Hace aproximadamente unos tres años, yo me dedicaba a la venta de productos informáticos para empresas, por lo que tenía que hacer a diario visitas personalmente a fábricas, almacenes y oficinas de mi ciudad.
No es un trabajo especialmente agradable, ya que te pateas todas las empresas del mundo y la mayoría de los días, como se suele decir «No se vende una escoba». Sin embargo, a veces se pueden utilizar trucos y tácticas de venta muy útiles como la persuasión. Me explicaré: Siempre me ha gustado llamar la atención a la hora de vestirme, pero además para este tipo de trabajo era un «Buen gancho» el ponerse lo más sexy posible. Imagínate, yo por entonces tenía 21 años, muy llamativa, rubia, de pelo largo, ojos verdes, boca sensual.
En cierta ocasión, en una de mis visitas yo vestía con mi atuendo sexy: Una blusita brillante, ajustada, de color verde botella con buen escote, una faldita corta de cuero negro que enseñaba bastante mis muslos y unos zapatos de tacón. Me presenté a la secretaria de gerencia y pregunté por el jefe. La verdad es que el tío me hizo esperar más de una hora, porque al parecer estaba en una reunión y eso que le había pedido cita con antelación. Me entretuve ojeando alguna revista de informática y de economía que había sobre una mesita. Al rato (bastante rato) entró él, era un hombre de una edad incalculable a simple vista, yo le echaba unos cuarenta años o quiza más, ya que las chicas que aparecían en la foto aparentaban unos 16 o 18 años. Era fuerte, alto, moreno, con bigote.
– Perdóneme señorita, he estado en una reunión y no he podido atenderla antes, cuanto siento haberla hecho esperar.
– No se preocupe, estoy acostumbrada. – le contesté cortesmente.
– Por favor, siéntese y si no le importa ¿Nos podemos tutear?.
– Encantada, a mí me resulta mucho más fácil si nos tuteamos.
– Estupendo, pues siéntate, por favor -, me dijo señalando la silla que estaba frente a él.
Después de desnudarme con la mirada, se sentó en su sillón y yo hice lo mismo en el mío. El caso es que fuimos conversando al principio de cosas sin importancia, como el tiempo y esas cosas, me ofreció un refresco, luego un cigarrillo y al rato, mientras me agachaba a coger de mi maletín otro folleto, me dijo:
– Oye, perdona… ¿Sabes que eres una preciosidad?
– Gracias. – respondí con una sonrisa de agradecimiento.
De pie como estaba, yo movía las piernas cambiando de postura y él sudaba observándome y aguantándose por no meterme mano en algún momento. Volvió al ataque:
– Perdona, pero es que te estoy mirando y tienes un cuerpo maravilloso…
– Vamos, veamos las fotos. – contesté intentando disuadirle, aun sabiendo que él no se iba a rendir facilmente.
Llegó un momento en el que se le veía más excitado, incluso podía notar su erecto pene a través del pantalón. Le puse más a prueba y le dije:
– Sí no te importa, me voy a sentar en la mesa, para estar más cómoda y mientras te voy enseñando los catálogos, porque de pie es algo incómodo…
– No, no, claro. – contestó él muy contento.
Así que me senté sobre la mesa practicamente frente a él, crucé las piernas a pocos centímetros de su cara, hice mis movimientos super sexys y le sonreí , pero ya os podeis imaginar : la postura de una joven sexy en minifalda, sentada sobre su mesa al alcance de sus manos……
– ¡ Oye ! ¿que haces? – protesté yo enfadada mientras le retiraba la mano.
– Perdona… – se disculpó él – pero fue un arranque de locura…
Seguimos viendo fotos de los productos en sus distintas categorías y formas. De nuevo me miró las piernas y el escote y me preguntó:
– Tu te llevarás una buena comisión por todo esto ¿no?
– Bueno, eso depende del volumen de venta. – le contesté.
