Los ojos de Eva se abrieron con estupor. A pesar de que sus oídos habían escuchado perfectamente las palabras, su cerebro no podía asimilarlo. Miró a Nacho esperando encontrar respuesta a su inexistente pregunta.
– ¿Recuerdas que Laura te ha contado que aprendió a hipnotizar en unas clases de psicología?
Intentando aclarar el inmenso caos existente en su mente durante los últimos minutos, encontró el recuerdo que Nacho mencionaba, aunque sin conseguir conectarlo con lo que le estaba diciendo.
– Adivina quién fue su profesor.
Tardó unos segundos en comprender por donde iba la conversación, pero al final lo consiguió. ¡Nacho había hipnotizado a Laura!
– Te dije que encontré trabajo después de que me abandonaras. Fue como ayudante de un hipnotizador de tres al cuarto. No era muy bueno, pero me enseñó algunos trucos interesantes. Resultó que con las enseñanzas adecuadas, yo era mejor que él. Cuando me matriculé en la escuela nocturna no esperaba encontrarme allí con tu hermana. Ella no guardaba demasiado buen recuerdo de mí y al principio me evitaba y me despreciaba, pero realizando un trabajo sobre la hipnosis, conseguí que nos asignaran al mismo grupo. Al ser el más experto en la materia, todos y cada uno de los estudiantes fueron cayendo bajo mi influencia, incluyéndola a ella.
Mientras Nacho hablaba, Laura estaba detrás de él, pegada a su espalda, restregando su pierna semidesnuda por su cuerpo, y acariciando su torso con ambas manos, intentando guardar el equilibrio. Su rostro no demostraba más emoción que el inmenso deseo de agradarle.
– Al principio fue la que más se resistió, pero con la ayuda del resto del grupo, ya bajo mi influencia, conseguimos convencerla. Resultó ser un sujeto excelente para la hipnosis. En tan solo un par de sesiones se convirtió en mi juguete favorito. La antaño altanera y orgullosa Laura es ahora mi más sumisa esclava. ¿No es así, querida?
– Si amo. Completamente.
La sumisión y devoción existente en la voz de Laura no dejaba lugar a dudas.
– Cuando me comunicó la noticia de tu boda, decidí hacerte una pequeña visita, y con su ayuda, hemos llegado a esta situación. Yo la controlo a ella, y ella te controla a ti, así que el resultado de nuestro pequeño juego solo puede tener un ganador, ¿no opinas lo mismo?
Eva no contestó. Estaba atemorizada, y al mismo tiempo enfadada. A pesar de haber sido hipnotizada seguía teniendo su orgullo, y ser humillada de aquella forma le producía extraños sentimientos de rabia, temor e indefensión. Tan solo tenía ganas de llorar, pero ni siquiera eso podía hacer, porque su hermana se lo había prohibido.
– Laura, quítate el vestido.
Sin dudar un solo instante, cogió el borde inferior del vestido con ambas manos y lo arrastró por encima de su cabeza. Al hacerlo, sus pechos, cubiertos por un excitante e insinuante sujetador negro, a juego con el resto de su lencería, bailaron durante unos segundos al ritmo de sus movimientos.
– Tu hermana ha desarrollado un enorme interés por la lencería sexy – comentó dirigiéndose a Eva – Ya nunca usa ropa interior cómoda y hortera. Desde que nos conocimos, siempre utiliza los más excitante y provocativos conjuntos de lencería. Es una suerte que le pidieras que te acompañara a comprar la ropa para tu boda.
Horrorizada, Eva recordó que al comprar toda la lencería para la boda, ella quería llevar pantys blancos, porque eran muy cómodos, pero Laura la convenció de que llevara medias y liguero. Decía que así excitaría más a su futuro marido.
No era a su marido a quien Laura pretendía excitar.
Esperando las órdenes de Nacho, Laura usaba sus manos para acariciarse por encima del sujetador y las bragas. No se le había permitido aún masturbarse directamente, o quitarse el resto de su ropa, así que jugaba con su cuerpo de la forma más excitante que podía, sin dejar de mirar a los ojos de su «amo», para comprobar así que todos sus movimientos cumplían su único objetivo de excitarle a él.
