Hace algunos años luego de haber sentido un quiebre en mi vida producto de haberle puesto los cuernos a mi marido luego de 22 años de casada y de haber recibido una buena tunda por parte de él, necesite compartir esa experiencia. La compartí con ustedes en el relato “Me vio llegar sin bombacha”, tal vez para disimular el miedo que me invadió luego de aquello. No solo miedo a mi marido y a su cinto, si no, más aun a mi hambrienta concha que pedía a gritos la solidez y autoridad de las vergas urgidas. La posesión que había hecho de mí ese verdulero me hacía sospechar que yo había buscado y encontrado que un hombre me amara de esa manera: partiéndome a pijazos, insultándome, buscando de mí la sumisión que suele alojarse en los pensamientos calientes de las amas de casa aburridas.
Desde esa aventura pasaron años, otros hombres me dieron sus pitos hasta que hace 5 meses una mañana de Invierno mi marido sospechando de mi comportamiento se quedó escondido en el patio de casa y apareció en la cocina para sorprenderme en 4 patas con un vecino resoplando a mis espaldas.
El final es más breve, me cago a cintazos, le dio una paliza a mi vecino, agarro sus cosas y se fue de casa.
Nos divorciamos, casi vamos a juicio por la división de bienes. Mi abogado me reunió una tarde y me transmitió la oferta de mi exmarido, aparentemente y según mi abogado habían ciertos negocios turbios en la fábrica donde él trabajaba (robos de maquinarias, etc.) que mi ex necesitaba ocultar. En definitiva me ofreció una cifra muy importante y una camioneta con la condición de que me vaya de la ciudad.
Por supuesto me pareció una excelente propuesta. En el inventario no había perdidas, Mis dos hijos ya grandes viviendo en Italia donde estudiaban para recibirse y comenzar una vida allí, la posibilidad de cumplir el viejo sueño de vivir en la Patagonia, la saludable opción de dejar el barrio donde obviamente todo se sabía y donde era vox populi que andaba putaneando a espaldas de mi marido. Era un buen horizonte el que se me abría.
Mientras preparaba todo para emigrar empecé de nuevo a recordar y garabatear recuerdos, plasme en papel La paliza que me dio en aquel entonces mi marido por el affaire con el verdulero, sin embargo, no me atreví a publicarlos, en cambio, si escribí y compartí varios recuerdos de mi adolescencia y el entorno donde crecí, en esos recuerdos me reconocí tal como fui ese mediodía en la verdulería y me asombraron los raros 20 años de esposa fiel. Aunque con sinceridad debo decir que cuando mi marido venia caliente me dejaba culo para arriba a pijazos limpio. Es verdaderamente un hombre rudo, bien dotado y déspota. Con él no era “vamos a coger” era “te voy a coger” Cuando estaba alzado venia encervezado y me daba para que tenga, me culeaba, me nalgueaba, me escupía, me insultaba, me montaba como a una yegua tirándome de los pelos y más de una vez terminaba meándome el orto o la espalda.
Dos meses después del divorcio compre a través de una inmobiliaria una pequeña pero cómoda y coqueta casita en un pueblo de la zona montañosa de la cordillera argentina e inmediatamente en la camioneta puse rumbo a mi destino.
Llevaba el propósito de disfrutar de eso que estaba en mi condición, en mi historia y de lo que nunca volvería prescindir. En pocas palabras tenía la intención de mantener mis agujeros lo más lustrados posible.
Aquí me debo detener para desalentar a los que suponen que por ser puta una debe ser hermosa, despampanante y deseable… La verdad nada de eso soy, soy de rostro vulgar, media gorda, no tan alta, con tetas caídas y con anteojos.
La verdad no es salir a la calle y al ratito conseguir una pija.
Pero siempre hay algún tipo que se quiere sacar la leche y no anda con muchas exigencias.
Aunque esto parezca un despropósito es verdad y a mí no me afecta. Pueden decir lo que quieran pero pueden estar seguros que ese tipo que me pone en 4 para sacarse la leche, en el momento de bombearme me está amando y yo al sentirlo bufando y babeándose arriba mío lo amo como al ser más maravilloso del mundo.
