le secó los labios al pasar por su cara. Yo me abalance sobre sus pechos con tal brabura que ella tuvo que apoyarse en un mostrador que tenia detras, su mano derecha buscaba mi pene mientras con la otra acariciaba fuertemente mi espalda. Lo encontró cuando, pasando ella sus piernas alrededor de mi culo, la recliné sobre esa «mesa», y empezó así a masajearme los huevos y el pene hichado con movimientos cada vez más convulsos ya que mi pícara lengua ya estaba reb! entando el lago de sus pezones. Dulces rosas tremendamente duras. Bajé hasta su pantaloncito para desgarrarselo con las manos y así poder quitarle las bragas a mordiscos al compás de sus suspiros, que pronto de convertirían en jadeos que pasarían a ser gritos. El rosa más intenso de sus otros labios enseguida me atrajo con locura, además de que al verlo yo se abrió de par en par invitandome a una fiesta de lujuría irrefrenable. Mientras le chupaba el coño y le succionaba cada alarido de placer, pude levantar la cabeza para verla con los ojos cerrados, la cabeza ladeada y mordiendose el labio con desquicio; en el momento que abrió los ojos, y nos quedamos atónitos, impactados por nuestra severa mirada, algo inconsciente me impulso a lamerla con más fuerza a lo que ella respondió con un chorro de vida en mí boca. Me cogió la cabeza para juntar nuestros labios, mientras nos tocabamos masturbandonos mutuamente, y al oído me susurró: «Follame». Y mientras le ensartaba mi verga le r! espondí: «Vamos a ensalzar nuestros instintos». Tiró el cuello atras cuando la notó toda dentro, y yo le mordí el cuello con locura. Mientras sus piernas me agarraban brutalmente, pude sentir su líquido otra vez, está escampándose por entre mis piernas. La agarré del culo para inflingir más fuerza mientras, cuando saltaban, lamía sus tetas con avidez. La voltee de forma que sus tetas quedaron aplastadas contra el mostrador, y mi mano debajo. Le embestí el coño chorrente, mientras con la otra mano le agarraba la cara y la juntaba con la mía para gritarle «perra, perra». Saque el pene para eyacular donde la espalda pierde su casto nombre.
«Gracias»me dijo. «A ti» respondí yo mientras le mostraba sus bragas en mi mano.