La habitación era extremadamente espaciosa. Era una «suite nupcial» y tenia de todo. Nacho se acercó hasta un sillón que había cerca de la cama. Lo arrastró hasta el centro de la habitación, a unos dos metros de la cama, y se sentó cómodamente, preparándose para el espectáculo.
Miró a Laura. Seguía acariciándose por encima de su ropa interior, esperando ansiosa sus órdenes. Después miró a Eva. Estaba sentada sobre la cama, completamente cubierta por el blanco vestido del que se suponía que iba a ser el día más feliz de su vida. La única parte de su cuerpo que podía apreciarse bajo aquella montaña de tela eran sus pies descalzos, cubiertos únicamente por las medias blancas.
– Quítate las bragas – ordenó.
Eva no se movió.
– ¡Obedece al amo, hermanita! – sentenció su hermana.
No podía evitar cumplir la orden de su hermana, pero amparándose en la enormidad de la falda de su vestido, lo hizo de forma que no pudieran ver como lo hacía. Con la íntima prenda en su mano, miró directamente a los ojos de Nacho. Era más que miedo lo que sentía en aquel momento. Era puro odio.
– Tráemelas, Laura.
Con gran celeridad, esperando siempre agradar a su amo, Laura se dirigió hacia su hermana, cogió las bragas de su mano y se las entregó a Nacho. Eran blancas, a juego con el resto del vestido, y suaves, muy suaves. Debían de haber costado un dineral. Las mujeres no suelen escatimar gastos para el día de la boda, pensó Nacho. Era una lástima que una vez casadas no siguieran haciendo lo mismo y siempre se decantaran por las grandes y antiestimulantes bragas de algodón en aras de la comodidad.
– Laura. Tu hermanita está muy seria. Creo que tiene hambre. ¿No crees que deberíamos darle algo de comer?
Eva no comprendió la ironía al principio, pero no ocurrió lo mismo con Laura. El tiempo que había pasado bajo la influencia de Nacho la había convertido en una excelente esclava, capaz de entender las más sutiles insinuaciones y los más profundos deseos de su amo.
– Supongo que tenías pensado que la noche de tu boda ibas a tener ocasión de prácticas nuevas experiencias, hermanita. Ahora vas a poder realizarlas, pero no con la persona que tú creías. ¡Arrodíllate ante el amo!
Sin posibilidad de dudar o de resistirse, pero sin mostrar el más mínimo entusiasmo, Eva siguió las instrucciones al pie de la letra. Se levantó de la cama y se arrodilló ante Nacho. La gran cortina de tela de su falda se expandió a su alrededor formando una mullida alfombra brillante. Comenzaba a comprender lo que se esperaba de ella. Miró a su hermana. Pensó que tal vez la posibilidad de que otra mujer también tocara el cuerpo de «su amo» podría causarle un sentimiento de celos que podría utilizar para liberarla del control de Nacho. Pero se equivocó. Al contrario de lo que esperaba, Laura no mostraba indicios de celos o de envidia, sino una enorme excitación. Eva seguía sin comprender que su hermana solo existía para el placer de Nacho. Que su propia hermana hiciera el amor con su dueño solo la llenaba de goce y orgullo por haber servido bien a su señor.
– ¿Acaso tengo que decirte lo que tienes que hacer, hermanita?
El sarcasmo en la voz de Laura era evidente. Pero Eva no estaba dispuesta a darles el placer de obedecer. Solo bajo el irresistible influjo hipnótico sería capaz de realizar lo que se le pedía. Muy en su interior, esperaba realmente poder resistir la necesidad de obedecer.
Como si estuviera tocando un objeto de incalculable valor, Laura desabrochó los pantalones de Nacho, dejando al descubierto su enhiesto pene, tremendamente excitado por la situación actual, mientras daba instrucciones a su hermana.
