La dejaron a pasar la noche en mi casa. después que mi mujer se fue a dormir, yo quedé en la pc con la chica. Ella tenía una pollera cortita y se ubicó frente a mi, dándome la espalda, mientras yo tecleaba. Quería jugar en algún sitio de internet. Bueno, la dejé hacer, mientras me apoyaba contra su cola desde atrás y comencé a tener una fuerte erección. La tomé de la cintura, a ratos la abrazaba, pero todo era como un acto de cariño o de jugueteo. En un momento dado en la pantalla estaba la imagen de una bella joven y entonces yo, hablándole al oído le dije que ella era mejor, mientras tocaba sus piernas bellísimas y le decía «mira, compara». Bueno, ella se reía, estaba alegre, y ya mi calentura era feroz. Mis movimientos tendían a frotar mi miembro erecto contra sus piernas y su nalga, en tanto de a ratos le daba besos en su cuellito, y nunca dejaba de hablarle. Era como un juego entre ambos, todo feliz. Ella se movía mucho, de traviesa o inquieta. Cuando ya creí morir de calentura, sin que ella lo advierta, saqué mi miembro del pantalón y en un empujón lo apoyé contra sus nalgas. Ella pareció advertirlo, se aquietó un poco, pero nada dijo. Ya entusiasta, seguía frotándome y en algún momento mi pene rozaba sus piernas. Temí acabar ahí mismo, pero en el extremo de mi entusiasmo y calentura, con el miembro durísimo y palpitante, la abracé con más decisión, mientras le decía halagos, cosas dulces, lo linda que era, lo que me gustaba tocarla, etc. Ya sin frenos, le bajé su bombachita y puse mi durísimo y mojado pene en sus nalgas. Y moviéndome suavemente, entraba y salía rozando sus entrepiernas. Tuve certeza que se acercaba mi eyaculación, y con mi mano derecha bajé tocando su vaginita húmeda, acariciándola mientras mi miembro se frotaba entre sus nalgas y piernitas. Hice un esfuerzo más, la incliné un poco hacia adelante y logré que la cabeza del pene quedase enfrentando los labios de su vagina. Estaba ya todo húmedo, mojado por el pre-sémen. Yo, temblando, intenté empujar, pretendiendo introducirlo algo, pero no entraba, no obstante quedó la cabeza ligeramente ajustada entre los labios de esa conchita maravillosa y, ya sin contenerme, acabé, eyaculé entre movimientos frenéticos de gozo y lujuria. Alcancé, temblando a sacar un pañuelo del bolsillo y secarla todo lo que podía, mientras le agradecía y le prometía todo, rogando que esto quedase como secreto entre nosotros. Ella nunca se dió vuelta, o sea que no podía ver su carita. Pero, cuando ya algo más calmado la dí vuelta, me sonrió y me dió un beso en la cara diciéndome que me quería mucho…