A mi cuñada me la cojo una vez al año, y solo por el culo
Relato de sexo anal e infidelidad
Cada año, por semana santa, la familia nos reunimos en la casa de nuestra abuela Verónica.
Esta construida en las tierras que han pertenecido a ella y a mi finado abuelo desde hace décadas. El terreno es de unas 20 hectáreas y está cerca de un pueblo de pocos habitantes por lo que cuando la familia se reúne dicen en el pueblo, felices por el ambiente festivo que les contamina, que «ya son las fiestas de Santa Verónica»
Yo soy, de los de la familia, quien más la visita a lo largo del año, por lo que he habilitado una parte de la casa para mi uso exclusivo. Los cuartos que utilizo están un tanto aislados, lo que acentué cuando remodelé ya que me gusta andar a mis anchas, desnudo o andrajoso, además de que me agrada mucho la soledad la mayor parte del tiempo que vacaciono o descanso.
En semana santa, cuando ya la mayor parte de la familia ha llegado, salgo de mi cubil más tiempo de lo normal; paseo con ellos por el campo o el pueblo, andamos a caballo, vamos al río, asamos comida, etc. Me gusta pasarla con mi gente pero ya a media tarde me harto y me meto a mis habitaciones a dormir o simplemente a descansar del ruido y la gente.
Eso hice el miércoles santo, me puse bajo la ducha y me dejé acariciar por el chorro de agua. Mi ducha es enorme, era un cuarto adjunto a lo que ahora es mi recamara y mide 5 por 5 metros de lado. Me gusta así ya que me da una enorme y gratificante sensación de libertad, una ventana da a un pasillo y eso permite que por las tardes no solo entre el sol, sino el perfume de un jardín también medio escondido de la casa, el cual cuido de manera exclusiva cuando estoy en la casa.
Estaba a punto de enjabonarme luego de largo rato de mojarme con los ojos cerrados y la cara echada hacia atrás, cuando escuché la voz de Betty, mi cuñada, la esposa de mi hermano Juancho: ¿no te da vergüenza cuñado, estar bañándote desnudo a la vista de todo mundo?
Afortunadamente yo estaba de espaldas a la ventana, donde ella estaba por la parte de afuera, por lo que pude sonreír complacido por su presencia «cuñadita» le dije «el cuerpo es lo más natural del mundo» Ella tuvo que atravesar varios cuartos y un par de puertas semi escondidas, además de recorrer un pasillo casi laberintico, para llegar hasta ahí. «Eres un cínico» me dijo, giré para mirarla a la cara: «¿tú crees?» le pregunté entre desafiante y mordaz al mostrarle mi erección «pues claro que si» dijo ella al tiempo que fijaba su vista en mi pene «si me ayudas a enjabonarme, te juro que me visto lo más pronto posible»
«Estás loco» me dijo antes de voltear su cara al a su derecha lo que me permitió admirar su hermoso perfil «si buscas la entrada» le dije burlón, «acuérdate, tienes que salir al jardín, seguir la pared de tu izquierda, girar en la esquina y entrar por la primera puerta; aunque creo que tiene pestillo y comprenderás que así desnudo y sin haberme enjabonado, no puedo salir en este momento a abrirla»
«No quiero entrar a tus habitaciones» me dijo dando tono irónico a la palabra habitaciones «quiero entrar al jardín, hace tiempo que no lo veo»
«ah pues, detrás de la columna, por tu lado derecho, esta la salida al jardín»
Ella no cambió su expresión adusta, eso me encanta de ella, hace las cosas más extravagantes sin que su rostro muestre signo alguno «ah, sí, ya me acordé, te veo al rato en la cena cuñado, a ver si ya te vestiste»
Me reí en silencio ya que adivinaba su siguiente paso. Me enjaboné sin prisa y dejé que el chorro abundante me masajeara la piel. De pronto sentí sus manos en mi pecho y su boca en mi espalda; se había saltado la cerca tal como hace dos años. Esta ya desnuda y su lengua caliente se deslizaba lentamente de un lado a otro.
Cerré los ojos y disfruté en silencio incluso cuando llegó a mis nalgas y su lengua exploró entre ellas; se levantó después de un buen rato y me hizo girar para mirarme a los ojos «te he extrañado» sus ojos profundamente negros me miraban fijamente, como si me reclamaran todo el año de no habernos visto.
Tomé su rostro con mis manos y la besé durante mucho rato; ella me devolvió el beso con la misma pasión. Luego me dijo: «cógeme». La cargué y la llevé a la cocina, la senté en la enorme mesa de madera gruesa de mi finado abuelo e hice a un lado lo que estorbaba, luego la cargué de nuevo para ponerla boca abajo «no, no, no, no… ah no» me dijo mientras trataba de girar su cuerpo «por el culo no, ya te dije el año pasado que ya no quiero por el culo, ¡cuñado…!»
La miré sin contestarle, la empujé de la espalda para que se pusiera en la posición que más me gustaba de ella: boca abajo, con las piernas colgando y su enorme, carnoso culo apuntando hacia arriba «¡no! ¡no! ya te dije, te ordeno que no» me dijo retorciéndose y apoyándose con las manos para levantarse «por favor cuñadito, esta vez normal ¿si?»
La empujé para obligarla a que se estuviera quieta y tomé mi verga con la otra mano, me acerqué a su culo y la encaminé a mi objetivo «ya, ¡ya! ¡no! de veras cuñado, nunca me has cogido normal, ¡eres un enfermo! ¡ya!»