– ¡Escúchame, hermana! Durante todo el tiempo que saliste con Nacho, jamás le dejaste tocar tu cuerpo, ni te dignaste a tocar el suyo. Ahora vamos a remediar aquel pequeño descuido. Vas a practicarle la mejor mamada que jamás hayas podido imaginar. Utilizarás tu boca, tus labios, tu lengua y tu garganta como jamás creíste que fueras capaz de hacer, sin preocuparte en lo más mínimo de tus propios sentimientos ni de tu placer personal. Y cuando consigas hacer salir el jugo de nuestro amo, lo tragarás todo, sin dejar una sola gota caer al suelo ni ensuciar tu virginal vestido de novia. ¿Has entendido?
A pesar de la repugnancia que le causaba la idea de tragar el semen de Nacho, Eva no tuvo más remedio que responder.
– Sí
Y sin poder resistir, tal vez sin intentarlo siquiera, cogió el pene de Nacho con la mano y comenzó a masturbarle. Después de un par de movimientos introdujo el pene en su boca y acarició el glande con la lengua, al tiempo que movía su cabeza arriba y abajo masturbándolo con los labios.
Nacho cerró los ojos. A pesar de estar apenas en el principio de la masturbación, el placer era inmenso. Había estado con Laura docenas de veces desde que la hipnotizó por primera vez. Había hecho el amor con ella de montones de formas distintas. Había disfrutado de su cuerpo como ninguna mujer deja jamás que un hombre disfrute de ella. Pero a pesar de todo, seguía excitándolo. Su presencia en aquella habitación, semidesnuda, no podía dejar de mantenerle continuamente excitado. Pero tanto o más que la visión del cuerpo de Laura, lo excitaba la subyugación de su hermana. No la tenía directamente bajo su poder, pero controlaba a la persona que la controlaba a ella. El amor que sintió por Eva se había convertido en odio al principio de su abandono, pero después, desde el momento en que hipnotizó a su hermana, el odio fue dejando paso al deseo de venganza. Y la satisfacción de estar cumpliendo su sueño se convirtió en una fuerte excitación sexual.
Por no mencionar la visión de una mujer, en el día de su boda con otro hombre y vestida para la ocasión, arrodillada a sus pies y chupándole el pene, que aquello también era algo capaz de excitar a un muerto.
A pesar de que Eva no era ninguna experta, el trabajo que estaba realizando era magnífico. Las órdenes de Laura habían sido utilizar todas las partes de su boca, incluyendo su garganta, para acrecentar el placer de Nacho, y así lo estaba haciendo. Al principio sintió un presagio de arcadas, pero poco a poco se fue acostumbrando a mover libremente el órgano masculino por el interior de toda su boca y las arcadas fueron sustituidas por frenéticos movimientos con la lengua.
Mirando el rostro de Nacho, Laura era la mujer más feliz del mundo. La enorme mueca de placer y satisfacción que su amo estaba sintiendo repercutía en su cuerpo como si fuera ella misma la que recibía el placer. Sin poder evitarlo y a pesar de que Nacho no le había dado permiso para hacerlo, paso sus dedos por el interior de sus pequeñas y transparentes bragas negras y los introdujo en su vagina, comenzando una masturbación basada exclusivamente en la visión del placer de su amo. Mientras tanto, con la otra mano acariciaba y pellizcaba sus pezones sin dejar de mirar tanto el rostro de Nacho como su pene, que desaparecía por momentos en el interior de la boca de Eva. Faltaba muy poco para que su amo se corriera, y decidió hacerlo al mismo tiempo que él.
– ¡Basta!
La brusca orden de Nacho la sacó de sus pensamientos y de la proximidad de su orgasmo. Sin pensarlo dos veces, cogió la larga cabellera rubia de su hermana y tiró de ella hacia atrás, provocando un pequeño grito de dolor en Eva. Con una enorme preocupación en su voz, se dirigió a Nacho.
– ¿Que ocurre, amo? ¿Acaso esta zorra ha hecho algo que no te ha gustado? ¿Acaso te ha hecho daño?
Nacho sonrió complacido por el sincero tono de preocupación en la voz de su esclava.