Casi 3 días tuve que manejar para llegar al Pueblo donde ahora vivo, unos 2000 kms de la ciudad de Bs As donde vivía. La primera noche pare a dormir en un hotel cercano a Bahía Blanca, un parador de camiones sobre la ruta donde suelen pernoctar viajantes y choferes de camiones. Cenando en la pequeña fonda de este hotel conocí a Rosendo, acompañante de un camionero brasilero que se dirigía a Ushuaia a cargar artículos eléctricos. Rosendo tenía 34 años era algo morocho corpulento y algo desaliñado. El cenaba en una mesa al lado de la mía y me pregunto en un portoñol entendible que ciudad era esa, se lo dije y cambiamos algunas palabras sobre viajes y destinos, me pregunto si podía sentarse conmigo para no comer solo y acepte inmediatamente y con gusto, yo tampoco quería comer sola.
Me conto que era el acompañante de un camionero, que venían de fortaleza en Brasil, que hacia 7 días que estaban viajando. Yo le conté que recientemente me había divorciado, que me estaba yendo a vivir a la montaña. Los temas se fueron haciendo más personales y no nos dimos cuenta que las horas habían pasado y que estaban por cerrar la fonda.
Salimos a la playa de estacionamiento y caminamos juntos, la conversación fue haciéndose más íntima y Rosendo me dijo de pronto:
-¿Sabes Dolores? Lo más difícil para mí en estos viajes es soportar la necesidad de esta y se agarró la pija sobre el pantalón.
-Pee…rroo dije yo asombrada -yo creía que los camioneros siempre tenían mujeres dispuestas a satisfacerlos.
– Es que yo soy acompañante simplemente, mi patrón en estos momentos se está tirando a una de las putas de aquí en el camión. Yo lo máximo que puedo conseguir es una chupada en algún lugar oscuro.
Yo no podía creer lo que estaba pasando, ese brasilero me estaba confesando que tenía leche hasta en la mandíbula y me lo confesaba a mí que anhelaba bajarme la bombacha para que me abran como a una nuez.
– Ayy. Pobre Rosendo. Si yo pudiera hacer algo por ti. Le dije clavando mi mirada en su bragueta.
– Dolo… Lo único que me atrevo a pedirte es que me dejes abrazarte para sentir el calor de una mujer.
Le sonreí y lo abrace, él se apretó a mi e inmediatamente sentí su poronga dura contra mi ombligo, pensé en ese hombretón que era tan alto que me podía coger por el ombligo de parados.
Lo que iba a suceder empezó a pasar nos besamos me manoseo las tetas, me apretó las nalgas, le palpe la verga, nos chocamos las lenguas. Me dijo te quiero culear, le dije que sí. Le dije que fuéramos a mi habitación, en cuanto entramos, me agarro las nalgas y me beso con toda su lengua, me dijo
– Mañana vas a tener que manejar parada porque te voy a despatarrar a chotazos.
– ¿Me vas a dar duro Rosendito, te gusta darnos duro a las gorditas calientes como yo?
Me bajo el jogging que tenía puesto y me saco la remera dejándome en tetas.
– ¿Sabes que dicen? me dijo – que las gordas son putonas tragavergas… ¿Sera cierto?
Y me sentó en el piso apoyándome la espalda contra la cama. Yo quede prácticamente debajo de sus piernas se desabrocho el pantalón se lo bajo y saco su verga grande, dura y venosa. Se la contemple unos segundos hasta que la agarro con su mano y me la clavo en la boca. Rosendo me estaba gastando la boca a vergazos.
– Trágamela puta. Me decía
Después de un rato de cogerme por la boca me dejo la concha ardiendo de tanto bombearla.
Se despertó una ahora antes de que su camión partiera, para romperme bien el orto y llenármelo de leche…
Me nalgueo, me hizo gritar, me recordó muchas veces que a las gordas putas como yo hay que pintarles la caca de blanco.
Luego Rosendo se vistió y se fue.
Me quede en la cama del hotel culo arriba viéndolo irse.
Sentí el culo abierto, me tire un pedo lechero, me quede dormida.
Al mediodía me desperté cuando fui a pagar vi que la mucama entro a la habitación para hacer el control.
Cuando estaba en la camioneta vi que la mucama hablaba con el conserje, me miraban y se reían.
Ella le habrá contado sobre esas manchas en las sabanas.