Soy ROMELIA. Tengo 18 años. Nací en una ciudad del Norte de México dentro de una buena familia que estaba formada solo por mis padres y yo. Mi madre murió en un accidente automovilístico cuando yo tenía cuatro años y quedé sola con mi papá, quien no quiso separarse de mí. Mi papá es del norte del país y casi no tiene familia, nunca la mencionamos y no se frecuentan. Después de que mi madre faltó, mis tíos y mis abuelos se desligaron totalmente de nosotros y todos emigraron al extranjero. Desconocemos su paradero y ellos el nuestro.
Al ocurrir el accidente de mi madre, mi papá, (a quien a partir de este momento llamaré JOAQUÍN, que es su nombre, y a quien nunca he llamado «papá»), se hizo cargo de mí con el apoyo de una sirvienta. La sirvienta se encargaba sólo del aseo de la casa, de preparar nuestra ropa y de dejar preparados los alimentos para cuando JOAQUÍN regresara de su trabajo junto conmigo, ya que antes de volver a casa, me recogía de la guardería primero, y después del colegio. Debo decir que no obstante haberme faltado mi madre siendo yo muy niña, no tardé mucho en acoplarme a la nueva situación, ya que JOAQUÍN me cuidaba con amor, con esmero y siempre procuró lo mejor para mí.
Así, desde que yo era niña, nació entre nosotros una relación de la que nunca nos hemos arrepentido ni JOAQUÍN ni yo. Al llegar por la tarde a nuestro departamento, ambos nos poníamos ropa cómoda. JOAQUÍN siempre usó el short en casa, y muy continuamente yo andaba solo en pantaletas. JOAQUÍN me bañaba, por lo cual le era indispensable desnudarme. En esos momentos descubrí que me gustaba que él me enjabonara todo mi cuerpo y lavara delicadamente mi partes íntimas. Siempre me gustó el contacto de sus manos de dedos muy finos sobre mi cuerpo, pero sobre todo en mi vagina, ya que al llegar él a estas partes, me excitaba sobremanera.
Una vez que JOAQUÍN me bañaba y me ponía mi ropa de dormir, me dejaba frente a la T.V. y él procedía a meterse a la regadera. Debo aclarar que en esa época él no se desnudaba frente a mi, pero yo buscaba la manera de verlo a escondidas, ya que siempre quedaba la puerta del baño abierta. En ocasiones me hacía la dormida, y entonces JOAQUÍN salía del baño desnudo. Entonces descubrí que él no tenía lo mismo que yo, sino que algo abultado y muy grande le colgaba entre las piernas. Quizás debido a la falta de una compañera, JOAQUÍN se masturbaba muy constantemente. Cuidándome de que no me descubriera yo lo veía, y me excitaba ver como suspiraba al llegar al orgasmo. Yo no sabía que era «ese líquido blanco» que él que expulsaba a chorros. Así llegué a la edad de 8 años. No obstante JOAQUÍN me insistía que yo ya tenía edad suficiente para bañarme sola, pero nunca accedí a hacerlo y le pedía que a él que lo hiciera. En mi interior era un deseo muy fuerte por la excitación que experimentaba al sentir sus manos acariciar mi piel. Quizá este deseo se acentuó a partir de cierta ocasión que descubrí algunas revistas porno que JOAQUÍN conservaba bajo el colchón de su cama: Contemplé la forma en que se dan las relaciones entre el hombre y la mujer. Algunas fotografías eran de hombres teniendo sexo con niñas y adolescentes. Mi imaginación voló y personalicé estas fotografías: JOAQUÍN haciéndome el amor.