– No. No es nada de eso. Solo que no quiero correrme todavía. La noche es larga y quiero disfrutar de ella.
Ya más tranquilizada, Laura respiró con deseo hacia su dueño.
– ¿Que quieres que hagamos ahora, amo?
– Pienso que un poco de amor lésbico no quedaría mal en la habitación, y de paso tu participarás un poco en el juego. ¿Te apetece?
El brillo en los ojos de Laura alcanzó unos límites insospechados.
– ¡Gracias amo! ¡Gracias!
Y volviéndose hacia su hermana, le ordenó que se tumbara de nuevo sobre la cama.
– ¡Abre las piernas, hermanita! Voy a hacerte gozar como nadie lo ha hecho hasta ahora.
Eva no pudo evitar hacerlo, mientras notaba como Laura levantaba la falda del vestido, dejando toda la parte inferior de su cuerpo al descubierto. Sintió la mirada de Nacho sobre su sexo, no menos ávida que la de su hermana. Durante unos segundos tomó consciencia de los sentimientos que despertaba en ambos. Tumbada sobre la cama, vestida con un traje de novia, descalza, la falda levantada, con medias blancas y liguero a juego, sin bragas y con las piernas completamente abiertas, mostrando sin pudor, aunque no por su propia voluntad, su mayor intimidad para que un hombre y una mujer, su propia hermana, lo miraran e hicieran con ella lo que quisieran. Si hubiera podido sonreír, de estar en otra situación, lo hubiera hecho, puesto que no podía dejar de pensar que ella misma hubiera podido sentirse excitada de esa visión.
Todavía estaba inmersa en sus pensamientos cuando notó el húmedo calor de una lengua sobre su sexo. Los primeros movimientos le parecieron de tanteo, como si intentaran encontrar un camino entre la no demasiado abundante mata de pelo rubio que cubría su sexo. Dos días antes de la boda se había entretenido depilando todas las partes de su cuerpo, poniendo especial interés en las zonas más íntimas, esperando que su futuro marido se diera cuenta del buen trabajo que había realizado pensando en él. Ahora era su hermana la que disfrutaba de su previsión. Encontrado ya el camino hacia el interior de su sexo, ayudada por las dos manos a mantener abierto el corredor entre la mata de pelo, la lengua de Laura comenzó su gratificante trabajo. A pesar de odiar a muerte a Nacho y a su hermana por obligarla a hacer aquello, las continuas caricias sobre su clítoris y sobre las paredes de su vagina comenzaban a excitarla realmente. Intentaba ignorar el placer que le causaban los sabios y expertos movimientos de su hermana, pero no podía evitarlos. Sabía que no era la hipnosis la que causaba aquel reconfortante calorcillo que comenzaba a ascender por todo su cuerpo desde su clítoris. Y eso era precisamente lo que más la molestaba. A pesar de haber sido obligada, hipnotizada, medio raptada y casi violada, sentía placer por todo aquello. Sintió asco hacia sí misma, pero lo ignoró cuando notó la proximidad del orgasmo.
Laura sabía que su hermana estaba disfrutando. Podía oírlo en sus gemidos, notarlo en los movimientos de su cuerpo e intuirlo en sus ojos cerrados como solo una mujer puede hacer. Sabía que Nacho las estaba mirando y que disfrutaría del placer que le estaba provocando a su hermana. Disfrutaría cuando ella se corriera, cuando gimiera de placer y se descompusiera sabiendo que el orgasmo no había sido causa de la hipnosis. Y disfrutaría aún más por el hecho de que Eva se odiaría a sí misma por hacer disfrutado en aquella situación. Incrementó la fuerza y la velocidad de los movimientos de su lengua sobre el clítoris de su hermana para forzarla a alcanzar el clímax.
