Buenas. Este relato lo cuento porque me fue bien con la experiencia. Es real. Tengo 28 años, doy clases de ciencias naturales en un instituto de Barcelona y soy bisexual, pero de los de verdad: me gustan por igual los chicos que las chicas; hay temporadas en que prefiero estar con ellos y otras épocas con ellas. A veces, como en esta ocasión que nos ocupa, ambas cosas. Lo único que pido es que sean jovencitos entre 15 y 18 años. En una de las aulas tengo una parejita (chico y chica) que da morbo sólo con verlos juntos. Ella es mulata, con labios carnosos, una dentadura preciosa, ojos marrón claro, pelo castaño oscuro, pecho pequeño (que es lo que me vuelve loco), un culo redondo perfecto y sobre 1,55 de altura. Riquísima de verdad! Se llama Sandra. Él es Néstor. No es mulato, pero sí de piel y pelo morenos. Sus ojos negros muy vivos, la boca muy bonita y el mejor culo que he visto en mi vida. Y lo digo en serio, he visto muchos. Cuando viene a clase con un pantalón tipp chandal, que se le mete por la rajita marcando todo, es mortal; no puedo dejar de mirarle. ellos se saben guapos y sensuales, por eso a veces, en los descansos, se dedican a besarse y acariciarse, bailan pegados, rozando sus cuerpos… Un día llegaba yo a clase y los vi en esa situación. Les miré moviendo la cabeza y les dije: «Chicos, que no somos de piedra!» Rieron sonrojados (a ella no se le notó je je) y entraron en clase de la mano. Encima se sientan en la primera fila, juntos. Sandra traía una falda corta y un top ajustado, que marcaba sus pezones sin sujetador. Bajo la falda, unas braguitas azules. Eso es una tortura que debería estar prohibida. Ambos se dieron cuenta de cómo les miraba, alternativamente, durante toda la clase. Me puse cardiaco, cómo no! Cuando acabó la clase, que era la última de la tarde, los demás salieron y ellos dos se hicieron los remolones. Les pregunté si pensaban quedarse ahí hasta mañana. Respondió Néstor, diciendo que necesitaba hacerme una consulta importante. Recogí mis cosas y me dirigí a la puerta, pidiéndoles que me acompañaran a mi despacho. Aclararé que yo soy también el jefe de estudios y el chico delegado de clase, por lo que no me extrañó nada que quisiera hablar conmigo. Entramos en la sala y yo me senté. Ellos no. Pregunté qué era eso tan importante y, sin dudar, me soltó: «Te gusta mi novia, verdad?» Miré a la chica, luego a él y respondí muy serio y seguro: «A decir verdad, me gustáis ambos, y mucho. Me encantaría comeros el culo y el sexo a los dos, metérsela a ella, metértela a ti y demás formas de gozar con dos maravillas como vosotros». Él no se esperaba tanta claridad, pero yo no me esperaba su proposición: «Pues estoy dispuesto a probar con un tío, sólo por ver como se folla a mi chica hasta que se nuera de placer. Siempre podré aprender algo para luego hacérselo yo». No vacilé un segundo, me puse en pie, cogí a cada uno por el hombro y salimos de allí pitando. Subimos a mi coche y nos fuimos a mi casa. Una vez allí, me permití el lujo de llevarlos al baño. Abrí el agua, los desnudé poco a poco, se metieron en la bañera y los duché como si de niños se tratara. Eso me puso a cien, pero resistí. Les pedí que se besaran como ellos saben y lo hicieron. Él se puso cachondo y ella se agachó para comerse esa preciosa cosita erecta. Pero no se lo permití. Les sequé bien, frotando todo lo que pude, la cogí a ella en brazos y me la llevé a mi cuarto, con su gran cama. Besé suavente sus labios, le pedí que esperara un poco ahí y regresé al baño. Allí estaba él, todavía excitado, por toda la situación. Besé su mejilla, luego sus párpados. Temblaba como una vara, nunca había estado con alguien de su sexo. respiraba muy profundo, jadeando casi. Acaricié su pecho y le mordí un poco los pezones, arañé ligeramente sus costados, bajé a los muslos y acaricié primero por fuera y luego por dentro. Mordí sus rodillas. Una gota traicionera salió de su polla. Se la chupé (primero la gota y luego la polla) y no lo aguantó, de modo que se corrió casi sin haber hecho nada todavía. Mi boca se llenó de aquella leche jugosa y rica. Chupé hasta dejarla seca. De ese modo, conseguí que después me durara más en la cama. Y ahí