La noche siguiente a este descubrimiento, JOAQUÍN, como de costumbre, me bañó, y luego nos quedamos juntos en un diván viendo la T.V. En ese momento me recosté poniendo mi cabeza con el cabello húmedo sobre sus piernas. Me sentía más excitada que nunca, por lo que, con todo propósito doblé mi brazo y lo acomodé entre mi cabeza y sus piernas. Aparentando una inocencia que estaba muy lejos de sentir, con mi mano bajo mi cabeza y sobre sus piernas empecé a tocar el pene de JOAQUÍN que no tardó ni un minuto en responder y ponerse muy duro. Se lo empecé a sobar, primero con suavidad y luego con más fuerza hasta que se lo saqué y pude contemplarlo en toda su magnitud: JOAQUÍN fue muy bien dotado por la naturaleza. El no dijo nada, por lo cual mis inocentes caricias fueron subiendo de tono: Le quité su camisa primero y empecé a mamar sus pezones que estaban muy duros. Luego le besé y le succioné su pene con mi boca. Lentamente le quité el short y sus truzas dejándolo totalmente desnudo y besé sus testículos. Me excité aún más al ver sus abundantes pelos que bajaban desde su ombligo y me gustaba meter entre ellos mis manos como un peine. Excepto en su bello púbico, su cabello y su pelo axilar, JOAQUÍN es lampiño. Todo lo hicimos en silencio.
Esta actitud se ha convertido en ritual, ya que en nuestras relaciones íntimas nunca hablamos: Solamente nos concretamos en amarnos y darnos mucho sexo. JOAQUÍN me abrazó con ternura y me besó los labios. Yo correspondí a sus caricias como veía que lo hacían los actores en las películas. Me empecé a desnudar poco a poco quedando solamente en pantaletas: JOAQUÍN seguía sentado en el diván frente a la T.V. Lentamente me puse de pié frente a él de forma tal que mis pezones quedaron frente a su boca. Me los chupó de una manera magistral y me hizo trasladarme a otra galaxia. Mis senos aún no habían crecido. Entonces tomé sus manos y se las coloqué de forma tal que lo invité a quitarme mis pantaletas. JOAQUÍN me las fue bajando lentamente, sin dejar de besarme y chuparme mis pezones. Cuando sentí mis pantaletas en mis pies me subí sobre de él abriendo mis piernas. Llevé sus manos hasta mis partes más íntimas y empezó a acariciar el clítoris con sus finos dedos. Recosté a JOAQUÍN en silencio. Me subí sobre su pecho poniendo mis pequeñas nalgas frente a su cara. Abriendo mis piernas me tendí sobre de él y empecé a besar los dedos de sus pies. Su pene muy grande y duro me pegaba en mis nalgas y sus pelos me raspaban mi clítoris. Como una experta, después de besar sus pies subí besando sus piernas, y luego sus muslos, hasta que mi boca llegó de nuevo a su pene y a sus testículos.
En este momento, mi coño aún lampiño tocó su barbilla, hasta que logré colocarlo en su boca. Con sus dedos separó mis labios vaginales y su lengua repasó con mucha delicadeza y amor mi clítoris. Fue en ese preciso instante que experimenté mi primer orgasmo: Temblé emocionada y emití muchos gritos ahogados de placer. Mi cueva aún no desvirgada, estaba tan húmeda que chorreaba. Mis manos pequeñas y mis labios apretaron el pene de JOAQUÍN hasta que gimió de placer emitiendo en mi boca grandes y fuertes chorros del «líquido blanco» que me tragué ahogándome de satisfacción. En esta posición nos quedamos dormidos con la T.V. encendida. En esa, nuestra primera noche de placer, JOAQUÍN me hizo como cuatro veces sexo oral y logré experimentar como seis orgasmos.
A partir del día siguiente JOAQUÍN buscó un nuevo barrio. Nos mudamos a otro departamento a la semana, donde vivimos 4 años más. Ahora tenemos nueva casa, JOAQUÍN tiene otro trabajo y yo estudio en la universidad. A partir de esa noche, JOAQUÍN y yo casi siempre paseamos desnudos en nuestro departamento. Es una costumbre que a ambos nos excita bastante. Mi primer período me llegó a los 9 años, y como a los 10 años empezó a brotarme bello púbico que siempre JOAQUÍN me ha depilado con delicadeza. En esa época también me empezaron a crecer mis senos. Estos juegos los hicimos diariamente hasta el día en que yo cumplí 12 años. Precisamente ese día dejé mi virginidad en el pene de JOAQUÍN. Desde entonces no hemos dejado de hacer el amor. JOAQUÍN me ama y es el amante perfecto, y yo, ROMELIA, su hija, soy su mujer que lo ama con locura. En nuestro barrio todos creen que soy su esposa con una ligera diferencia de edades, ya que JOAQUÍN aparenta 10 años menos que sus actuales 39 de edad….
ANONIMO.