Nacho disfrutaba, en efecto, de aquel espectáculo. Había una mujer sobre la cama, vestida de novia y desnuda de cintura para abajo que estaba a punto de llegar al orgasmo, y había otra mujer, vestida con excitante lencería negra que era la que estaba causando su placer. Desde donde él estaba sentado apenas apreciaba más que el hermoso trasero de Laura moviéndose insinuante ante sus ojos. A pesar de tener puestos los cinco sentidos en dar placer a su hermana, Laura todavía conservaba la imaginación suficiente como para mover su culo excitantemente ante Nacho, sabiendo que como su propio cuerpo le impedía la clara visión del sexo de su hermana debía de poder disfrutar de algo mientras escuchaba los gemidos de Eva.
Y así era, efectivamente. Disfrutando de todo aquel espectáculo, Nacho utilizaba una de sus manos para masturbarse lentamente mientras escuchaba los gemidos de Eva y contemplaba sus piernas cubiertas por las medias blancas, el trasero casi desnudo de Laura y sus hermosas piernas, también cubiertas por la suave oscuridad de las medias.
La explosión del placer de Eva no les llegó de sorpresa a ninguno. Mientras su cuerpo se estremecía una y otra vez, la lengua de Laura no dejaba de entrometerse en aquel orgasmo, intentando prolongarlo lo más posible. La velocidad con que Nacho se estaba masturbando aumentó el ritmo mientras los gemidos de Eva resonaban por la habitación, y esta, intentando reprimirlos, no podía dejar de odiarse a sí misma por estar disfrutando del mejor orgasmo de toda su vida.
Con el rostro orgulloso de su hazaña y cubierto por el orgasmo de su hermana, Laura miró a Nacho, cuyos movimientos sobre su pene habían vuelto a la monotonía del que quiere darse placer aunque sin querer alcanzar todavía el clímax. A pesar de notar pequeñas gotas del orgasmo de su hermana corriendo por su cara, no se los limpió, sabiendo que su visión acrecentaría el placer de su amo.
– ¿Puedo desnudarla ya, amo?
– Si. Quiero verla sin ese vestido de novia.
Dirigió una mirada de triunfó hacia su hermana. Eva no podía llorar porque Laura se lo había prohibido. Sabía lo que iba a hacer a continuación, y a pesar de no querer hacerlo, comenzó a desabrochar los pequeños enganches que mantenían el vestido sujeto. Ni siquiera esperó la orden de su hermana. Ya no tenía miedo de ellos. Ya apenas les odiaba. Seguía sintiendo temor, pero en esta ocasión era hacia sus propios sentimientos. Quería más. ¡Dios! Había sentido el mejor orgasmo de su vida y quería más. Sabía que si seguía todas las órdenes podría sentir más, y a pesar del momentáneo asco que sintió hacia sí misma, decidió acallar su conciencia y colaborar en lo posible. De cualquier forma ellos iban a lograr lo que querían. Tal vez, y solo tal vez, si ella colaboraba lograría disfrutar un poco más.
Una vez acabó con los enganches, se levantó. Con la ayuda de Laura, deslizó el vestido por encima de su cabeza y lo tiró al suelo. Todo su cuerpo quedó al descubierto. Su sujetador blanco era semitransparente y muy excitante, a juego con las bragas que ahora reposaban en el regazo de Nacho.
– Colocaros las dos juntas, una al lado de la otra. Quiero comparar vuestros cuerpos.
Complaciendo a su amo, Laura se colocó rápidamente frente a Nacho y junto a Eva. Esta hizo lo mismo, aunque con menos celeridad que su hermana.
– Laura, dame tus bragas.
Sin dejar de mirar el rostro de Nacho, haciendo de cada uno de sus movimientos una clara insinuación, Laura deslizó sus manos sobre sus bragas y las empujó hacia abajo disfrutando de cada segundo. Levantó una pierna y la sacó del agujero de las bragas. Después levantó la otra pierna y repitió la operación. No tuvo prisa en hacerlo en ninguna de las dos ocasiones. Sabía que a Nacho le gustaba ver desvestirse a una mujer y quería convertir cualquier simple acto en un íntimo strip-tease para su placer. Una vez tuvo las bragas en su mano, se las dio a Nacho. Sin mirarlas, éste las estrujó con su mano un par de veces antes de dejarlas sobre su regazo, junto a las de Eva.
