Esos diez minutos fueron eternos. Y lo peor de todo es que yo sabía que me iba a arrepentir. Pero ya era tarde.
Mi mujer y… Juan o Julio o Julián… (ya ni me acuerdo de su nombre), entraron en nuestra habitación y cerraron la puerta. La consigna era: sólo 10 minutos. Maldita apuesta.
Yo buscaba cosas para hacer, pero el viejo reloj de números romanos que colgaba en la cocina del departamento que habíamos alquilado por ese verano, se esmeraba en hacer de cada segundo un siglo.
A los diez minutos exactos, la puerta de la habitación se abrió, mi esposa se metió en el baño y nuestro amigo se despidió de mi.
-Loco, la verdad es que tenés un minón -me dijo con una sonrisa enorme -desde que la vi en la playa pensé en lo buena que estaba… Y no me equivoqué. Son dos grosos. Espero que no se corte. -concluyó dándome un fuerte apretón de manos. Aquel muchachito tenía unos 10 años menos que yo, apenas pasados los 20.
Esperé a María que salió de la ducha y se sentó a mi lado en la cocina.
-¿Y? -pregunté sumamente intrigado -¿Qué hicieron?
-¿Querés que te cuente? -me dijo con sarcasmo y luego sonrió de manera muy sensual.
-Con lujo de detalles -increpé.
-Ok -dijo con displicencia mientras apoyaba la cámara de fotos digital sobre la mesa. -Tengo muchos detalles para contar… y mostrar. -Estiré mi mano para tomar la cámara y ella me frenó -No, no… todo a su tiempo, corazón. Vos querés detalles. Yo te voy a contar. -afirmó antes de comenzar su minucioso relato.
«La verdad es que Juan ya me había hablado apenas llegamos a la playa y lo marqué como un buen candidato. Yo le dije ésto en la habitación y el me respondió que también me había echado el ojo.
La cosa es que lo primero que me dijo era que me quería ver las tetas. Lo cual obedecí. Me levanté la remera y dejé que me acariciara las lolas. Tiene unas manos suaves y fuertes. Me apretó las tetas y pellizcó mis pezones que enseguida se me pusieron duros. Todo el tiempo me decía lo buenos que eran mis pechos y lo grandes que eran mis pezones. Que le encantaban.
Yo no me quise quedar atrás y estiré mi mano y le acaricié el bulto. Ya tenía la verga dura como una piedra. Enseguida se bajó el pantalón y me sorprendí con el buen tamaño de esa pija circuncidada. La acaricié un poco y me di cuenta que el pendejo estaba por explotar. Enseguida me propuso que le mostrara la colita. Así que me tiré sobre la cama, me levantó la pollera, se sentó sobre mis piernas y se empezó a pajear sobre mis cachas. Me acariciaba la cola por encima y por debajo de la bombacha. Me encantaba cuando disimuladamente me pasaba sus dedos por el agujerito de mi culito. No tardó mucho en acabar y dejarme toda su lechita sobre la cola. Podía sentir la tibia humedad traspasando la tela de la bombacha.
Parece que él no esperaba acabar tan rápido, medio que se sonrojó, no habían pasado ni cinco minutos. ´Es que estás muy buena´ me decía. Yo le pedí que busque la cámara que estaba en el bolso y me saque una foto así después te la mostraba a vos. Después me saqué la bombacha acabada y la dejé a un lado de la cama, me senté en el borde y lo acomodé a Juan de pie frente a mi. Volví a masajearle la verga que ya estaba flácida y enseguida volvió a hincharse. Se fue poniendo mas y mas durita con cada caricia. Ya no quedaba tiempo y yo quería algo más. Me acerqué un poco a él y me fui metiendo esa pija dura en la boca. Tenía ese sabor agrio de la paja anterior pero igual era deliciosa. Me la devoré entera. Me la metía toda en la boca y lo escuchaba gemir de placer. Él me empujaba la cabeza para que la trague hasta el fondo. Se la chupé, se la lamí hasta hacerlo estallar de nuevo. De un empujón me acostó sobre la cama. Se lanzó sobre mí y me volvió a meter todo su miembro hinchado en la boca. Ahora era él el que subía y bajaba sus cadera para cogerme por la boca. Yo trataba de frenarlo un poco porque estaba desesperado, pero me gustaba mucho tener esa pija entre mis labios. Sentí que estaba por acabar de nuevo, él intentó sacar su pija de mi boca pero se la agarré y la seguí chupando con ganas. Yo lo miraba y él no podía aguantar más. Era muy gracioso ver su cara de placer. Sentí su verga hincharse más en mi boca y la saqué jústo a tiempo para que comenzara a descargar toda su leche en mi cara. Me baño de semen tibio y viscoso sobre la nariz, mejillas y ojos. Era una máquina de escupir leche, jeje. Ahora fue él el que me pidió sacarme una foto para el recuerdo y obedecí sin siquiera soltarle la verga. Fue muy excitante, terminé toda mojadita. Enseguida fui al baño para limpiarme y estar lista para vos.»
-¿Y las fotos? -pregunté con insistencia.
-Acá estan -dijo mientras se levantaba -yo te espero en la habitación.