– Yo te haría un pedido, pero claro, tus precios son más elevados que los de la competencia, si no me ofreces algun descuento o alguna ventaja… – comentó con ironía. Sin apenas darse cuenta estaba cayendo en la trampa. Con cara de inocente le dije:
– Descuento no puedo ofrecerte, ya que los precios son muy ajustados, ventaja… no se me ocurre…
– Bien… – dijo él cortándome- yo tengo en la empresa unos 90 ó 100 equipos a los que les haría falta unos filtros protectores para monitores….sería un buen pedido ¿no crees? Hizo una pausa. Se arrascó la cabeza y siguió:
– …quizas por 90 ó 100 filtros…
– Por 90 ó 100 filtros ¿que? – pregunté con impaciencia.
– Pues que si….¿me enseñarías tus braguitas? – preguntó de repente.
Le miré con cara de sorprendida.
– ¿Como?. Vas muy directo ¿no? – le dije.
– Bueno… tu sacarías beneficio y yo lo sacaré viendote a ti.
– Para nada, olvídate de ello. – contesté rotunda.
– Anímate chica, recuerda la comisión…
– No, yo no hago ese tipo de cosas, me parece una pasada.
Estaba muy excitado y cada vez más empalmado, su «bulto» quería salirse del pantalón a toda costa.
– Recuerda, son 90 ó 100 filtros… – insistió.
Yo me estaba poniendo excesivamente dura con él.
– No me parece buena idea, además, podría entrar alguien… – le dije.
– No hay nadie, se han ido todos a comer, estamos solos. Solo está el vigilante y no nos molestará – contestó rotundo.
– Me da vergüenza – insistí de nuevo muy recatada.
– ¡Vamos bonita! – me animó – recuerda que sacaras una buena comisión…
Me hice un poco la remolona, pero seguí su juego que al fin y al cabo era el mío, total la cosa no podía acabar muy lejos, o al menos eso creía yo.
– ¡Esta bien!, tomaré nota de 100 filtros. – respondía yo mientras apuntaba el pedido en cuestión.
Ya no le hice esperar más y 100 filtros me parecía justo por verme solo las bragas, así que me levanté de la mesa, me solté los botones de la falda, me la bajé lentamente y me la saqué por completo. Se quedó boquiabierto al verme con mis braguitas de encaje…..
– ¡Las manos quietas! – le increpé.
– Esta bien. Veo que me va a costar caro, ¿por 100 alfombrillas y 100 ratones nuevos podría ver tu sostén?
– No sé… – comenté yo.
– Vamos mujer, que te haré un buen pedido, ya verás…
– De acuerdo. Pero solo eso ¿eh?
Asi lo hice, me solté los botones de mi blusa y a través de mi escote le enseñé mi sostén igualmente negro, igualmente sexy e igualmente ajustado y diminuto, con su lacito en el centro.
– Venga, sácate la blusa – me rogó bastante nervioso.
No quise hacerle esperar mucho más y me quité la blusa por completo quedándome en ropa interior frente a aquel hombre que se iba poniendo cada vez mas nervioso.
– 100 alfombrillas y 100 ratones… – comentaba yo mientras tomaba nota del nuevo pedido.
Se quedó observándome de arriba a abajo durante un buen rato. Estaba claro que lo que más le interesaba en ese momento era desnudarme más que la compra de cualquier cosa.
– ¡Que cosa más linda! – me soltó con admiración que yo agradecí con una inclinación de cabeza y con un sonrisa. Hice un giro.
– ¿ Te gusto? – le pregunté con carita de niña buena.
– Me encantas… Dime ¿Qué tengo que comprar por quitarte esa ropa interior? – me preguntó.
– ¿Por quitarmelo todo? – le pregunté alarmada.
– Si, amor… dime, ¿Cuánto me costaría que te desnudara?
– ¡No! De eso ni hablar. Creo que eso ya es demasiado. Mejor lo dejamos así… – dije yo, consiguiendo impacientarle, mientras recogía mi blusa dispuesta a ponérmela.
– Vamos, sabes que estoy en tus manos. Por favor, dime ¿Cuál es el pedido por quitarte yo mismo ese bonito conjunto negro?
Me quedé pensativa, intentando averiguar hasta donde llegaría todo aquello. Lo cierto es que nunca me había lanzado tanto, pero la situación aparte de haber llegado bastante lejos me iba excitando cada vez más, me apetecía mucho darle ese gusto…
– Yo no me desnudo así como así, delante de nadie. – dije rotunda negando con la cabeza.