Ahora las dos mujeres estaban igual. Las dos llevaban tan solo el sujetador, las medias y el liguero. El contraste era verdaderamente excitante. Laura era morena, muy morena. Su ropa interior era completamente negra, al igual que el pelo de su pubis. Por contra, Eva era rubia, aunque sin ser una explosiva rubia platino. Su sujetador era blanco, como el liguero y las medias. Las dos tenían mas o menos la misma estatura, pero Laura tenía los pechos sensiblemente más grandes que Eva. Las piernas eran hermosas en los dos casos, largas y sensuales. Ambas se habían depilado el pubis. Eva para la boda, y Laura lo cuidaba intensamente desde que cayó bajo la influencia de Nacho.
Nacho no dejaba de masturbarse, pero notó un cierto dolor en su órgano con la visión de aquellas dos hermosas mujeres ante él. Dos cuerpos para el pecado dispuestos a cumplir todos sus deseos, todas sus órdenes, todos sus caprichos.
– ¡El sujetador!
Ninguna de las dos dudó en esta ocasión. Ambas movieron rápidamente sus manos hacia sus espaldas para abrir los cierres. Eva fue más rápida. No pretendía excitar a Nacho, sino simplemente seguir su orden. Laura alargó más el momento, cubriendo incluso durante un instante sus pechos con los brazos, mientras se quitaba la prenda. Toda la operación la realizó mirando fijamente los ojos de Nacho, intentando apreciar si sus movimientos le gustaban.
Finalmente Nacho pudo apreciar la sensible diferencia entre los abundantes pechos de Laura y los mas pequeños aunque respingones de Eva. La verdad es que los pechos de Eva no podían considerarse realmente pequeños. Vista ella sola, o comparada con muchas otras mujeres, sus pechos tenían un tamaño normal, incluso un poco grandes, pero comparados con la enorme masa de carne de su hermana quedaban empequeñecidos.
Mientras ambas mujeres se disputaban las miradas de Nacho, este se levantó y comenzó a quitarse la ropa. Comenzó con la camisa, dejando al descubierto su torso, que fue inundado de inmediato por el deseo en la mirada de Laura. Siguió con los pantalones, que ya tenía desabrochados. Finalmente quedó completamente desnudo. Miró primero a Laura, que le devolvió la mirada ofreciéndole al mismo tiempo su alma. Después miró a Eva. Por primera vez en toda la noche, Eva también le devolvió la mirada, pero en esta ocasión no había temor en ella. Ni siquiera odio. Era una mirada desafiante. El deseo la había introducido en el juego, y quería demostrar que no era menos que Laura, y que ella también era capaz de ofrecer placer.
La firme convicción de su mirada la permitió ganar aquel asalto.
– Eva, sobre la cama, a cuatro patas.
Sin dudar, sin rechistar, sin planteárselo dos veces, Eva dio media vuelta y se colocó en la posición exigida. Laura se tumbó a su lado, con el rostro cerca de su sexo, dispuesta a disfrutar del espectáculo.
Nacho subió encima de la cama y se colocó de rodillas. La visión del excitante trasero de Eva estuvo a punto de producirle un orgasmo, que con todas sus fuerzas se obligó a reprimir.
– Laura, ponte a su lado
La orden fue inmediatamente cumplida por su apasionada esclava. Disputándose un pequeño hueco en la cama junto a su hermana, dispuso su cuerpo junto al suyo, también a cuatro patas, aunque cuando estuvo colocada, bajó al máximo sus brazos y su cabeza, adoptando una posición de mayor sumisión aún si cabía. Aquello casi fue demasiado para Nacho. Además del hermoso cuerpo de Eva tenía a su disposición a su más sumisa esclava. Laura, que consciente de la enorme excitación que su cuerpo era capaz de ofrecer en aquella postura, intentaba elevar al máximo posible su trasero. También era consciente de que su sexo quedaba totalmente a merced de su amo, puesto que la mayor altitud alcanzada por la parte trasera de su cuerpo otorgaba una excelente visión tanto de su culo como de su pubis. Dispuesta a ganar la batalla por los favores de Nacho, aplicaba a sus movimientos una indecencia que tal vez no conocieran ni las más profesionales entre las prostitutas del mundo.