volvimos los dos, junto a nuestra niña. Reconoció habernos vigilado, viendo la mamada hasta que el chaval se corrió. Luego se fue a la cama a masturbarse. Y en eso estaba cuando entramos. Como un relámpago, el chico se tumbó sobre ella y le comió el coñito. Yo me acosté junto a ellos y comencé a comerme las tetitas de esa joya de niña. Estaba gozando la condenada, cuando me apartó la cara de su cuerpo, tiró de mí ropa y me quitó la camiseta como pudo, por la postura que tenía. Yo me desnudé completamente y me acerqué de nuevo a su puecho, pero no quiso, sino que cogió mi rabo, tiró un poco para que me acercara y empezó a comerlo. Maravilloso, la verdad. Para estar en igualdad de condiciones con Néstor, me corrí en la boca de la niña. Se tragó todo sin rechistar, luego (y fue lo que más me encendió) retiró la cara de su coñito y se morreó con el chico. La leche resbalaba por sus comisuras. Aquello era para morirse. Traté de hacer descansar a mi verga, mientras me dispuse a comerle el culo al chico. Él giró a Sandra e hizo lo mismo con ella. Le metí la lengua tanto como pude. Ese virginal agujero palpitaba de placer, pidiendo dedos. Y eso hice, metiéndole primero uno, luego dos, luego tres… hasta cuatro dedos le entraron, no sin antes darle crema, a partir del segundo. Me empamé de nuevo y él lo mismo. Entonces le pedí que se la metiera a la niña, cosa que hizo sin dudar, así, por detrás, ensartando el culito moreno que pedía a gritos una estaca. Yo me coloqué bien y me enculé al chico, que ni se quejó. Después de varios embites uno y otro, decidí probar algo nuevo. El recién desvirgado culo de Néstor merecía algo mejor. Se la saqué y le dije que sacara él la suya. Entonces, lo giré y ya boca arriba le abrí las piernas, levantándoselas bien. Le dije a ella que se pusiera frente a él (yo me puse a un lado) y que le metiera los dedos que pudiera. El niño estaba muy excitado y su culo se abrió como un mejillón al calor. La pequeña mano de la niña entró completamente en el coño del chico, que gemía de palcer como un loco. No estaba emplamado, pero si se estaba yendo sin poder evitarlo. Entonces, tras las primeras gotas, tiré de la mano de la niña y empujé la mía, colocándome de forma que me pudiera meterme la polla en la boca. Ella se puso a chupáemela a mí, pero traté de no excitarme demasiado, pues me faltaba follarme su coñito húmedo de excitación y de varios orgasmos. La posturá era esa: yo le meti la mano al chico, mientras le comía la polla, que sí se puso medianamente dura. Cuando no aguantó más, se corrió en mi boca, por segunda vez. Quedó extenuado. Pero no quise que parara su gozo, así que coloqué a la chica sobre su pecho, para que le comiera las tetas primero y el chochito después, mientras yo la izaba y se la clavaba en el culo. Minutos después, alcanzando ella otro orgasmo, la cogí por la cintura, la tumbé en la cama junto al chico y se la metí por el coñito. El chico le tocó las tetitas un poco y luego se incorporó para besarla en la boca apasionadamente. Cuando alcancé el climax, me retire, limpié un poco la polla con la sábana para que no le diera asco al chico y se la metí en la boca. Era lo que faltaba para rematar la faena de ese trío genial. No lo pensó, empezó a mamar como si ya supiera de antes (y nunca lo había hecho, eso lo sé con certeza), hasta que me corrí en su preciosa boquita. Luego le besé en los labios, chupando mi semen. Nos morreamos un ratito, mientras la niña se la chupaba a él y se metía casi su mano entera por el chochete y los dedos de la otra por el ano. Cuando el semen desapareció, cogí a la niña y le hice lo mismo que estaba haciendo ella, pero con mis dedos. El chico se morreaba con ella mientras tanto. Un último orgasmo de la chica fue el colofón del acto; no sin dejar de lamer todos sus jugos entre los dos machos que se había echado al cinto. Nos duchamos por separado, descansamos un poco juntos tumbados en la cama sin hacer nada, merandamos (casi cenamos) algo y se fueron tan contentos. Al día siguiente nos vimos en clase como si no hubiera pasado nada. Claro, que después de las clases la cosa se repitió. Somos un trío, pero es como si fuera una pareja perfecta. Gracias.