– Pero mi vida, tu pones el precio. Puede ser mucho dinero para tu empresa, lo que significará mucho dinero para tí.
– ¿Seguro? – pregunté.
– Si, venga, ¿Qué tengo que pedir por desnudarte?
Volví a pensar mirando hacia el techo.
– ¡Esta bien! – dije – El precio son : ¡50 impresoras láser!
– ¿Cómo? – preguntó asustado.
– Pues eso… ¡50 impresoras!.
– Cariño, creo que te has pasado.
– No, no me he pasado. Ese es el precio para que me quites la ropa, así que… tu mismo.
– Mejor lo dejamos en 30 impresoras… – me dijo.
– 40 y cerramos el trato. – respondí.
No lo dudó por mucho tiempo y asintiendo con la cabeza, dejó que tomara nota del nuevo pedido y nos colocamos en pie el uno frente al otro. Se pasó la lengua por los labios relamiéndose de gusto, preparado para despojarme de mi conjunto negro. Algo más nervioso, se arrodilló ante mí y metiendo sus manos en los elasticos de mis braguitas, fue bajando estas por mis muslos hasta sacármelas por completo, admirando mis piernas a medida que avanzaba hacia mis pies. Toda desnudita me quedé frente a él. Con sus ojos recorría mi cuerpo por entero y muy especialmente en mi sexo que estaba muy recortadito con una línea de vello negro alrededor de la rajita.
– ¡Pareces un sueño! – dijo. ¡Eres preciosa!
Esas palabras me hicieron sentir un escalofrío de gusto que recorrió todo mi cuerpo, sintiendo como mi chochito se humedecía.
– ¿Qué te parece si aumentamos el pedido en otras 40 impresoras de chorro de tinta a color? – le pregunté mientras me pasaba la lengua por los labios y acariciaba mis pechos, mi cintura y mis caderas con toda la sensualidad del mundo.
– ¿ A cambio de que?- preguntó intrigado.
– Pues te desnudo yo a tí y dejaré que me acaricies. ¿Te parece caro?
– Me parece que estoy soñando. Toma nota y empieza ya. – dijo él muy excitado.
Le saqué la chaqueta y sus manos agarraron suavemente mi cintura, tenía las manos frías y sudorosas, acariciaba con sus manos mis caderas, luego le solté la corbata y me acarició la espalda, le solté el cinturón y los botones de la camisa. Pude observar como se concentraba en mi masaje y cerraba los ojos. Seguí acariciándole. Tenía un cuerpo bonito, bien proporcionado y cuidado, seguramente practicaba deporte habitualmente, ya que tenía una buena musculatura.
– ¿Te gustaría que te comiera la polla?
Me sonrió.
– ¿Estas de broma?, es lo que más deseo en estos momentos. – respondió con la voz temblorosa.
– Te costará… 25 ordenadores portátiles.
Ni siquiera discutió el precio ni la cantidad. Apunté el pedido, volví a arrodillarme frente a él que seguía sentado en el sillón. Le agarré su tieso miembro y suavemente empecé a chuparle los huevos, con mi lengua fui subiendo por toda su polla…
– ¡Cómemela ya ! – me gritaba desesperado.
Quise darle más gusto haciéndole desear ese momento de introducirme toda su polla en mi boca. Seguí acariciándole los muslos mientras mi lengua recorría su dura verga. Iba una y otra vez desde la punta hasta la base y viceversa recorriendo aquel pene con toda la calma del mundo… Decidí no hacerle esperar mucho más y me metí todo el glande en la boca. Su respiración paso de ser acelerada a casi fatigada. Apreté fuertemente los labios notando todo su perímetro entrando en mi boca. Empecé a bajar y a subir hasta la mitad del erguido aparato.
– ¡Que maravilla, que gusto me das!… Nunca me lo habían hecho así.
Seguí en mi labor de entrar y salir hasta la mitad de su miembro, pero noté como estaba a punto de eyacular y decidí entrar y salir pero más a fondo, como si fuera ganando terreno cada vez más. Yo notaba como aquello le producía un gusto enorme.
– ¿Te ha gustado?
– ¿Qué si me ha gustado?. Ha sido… ¡Memorable! – me dijo con admiración.