La mayor experiencia de Laura en el arte de la seducción de su amo hizo que Nacho decidiera cambiar su primera intención de penetrar a Eva en detrimento de su hermana.
Cogiéndola por las caderas, introdujo su excitado órgano en el interior del cuerpo de Laura, que demostró un claro estremecimiento de placer al sentir en sus entrañas el preciado órgano de su amo. Casi al instante, Laura alcanzó su primer orgasmo de la noche. Desde que Nacho la convirtiera en su esclava, Laura era capaz de alcanzar multitud de orgasmos en pocos minutos. A pesar de estar disfrutando del placer máximo que una mujer es capaz de alcanzar, su cuerpo no dejaba de moverse al ritmo de los movimientos de Nacho, intentando procurarle placer, en detrimento del suyo propio. Una de las manos de Nacho se deslizó desde su cadera hasta sus pechos, amasándolos y apretujándolos con muy poco interés en que ella disfrutara. Pero el efecto que Laura recibía no era más que placer y más placer. Cualquier contacto de Nacho con sus partes más sensibles la llevaba una y otra vez al clímax. Todavía con los residuos del primer orgasmo en su cerebro, el poco delicado masaje de sus pechos la condujo inevitablemente al segundo. Nacho lo sabía, porque así la había programado durante las interminables sesiones de hipnosis. Sabía que cualquier cosa que él hiciera tendría como resultado el placer de ella, y que dicho placer no hacía más que excitarla cada vez más.
Pero también sabía que su propia potencia sexual era limitada. Casi al borde del orgasmo, extrajo su órgano del cuerpo de Laura sin aviso, produciéndole a su vez el tercer orgasmo y haciendo que se desplomara sobre la cama para disfrutar de él, ya sin la necesidad de reprimir su placer para facilitar el de su amo.
Nacho quería correrse dentro del cuerpo de Eva, y por ello se deslizó sobre la cama para introducir cómodamente su pene por el agujero que su otra esclava también dejaba al descubierto. El interior de la vagina de Eva era más estrecho que el de su hermana, produciéndole un enorme placer tanto a él como a ella, que comenzaba a mover su cuerpo sin demasiadas inhibiciones.
– Muévete, hermanita. Muévete y haz disfrutar a nuestro amo
Si quedaba algún resto de decencia o de dudas en la mente de Eva, las incitantes palabras de su hermana habían acabado con ellos. En respuesta a las órdenes de Laura, su cuerpo comenzó a estremecerse aún con más fuerza mientras sentía los rítmicos embates de Nacho sobre ella. Inducida por la hipnótica influencia de la voz de Laura, su principal deseo era el de hacer disfrutar a Nacho del encuentro amoroso, pero a pesar de ello, y siempre sin dejar de mover su cuerpo para producir placer más que para recibirlo, sus ansias de recibir más y más placer se estaban cumpliendo sin restricciones. Jamás hubiera podido creer que hacer el amor con Nacho fuera una experiencia tan maravillosa. Se sentía liberada de todas las ataduras terrestres, de su pasado, de su futuro, e incluso de su propio y recién estrenado marido. Tal vez si hubiera llegado a hacer el amor con Nacho cuando eran novios jamás le hubiera dejado, y jamás hubieran llegado a este momento.
