Cuando acabamos de coger me separé de Andrés y se quedó recargado en el peinador, agachado, aún presa de la excitación y el ardor de la cópula anal. Vi con morbo la mancha blanca embarrada en la madera a la altura de su cadera aun caliente, chorreando, donde su semen había sido lanzado si tocarse.
Entre sus blancas piernas abiertas miré los pequeños testículos suaves y la verga achicada. Observé el hermoso trasero, suave al tacto y esponjoso, aun más el estupendo ano juvenil. Era de esos anitos casi infantiles que se aprietan para evitar ser violados, pero a penas logras meterles el glande son suaves y los puedes penetrar muy fácil. El de Andrés era suave de penetrar, quizá de tanto uso, pues a pesar de tener solo 15 años hacía ya 2 que se dedicaba a esto. Caminando despacio volvió a la cama…
– ¿A poco aun te duele?- Miro sus grandes y hermosos ojos cafés y se acuesta a mi lado.
– Sí
– Pero si coges mucho.
– Sí me gusta… Pero.
– Vi el chorrote de leche que aventaste.
– Si, las tengo que dar de perdido la gozo.- Toqué el pene y los huevos.
– Tienes un buen equipo. Pero dime cómo empezaste en esto de la dada de nalgas?
– Como muchos que conozco: Un ofrecimiento casual de repente. Yo estaba en la secundaria en 1 año en la tarde y casi nunca traía dinero. Desde un año antes le ponía a la mota de vez en cuando y ya me hacía falta un toque, así que saliendo me fui allí cerca y empecé a lavar vidrios, hasta que llegó un tipo en su carro y me dijo que cuánto le cobraba por jalársela, que porque estaba bien bueno y se me veían las nalgas con madre y no sé que más. Me molestó y me alejé, pero me siguió porque al rato ya cuando iba a la casa me alcanzó.
– «Órale, yo se que va gustar y doy una buena lana. Te doy lo que quieras». En ese momento pensé, en que dinero era lo que yo necesitaba. A lo mejor me podía fumar un cigarro y luego hacerle la puñeta. Así no me iba a dar cuenta.
– Bueno, pero quiero 300 pesos.
El dijo que sí y que me subiera. Me subí y me fui con él allá por la colonia Morelos donde tenía una casa. Cuando llegamos me bajó del brazo y pasamos a la sala. Allí me dejó y se alejó a un buró del que sacó un cigarro de mariguana y lo encendió; Tras una gran chupada me observó de pies a cabeza con atención. Me acercó el cigarro y dijo que le fumara. Lo tomé y le di una chupada larga y sentí que el humo entraba a mis pulmones. Pronto sentí que me retumbaba el pecho y zumbaban lo oídos y pensé «Con esto no voy a sentir nada, nomás me lavo las manos y ya, ni quien se de cuenta». -Fúmale mientras te quito la ropa-, me dijo. Al decir eso ya ni me daba plena cuenta, pues estaba mareado e incluso me había parado y ni cuenta me di cuando el tipo me bajó los pantalones y los calzones. Mi verga quedó al aire, la tenía dura. En eso pensé que para qué me bajaba los pantalones si nomás se la iba a jalar.
– «Estás pendejo si crees que nomás me la vas a jalar por 300 pesos. Te la voy a ensartar por el culo-. No me asusté sino que me excité más.
– «Pues órale» – le dije volteándome para que viera mis nalgas.
Para qué te cuento qué paso ese día, o esa tarde.
-¿Te chingó? ¿Y apenas tenías 13 años?
– Si. El me llevó a la cama y me puso de panza, con las piernas un poco separadas, tocándome el culo mientras se quitaba la ropa. Con el efecto de la droga me sentía importante de estar haciendo algo que los niños de mi edad no hacían. Me emocionaba el estar con un degenerado y saber que pronto me iba a meter una parte suya en el culo. Me levantó un poco las nalgas y sentí algo duro y caliente en la cola. Casi ni sentí el momento en que me penetró, porque no dolió sino que sentía caliente y te juro que pude sentir el momento en que la cabeza se deslizaba dentro. Luego me bombeo por un rato largo, sudando sobre mi hasta que sentí el líquido caliente dentro del intestino. Me la sacó despacio, sintiendo la desagradable sensación de vacío dentro de mí. Mareado, oí como aun pronunciaba frases de: «Hijo de tu madre , qué bueno estás». Me tiré cansado en la cama, encuerado sintiendo el chorrear de la leche entre las nalgas. Allí me di cuenta de que yo me había chorreado y que mi semen estaba en la cama.
– ¿Te gustó, putito?
– De a madre- le dije
-¡Te echo otro?
– Pero me das otros 100.
– Te doy puro chile, cabrón, bien que te gustó, si hasta estabas brincando y pujando. Puto hijo de la chingada; Si te veía la cara de felicidad, joto pendejo.
– Y te dio tronco?
– Si, y que bruto, me puso el culo rojo de la chinga. Pero luego de eso me fue a dejar ceca de la casa. El relajo vino al día siguiente cuando mi mamá halló sangre en la trusa y me llevó al doctor del barrio, un tipo viejo y que sabía que le gustaba el arroz con popote. Y casi salta de gusto cuando halló entre sus manoseos y hurgadas que me habían hecho el sexo anal. Se armó la gorda, mis papás diciéndome que era un caliente y que era un joto y lo que hicieron fue meterme al reformatorio. Allí fui la vieja de todos, a pesar de que no quería, se aprovechaban de mí porque estaba bien pendejo y era menor que lo otros. Cuando pasaba por los pasillos todos me agarraban las nalgas y en los baños me agarraban el pito. Varias veces en las regaderas me metieron un palo de escoba, 2 ó 3 veces, y hasta se las mamaba a los guardias con tal de que me dieran de comer. Por eso mejor me escapé y no dejé que me volvieran a agarrar. Pero como estaba bien metido en esto pues le seguí para conseguir dinero ya vez, aquí estoy dándote las nalgas.
– Pues bueno, empínate otra vez en el peinador.
Se levantó y se colocó en posición para cogerlo. El solo se abrió los glúteos y dejó que colocara mi pene en el punto exacto y luego le deslicé la verga al fondo.