Me sentí halagada. Volví a pasar la lengua por mis labios recogiendo las últimas gotas y le contesté sonriendo:
– Gracias.
Siguió observándome.
– ¿Completamos el lote y te como ese precioso coño…? – dijo eufórico señalando a mi ardiente sexo.
– Apuntaré 10 ordenadores completos con CD-ROM. – comenté tomando nota en mi bloc del nuevo pedido.
Me tumbé sobre la mesa poniendo mi coñito en el borde, mientras abría las piernas. Acercó su sillón de ruedas y puso su cara a unos centímetros de mi húmedo sexo. Se quedó un buen rato mirándolo, observando cada centímetro, explorando cada curva. Mientras acariciaba mis zapatos de tacón negros como si fueran de cristal, con su lengua recorría lentamente una de mis piernas, desde el tobillo hasta el muslo, volviendo a bajar por la otra pierna en sentido contrario, volvía a la otra.
– ¡ Mmmmmmmm !, ¡ que gusto!, ¡ que rico ! – gemía yo.
Fue todo muy rápido, pero él no dejó de chuparme y de acariciarme por todo el cuerpo, sus manos pasaban por mis muslos, por mis tetas, por mis caderas y por mi cara y al mismo tiempo no dejaba de lanzarme frases de admiración. Todo aquello provocó en mí un orgasmo impresionante Me quedé con los ojos cerrados durante un rato.
– ¿Que tal? – me preguntó, aun sabiendo que me había hecho gozar como a una loba.
– ¡Fantástico! – respondí satisfecha.
– ¿Seguimos? – preguntó con ganas de completar la faena.
Yo sabía que aquello no se iba a quedar así, pero quise ponerle aun más cachondo y excitarle a tope.
– No. Creo que ha sido suficiente – le dije mientras me incorporaba e iba recogiendo mi ropa.
– ¡Vamos muñeca!, apunta 30 o 40 aparatos más o lo que tu quieras, pero yo te tengo que follar.
Mientras me decía esto, su miembro iba creciendo alegrándose de las palabras de deseo de su dueño.
– No, lo siento, yo solo dejo que me folle mi novio. – le mentí, ya que por entonces yo no tenía pareja.
Me dirigí hasta una de las sillas colocándome el sostén, haciéndoselo desear de veras. Se abalanzó sobre mí y practicamente me arrancó el sujetador llegando a romper los corchetes. Me agarró con fuerza por los brazos y me empujó contra la librería que tenía a mis espaldas.
– ¡No me vas a dejar así, puta! – me gritó.
Yo gozaba viéndole fuera de sus casillas y me había dado tanto gusto al comerme el chochito que estaba como loca porque me penetrara. Pero aun así me hice la dura.
– ¡No por favor! – le decía mientras intentaba zafarme de él.
Me agarró por las manos y las subió por encima de mi cabeza mientras su boca comenzó a morderme las tetas, dándome mucho gusto y al mismo tiempo algo de daño.
-¡Que bien me follas cabrón!. ¡Como te siento dentro de mí!.
Mis propias palabras y lo bien que me estaba jodiendo aquel hombre hicieron que tuviera un orgasmo fantástico que hizo que soltara gemidos y gritos como si fuera una gata en celo. Notaba como la boca se me quedaba seca, como los pezones se me endurecían. Mis gemidos hiceron que él llegase al clímax y poniendo los ojos en blanco se corrió en mi interior como un chaval. Sacó su pene chorreante de mi cueva y esparció la leche que le quedaba por mis muslos y por mi pubis. Nos abrazamos y nos entregamos en un dulce y profundo beso que entrelazó nuestros labios y nuestras lenguas. Me quedé observándole y sonriendo le dije:
– No es necesario que hagas este pedido, he disfrutado como pocas veces, ha sido realmente excitante…
– De ninguna manera, ese pedido está hecho y te lo has ganado preciosa, tú si que me has hecho gozar, follas de maravilla.
Nos vestimos y despues de hacerlo nos fumamos un cigarrillo, terminamos con otro ardiente beso y nos despedimos con un cordial apretón de manos. Aquella táctica de venta me sirvió para hacer una buena venta y al mismo tiempo para sentir una explosión de placer….