Este es una fantasia que me gustaria cumplir, me gustaria disfrazarme de monja y junto con Carlos disfrazado de sacerdote hacerla realidad.
Esta historia, producto de mi mente, comienza una mañana de verano en El convento de San Antonio, las monjitas Sor Maria y Sor Teresa colaboraban con la limpieza del convento al llegar cerca de la habitacion de la madre superiora un murmullo llamo su atencion, se acercaron en silencio y contemplaron algo que las dejo perplejas, la madre superiora se encontraba de rodillas con el habito arremangado hasta la cintura siendo penetrada analmente por el peon del establo , un joven de unos 25 años.
La madre superiora una mujer de 55 años , de contextura robusta, contestaba con fuertes empellones los embates del joven, sus nalgas rollizas, se movian al compas de un ritmo frenetico, mientras jadeaba y balbuceaba palabras obscenas, inimaginables en la boca de una religiosa.
Sor Maria, se frotaba la vagina por sobre el habito y sor Teresa, mas audaz, pegaba sus pechos a la espalda de Sor Maria, la lengua de Sor Teresa, recorria el cuello de Sor Maria, que miraba absorta el momento en que el peon del establo se descargaba en el ano de la madre superiora.
Por miedo a ser descubiertas, se alejaban del lugar en busca de un lugar mas alejado, para saciar sus instintos sexuales, en vista que el peon estaba tan ocupado, el establo seria el mejor lugar.
Se recostaron en el heno y comenzaron a besarse apasionadamente, las manos de sor Maria se abrian paso en la vagina de Sor Teresa, cuando un rebuzno, llamo su atencion, y contemplaron a un burro, pastando tranquilamente, una idea libidinosa paso por la mente de las religiosas
Se acercaron al burro y comenzaron a acariciarlo, su largo miembro, comenzo a alargarse, y sor Maria no resistio la tentacion de tenerlo en su boca.
Chupo y chupo hasta que una fuerte descarga inundo su boca, sor Teresa, la beso en la boca y su lengua saboreo su saliva mezclada con el semen del burro.
Sor Teresa se saco sus habitos y abrio su vagina, para que el burro la hiciera su hembra. El miembro del animal la penetro profundamente arrancandole un grito de dolor, el burro empezo a bombear y la monja empezo a gozar y a gritar como poseida, hasta que chorros de semen brotaban de su vagina. Sor Maria esperaba su turno, para gozar y lo hizo hasta el borde de la locura, habian descubierto la zoofilia y nunca la abandonarian.
Se despidieron con un beso de lengua de su amante animal y salieron sonrientes en busca de la luz del sol.
Luego que las libidinosas monjas hubieran disfrutado del pene del burro, sus apetitos sexuales se acrecentaron, por las noches, se sucedian las escenas de lesbianismo y zoofilia, cierto dia unos monjes, que marchaban en peregrinacion, pidieron asilo en el convento y las monjitas, se propusieron terminar con la castidad de esos monjes.
Tres de los monjes, uno de ellos de raza negra se encontraban en la sacristia orando, escucharon ruidos extraños y se acercaron sigilosamente y vieron como las dos monjitas en un rincon se besaban apasionadamente, los monjes lejos de ruborizarse por la situacion, se acercaron a las monjas y de entre sus habitos asomaron sus poderosos penes. Sor Maria, tomo entre sus labios ese maravilloso y grueso pene de color negro y lo introdujo en su boca. Sor Teresa hizo lo propio con el pene del segundo sacerdote, mientras que el tercer sacerdote hundia su cabeza entre el habito de Sor Teresa, en busca de su vagina a la que lamio y lamio en señal de sumision hasta arrancarle un estrepitoso orgasmo.
Sor Maria fue penetrada analmente por el poderoso pene del negro que la follaba despiadadamente.Los otros monjes penetraron doblemente arrancandole espasmos de placer. Cuando los monjes se hubieron vaciado en el interior de las monjas uno de ellos, fue al corral en busca de un macho cabrio, animal que muchas culturas asocian con la encarnacion del diablo en las misas negras, las monjas miraron al animal con la fantasia de ser penetradas por el mismo demonio.
En ese momento hubieran entregado su alma por el goce tan prohibido, las monjas fueron penetradas analmente por tal imponente animal, recibieron su semen en su interior y lo bebieron en señal de pecado, los monjes que no podian mas de la excitacion eyacularon sobre los rostros angelicales de las lascivas monjas.
Dias despues los monjes prosiguieron su camino y las adorables monjas habian sumado un animal mas a su vida zoofilica y la firme conviccion que por sus vaginas pasarian todos los machos, de todas las especies.