Sus ruego me enardecían, su culo me volvía loco de deseo «cuñado, mira…» se levantaba lo que mi mano le permitía y volteaba su cabeza para mirarme «ok, ok, te dejo por ahí… pero dame poquito por delante ¿si? y te juro que luego me dejo por donde quieras»
La cabeza de mi pene toco su orificio, estaba apretado como siempre, caliente… «¿ya se lo diste a alguien más?» le pregunté antes de comenzar a empujar «no, a nadie, es tuyo, pero… por favor, esta vez no, me dejas oda a dolorida y con ganas de coger bien»
«¿Y no te gusta?» la cabeza de mi pene comenzaba a entrar; no empujaba desenfrenado, lo hacía con cuidado pero firmemente, como siempre. «si me gusta, me gusta mucho, ya sabes cabrón ¡te odio!» dijo lo último casi gritando y es que la punta de mi pene casi entraba ya «¡ay, maldito! ¡te odio, te odio!» me decía gritando y retorciéndose «¿por qué nunca me coges normal? ¡eres una bestia!»
Me detuve y me incliné hacia ella: «¿no te gusta que mi verga te entre?»
«Si» me dijo en voz baja «pues ya casi te entra la cabeza ¿quieres que pare?»
«No» me contestó en el mismo tono que el anterior pero moviendo la cabeza ahora.
Empujé y por fin entró la punta, ella suspiró hondo y levantó las nalgas, yo comencé a moverme despacio, casi milimétricamente, ella a gemir «ay, ay» emitió, siempre, cada año lo hace cuando lo hacemos, ay es el sonido que me encanta de ella por la forma en que lo hace «ay papito, así, despacio, déjame sentirla toda»
«¿Quieres todavía por la concha?»
«Si, ¡no!, bueno, al ratito, no te vengas… pero como tú quieras…»
«Todo un año espero tu culo» le dije respirando con fuerza, «todo un año deseando cogerte por el culo»
«Si papi, menos platica, métemela más»
«cabrona» le dije sonriéndole cínicamente a su espalda, ella giró su cabeza lo más que pudo para mostrarme su sonrisa maliciosa, lo que me motivó a clavársela hasta donde pude; ella cerró los ojos y gimió, quizá de dolor, quizá de placer «¡ah! no sabes cuánto extrañaba tu verga» dijo entre resoplidos «¿en tu culo?» le pregunté, «¡si! en mi culo»
La saqué casi toda y volví a arremeter, ella gimió con más fuerza «¡ah!… ¡si!… ¡si!, ¡en mi culo, mi culo te extraña todo el año!»
Ya estaba distendido, por lo que empecé a meterla y a sacarla y ella a gemir constantemente «¿de verdad no se lo has dado a nadie, a tu marido?» La sensación de su culo apretado, lo caliente que estaba por dentro, su sumisión, sus gemidos y el placer que mostraba en cada arremetida exacerbaban mis sentidos, mis palabras salían entrecortadas «¡no! a nadie… ¡ah!, ah nadie, ni siquiera a tu hermano ¡ah!» me dijo retorciéndose; tomó mis muñecas, yo la sostenía de la cintura, e hizo fuerza para que pudiera penetrarla más profundamente «con nadie más lo hago mi amor, solo contigo, te lo juro y… y mi culo solamente es tuyo» La mesa comenzó a moverse por mi embestidas, y eso que es una mesa de madera pesada y gruesa, sus gemidos eran ya gritos de placer, pedía más y más y yo ya estaba a punto de venirme.
«Te voy a llenar el culo de leche… te lo voy a llenar cuñada»
«¡Si!, ¡si!» dijo mientras tenía otro orgasmo
La cargué y la llevé a un sillón donde medio nos recostamos, ella recargada en mi hombro: «eres un bruto» me dijo con los ojos cerrados «me encanta», sonrió sin abrirlos.
«¿Dónde está mi hermano?» Fue con Jacinto, Luis, Sarah, Julio y no sé quien más al rancho del tío Laureano; preguntó por ti»
«¿Quería que los acompañara?»
«Si, pero dijo: seguramente esta en sus cuartos escondidos, masturbándose» reímos a carcajadas «voy a andar mallugada como un mes, pero vale la pena mi amor» dijo mientras ponía su mano en mi mejilla para poder besarme, su tono era cariñoso, casi ronroneante.
«Entones, podemos vernos el mes próximo, voy a tu ciudad si quieres»
«No, tu solo quieres darme por atrás y no quiero pasarme los meses toda molesta de ahí, si quieres, nos vemos, pero ya sabes por dónde quiero»
«No» le dije con el mismo tono perentorio, «tu culo es riquísimo, siempre que nos veamos te daré solo por ahí»
«Entonces, mi amor, será hasta el próximo año» sonreía entre coqueta y maliciosa.
«¿El mismo día?»
«Si quieres…»
«Pues aun estamos en miércoles santo» le dije dirigiendo mi mirada a mi verga ya semi tiesa»
«¡No!»
«Si» le dije, ahora sonriendo malicioso yo
«No papi, por atrás no, por favor… por delante ¿si? ya me la metiste por atrás…» mientras protestaba la obligué a que se acostara completamente «papi… no… de veras, dame por delante…»
La besé y le elevé la pierna con mi brazo, luego tomé mi pene y busqué su culo; despegó su boca de la mía: «papi, mi amor, no, te lo ruego, por el culo no…»
Encontré su agujerito que estaba aun abierto, empujé, lo que provocó que ella exhalara profundamente, «¡ah! ¡te odio! ¡te odio!…»
Me moví con energía, sacándola y metiéndola «¿quieres que la saque?»
«¡No!»