Esta historia no puede por menos que ser real, tan es así que forma parte inseparable de mi vida.
Digamos que soy un hombre agraciado, guapo, alto, morenazo, de unos veinticinco años. Comencé a salir con mi mujer cuando ella a penas tenía 17 años, y yo tenía 21 y desde el primer momento me llevé la sorpresa más maravillosa de mi vida: conocí a su madre, una maravillosa rubia, con unos espléndidos 39 años,de preciosas piernas, culo respingón y pecho agraciado. Fue un flechazo, no pude dejar de pensar desde entonces que estaba ante una diosa del sexo y el placer.
Con el paso del tiempo fui ganado en confianza y en simpatía hacia ella, por lo que acudía frecuentemente a su casa. Allí me recibía con una pequeña camisola que dejaba al descubierto sus protuberantes tetas y la costura de sus medias, con lo que mi excitación era completa. No podía dejar de mirarla como un hombre mira a una mujer cuando está encendido. Cuando hacía el amor con su hija sólo podía pensar en ella, me la imaginaba agarrando sus uñas en mi culo para clavarle mi gorda polla, besándola todo sucuerpo y estallando de placer en su interior.
Pronto comencé a verla sin estar su hija presente. Ella tenía una tienda de cosméticos cerca de mi trabajo y allí acudía yo, con cualquier excusa, a diario sólo para contemplarla. Era un espectáculo, ya que atendía con peqqueñas faldas cortas que dejaban entrever su maravilloso culo. No desaprovechaba la oportunidad para alabarle su belleza, su elegancia, su juventud, a lo que ella respondía con una sonrisa.
Todo esto fue en aumento, la acompañaba, trataba de besarla cerca de la comisura de sus labios, la acariciaba la cintura cuando me acercaba; un precioso juego de excitación.
Finalmente estos juegos no me llenaban y un día la agarré fuertemente de la cintura y la dije que la deseaba como mujer; ella se separó de mi y azarada me dijo que ella estaba muy enamorada de su marido y que aquello no estaba muy bien. Aunque me dio una pista definitiva: «esto se lo haces a todas». Ahí creí ver que tenía celos de mi afición a ser galante y cortejador de mujeres, por lo que le contesté que sólo con ella por que la deseaba y a continuación la besé en la boca.
Cerró la tienda por fuera y nos metimos en la trastienda donde con ímpetu me apoyé sobre su cuerpo y agarré fuertemente sus nalgas. Presa de su excitación no tardó en tocarme mi voluminoso paquete, bajándome la bragueta y comenzando a succionarlo con apasionamiento. Tras un rato la dí la vuelta y levntando su minifalda y arrancándole las bragas comencé a follármela por detrás, embistiendo su sonrojado culo hasta que gritaba de gusto. Luego ella me tumbó en el frío suelo y comenzó a cabalgarme como ninguna joven amazona jamás hubiera podido. Desde ahí podí tocarle sus duros pezones y chuparle las tetas. Finalmente y en un arrebato de locura, la puse a cuatro patas y la penetré por el culo, a todo ello ella gimiendo que por allí todavía era virgen, lo que me dio más morbo y provocó en mí una furia desatada, bombenado su dulce culo.
Cuando me iba a correr saqué mi polla y ella abrió su boca para recoger mi caliente e incontrolado semen. Me corrí en su boca y ella se lo tragó todo.
Después de aquello no besamos como dos enamorados y nos dijimoes que había que controlar esta situación, aunque desde entonces aprovechamos cada ocasión en la que podemos encontrarnos a solas para dar rienda a nuestra pasión prohibida, o bien ella con su marido o yo con su hija, cerramos los ojos y volvemos a hacer el amor con nuestra amada imaginándola.