Hace cuestión de un mes atrás, se me acercó el dueño de la tienda que se encuentra al lado de mi oficina, pidiéndome que lo orientara en algo de índole personal, ya que a su criterio yo soy una de las pocas personas que conoce, que tiene una basta cultura sexual, y para halagarme me recordó el sin número de veces que estando en mi oficina, ocasionalmente había visto a mis secretarias tomando mensajes dejados por muchas de mis amigas, en los cuales confirmaban una cita o manifestaban estar contentas de haber pasado la noche o el día anterior conmigo.
Bueno, luego de escucharlo, por un momento le indiqué fuera al grano, lo cual realizó sin dilación. Resulta que Miguel se encontraba recién casado, pero no estaba conforme con su desempeño en la cama con su esposa, aunque ella aparentemente no se quejaba, él se daba cuenta de que ella, o mejor dicho el cuerpo de ella pedía más de lo que él le daba, me comentó que había usado varias técnicas, hasta se había masturbado antes de meterse a la cama, pero al final el resultado era el mismo siempre: El se venía y ella se quedaba mirando como esperando algo más.
Ante tal situación pasé a realizarle varías preguntas, a las cuales la mayoría de las respuestas era NO, o preguntas como ¿Y eso se puede hacer?. Por sus cortas respuestas y ocasionales preguntas, me di cuenta que me encontraba ante un analfabeta sexual, por lo que pasé a orientarlo sobre los elementos más básicos en torno al sexo a lo más elaborado, pero al final la respuesta de él fué «Yo creo que mejor lo invitó a mi casa para que también se lo explique a mi mujer». Al principio me negué, pero al final acepté no por la insistencia de Miguel, sino más bien por la curiosidad de conocer personalmente a su mujer, ya que él se refirió a ella en varias oportunidades, como «La mejor hembra del mundo», lo que como les dije me produjo una gran curiosidad, por lo que nos citamos en su casa, la noche del día Viernes.
Llegué a su casa el Viernes en la noche como habíamos quedado el día anterior. Fué ella quien abrió la puerta, ahí estaba Mará una belleza de ébano, como nunca había visto, de hermosos senos, sonrisa pícara, mirada enigmática y un hermoso culo. Todo su cuerpo oculto debajo de una especie de manta o bata de hilo que al traslucir la luz dejaba poco a la imaginación, una vez que me presente, llegó Miguel y nos ubicamos en la sala, él trajo unas bebidas y me di a la tarea de comenzar de nuevo la orientación. Al principio mi idea era que fuera algo teórico, terminar y marcharme a una cita. Pero apenas comenzó la clase, me di cuenta que esas no eran las expectativas de Mará, al yo insinuarle a Miguel que a medida que yo les hablará ellos fueran realizado las acciones, él manifestó que aprendería más si nos veía en acción, al decir eso el rostro de Mará se iluminó de alegría, yo me quedé algo sorprendido, pero lo disimulé rápidamente, luego de evaluar la situación accedí gustoso.
Lo primero que sugerí fué el darnos un baño juntos, Mará y yo luego de desvestirnos nos metimos a la bañera, al principio con algo de cierta timidez fingida por parte de ambos, nos fuimos enjabonando mutuamente, los brazos, la espalda, y así sucesivamente el resto del cuerpo, la enjabonada pasó a ser un masaje corporal completo donde todos y cada uno de los rincones más íntimos de nuestros cuerpos fué explorado por las manos del otro. Mará, como les dije, tiene un culo hermoso, sus caderas no son excesivamente anchas y lo que más atrajo mi atención en ese momento fué la ausencia de vellos en su concha, se veía como la de una nena, pero al abrir sus piernas se observaba que sus labios y su clítoris eran lo de toda una mujer hecha y derecha. Ella por su parte la mayor parte del tiempo me tenía agarrado por mi verga, sobándola, pasándola de una mano a la otra, acariciándola hasta casi hacerla reventar de gozo. Al final nos dimos una ducha bien fría y nos secamos de igual manera mutuamente, el rostro de Mará reflejaba una felicidad total cada vez que mis manos tenían contacto con su vagina. La tomé de la mano y la llevé a la cama, a todas estas Miguel permanecía en la penumbra del cuarto, haciendo una que otra pregunta a la que ella o yo respondíamos, ya en la cama se acostó boca abajo, yo por mi parte como había llevado un aceite con sabor a menta y chocolate, me lo eché en las manos y me di a la tarea de darle un masaje a Mará por todo su cuerpo, desde los pies hasta el cuello, desde luego pasando por entre sus nalgas y muslos, cada vez que mis manos hacían contacto con su culo Mará levantaba las nalgas y los suspiros o quejidos de placer no se hacían esperar. Yo por mi parte me dilataba en penetrarla, ya que tenía la expectativa de que Miguel en cualquier momento me dijese que él podía continuar, pero no fue así, en una de esas levanté la vista y lo observé masturbándose mientras yo le pasaba mi lengua por el cuerpo a su mujer, en ese punto me despreocupé de él. El aceite que le unté a Mará tiene la peculiaridad que al contacto con la saliva, cambia de temperatura. Mi lengua buscó su vagina y mientras más adentro llegaba ella más abría sus piernas y me pedía que se lo metiera, no la hice esperar más, me coloqué a su espalda y mi pene encontró de inmediato el camino a su vagina, al tiempo que la penetraba. Yo había metido una de mis manos entre sus nalgas y con mis dedos comencé a jugar con su esfínter, mientras que con la otra mano le acariciaba los labios de su vagina y posteriormente su oscuro clítoris. A medida que la fuí acariciando, ella fué moviendo más y más sus caderas, su voz de un susurro pasó a ser un grito de placer, Mará había alcanzado varios orgasmos desde que comenzamos a bañarnos, pero ella había procurado contener la expresión de los mismos, quizás por consideración a su marido que nos observaba con la boca abierta, sentado en un sillón del cuarto, o sencillamente porque así era su estilo. Llegó el momento en que yo sobre excitado al sentirla gritar de placer eyaculé dentro de ella, hasta que nuestros cuerpos se fueron deteniendo.
Una vez que los dos terminamos nos quedamos acostados viendo el techo, así permanecimos un rato, hacía tiempo que no me acostaba con una mujer tan caliente como Mará, mientras yo hacía algo de memoria, Mará se me acercó y su boca buscó la mía, de inmediato nos quedamos en un largo y ardiente beso, mi lengua penetraba su boca, jugaba con sus labios, mientras la lengua de ella hacía el mismo ejercicio, el calor entre los dos fué subiendo, hasta que llegó el punto en que al vernos a los ojos ambos sabíamos lo que el otro quería. Mientras tanto Miguel se había levantado y salido de la habitación, mi boca y mi lengua volvieron a recorrer todo su cuerpo, hasta el momento en que ella con sus labios se puso a chuparme la verga. Yo me quedé tendido en la cama mientras ella me daba una clase de mamada como nunca me la habían dado, al momento Mará se acostó a mi lado poniéndome sus nalgas en mi cara al tiempo que ella continuaba mamándomelo, yo con mi lengua le lamí todo el culo, con mis dedos le abría más las nalgas, para con mi lengua masajear su esfínter. De golpe los dos no aguantamos más yo le solté las nalgas y me le monté encima, ella se había colocado en cuatro, al momento en que se lo metí por el culo, comenzamos a culear y la negrita al tiempo que movía sus caderas, a gritos pedía más, en eso levantó la vista y vió a su marido el cual había regresado al sillón y se estaba masturbando de nuevo, ella al verlo comenzó a reír y yo no pude contener mi risa tampoco, creo que el saber que Miguel nos observaba con los ojos entornados y jadeando, nos excitaba más aun y mayor era nuestro gozo, hasta el punto en que Mará pidió que le diera vuelta y se lo metiera de nuevo en su pelada raja, cosa que hice de inmediato. Ella colocó sus piernas sobre mis hombros dejando a la vista todo el esplendor de su coño, mi verga de nuevo entraba y salía de Mará, el contraste de su piel color azabache, tragándose mi pinga, era un espectáculo único, yo con una de mis manos le agarraba sus bien formadas tetas, al tiempo que ella daba chillidos de placer, mientras que con la otra le hurgaba su clítoris. Así continuamos hasta que yo no pude contenerme más y otro chorro de esperma salió de mi pene, Mará por su parte al darse cuenta que yo me estaba viniendo se lo sacó de su coño y se lo llevó a su boca, chupando todo lo que salía, hasta que al final los dos nos quedamos nuevamente tendidos en la cama.
En la madrugada sentí que Miguel me llamaba, Mará aun dormía completamente desnuda, así se podía apreciar aun más la belleza de su cuerpo, me levanté procurando no despertarla, me dirigí al cuarto de baño, me duché y me vestí. Al salir del baño Mará continuaba dormida con su hermoso culo color azabache al aire, agarré una sabana de satín blanco que había al pie de la cama y la cubrí con ella, le di un beso en su frente y me retiré de la habitación, al llegar a la sala observé a Miguel viendo la tele, en realidad se estaba masturbando otra vez, mientras veía un video que nos había tomado a Mará y a mí. Para no sacarlo de su concentración me retiré en silencio.
A los quince días de ese encuentro con Mará, ella llegó a mi Bufete de Abogado solicitando que la divorciara de Miguel, ya que ella había aceptado y disfrutado de la orientación que les brindé, pero que su marido, no había aprendido nada, solo se la pasaba viendo el vídeo y masturbándose. La noche anterior se había presentado con otros dos tipo a su casa y le había pedido a ella que hiciera lo mismo, cosa que Mará rechazó, retirándose y encerrándose en su habitación, cuando al rato sintió el vídeo prendido y se asomó con sigilo, cual no fué su sorpresa al ver a su marido que era sodomizado por uno de los hombres mientras se lo mamaba al otro. Yo le expliqué a Mará que debido a la relación que existió entre los dos no podía representarla como su abogado, pero se la referí a una colega, el cual pasó por algo similar, de paso creo que el divorcio va a ser rápido, ya que ella también grabó en video lo que pasó en la sala de su casa.