Pero de repente todos sus pensamientos dejaron de tener sentido. Un estremecedor fogonazo de placer inundó su mente justo en el instante en que sintió el fruto del orgasmo de Nacho invadir sus entrañas. Con cada uno de los últimos estertores del clímax de Nacho, su propio cuerpo se vio invadido por un extremo placer no alcanzado jamás anteriormente, ni siguiera por el causado por su hermana pocos minutos antes. Su conocimiento del mundo del sexo y del placer había sido muy limitado hasta esos momentos. Breves escarceos amorosos con diversos hombres, y algunas pocas ocasiones con su actual marido antes de la boda no la habían preparado para el mundo que Nacho y su hermana le habían hecho descubrir. Se desplomó sin fuerzas sobre la cama, notando como el pene de Nacho resbalaba fuera de su vagina. Con los ojos entreabiertos, comprobó como aquel mágico músculo se encogía por momentos y alcanzaba una flacidez imposible de adivinar pocos segundos antes. Sin tiempo a que el órgano acabara de volver a su posición habitual, Laura se abalanzó sobre él, y con un enorme cariño solo comparable con el que las madres proporcionan a sus hijos, lo introdujo en su boca para limpiar con su lengua los restos delatores del placer del que pocos segundos antes había sido testigo.
Desnuda, indefensa sobre la cama, Eva comprobó como Laura y Nacho se fundían en un abrazo que poco tenía que ver con el amor convencional. No pudo entender las palabras que él susurró al oído de su hermana. Al cabo de un momento, sintió la fría mirada de Laura sobre sus ojos, y comprobó como sus labios se abrían y cerraban diciendo algo que no llegó a entender, porque la oscuridad invadió su mente y el sueño la venció sin condiciones.
Sus ojos se abrieron lentamente sin comprender del todo lo que ocurría ni donde se encontraba. Su hermana Laura estaba junto a ella, en lo que al parecer era la habitación del hotel. Su recién estrenado esposo también se encontraba allí, y sus padres y algunos de los invitados.
– ¿Ya te encuentras mejor, querida?
La preocupación latente en las palabras de su marido la desconcertaron durante un instante.
– Menos mal que no ha sido nada – esta vez era Laura la que hablaba – Cuando la he visto desplomarse al suelo desmayada creía que me moría del susto.
Aquello era cada vez más confuso.
– ¿Que me ha ocurrido? – pudo decir al fin
– Te has desmayado, querida. Habías venido a la habitación con Laura y por lo visto el cansancio de todo el día ha podido contigo y te has desmayado. Laura ha venido corriendo a buscar ayuda, pero no ha sido nada grave. Gracias a Dios ya te has recuperado.
Confusa, Eva se miró a sí misma. Estaba completamente vestida, a excepción de los zapatos, y tumbada sobre la cama. No recordaba nada desde el momento en que había entrado en la habitación. Sentía un inmenso vació negro en su mente y un penetrante dolor de cabeza cuando intentaba recordar lo ocurrido durante esos momentos. Tenían razón. Probablemente el vacío en su memoria había sido debido a un desmayo. El cansancio de todo el día la había dejado agotada.
– Estoy bien. Dejad de preocuparos y volvamos a la fiesta. Mañana me encontraré perfectamente, cuando haya descansado un poco.
– Tiene razón. Dejadla descansar y que corra un poco el aire por la habitación. Dejad de agobiarla y volved a la fiesta. Ahora mismo bajaremos nosotras.
Laura comenzó a echar a gente de la habitación.
– Me quedaré contigo – dijo con preocupación el amante esposo
– Ni hablar. Eva estará bien dentro de quince o veinte minutos, así que vete abajo con tus invitados, y nosotras bajaremos dentro de un rato. Haz caso a tu cuñada y verás como toda va bien.
Refunfuñando, todos se fueron de la habitación dejando solas a las dos hermanas.
– Creo que he tenido una pesadilla durante mi desmayo. Me encuentro increíblemente agotada y estoy toda sudada. Y este maldito liguero…
Sus ojos se abrieron como platos mientras intentaba colocarse el liguero en el sitio.
– ¡Laura! ¡Mis bragas!
Miró a su hermana con una pregunta en sus ojos.
– ¡No llevo las bragas!
– Un pequeño descuido que deberemos de solucionar cuando vuelvas a despertar, hermanita.
Eva la miraba desconcertada mientras la veía meter su mano bajo la cama y sacar sus hermosas bragas blancas.
– ¿Como…?
– No te preocupes por nada, hermanita. Solo cierra los ojos y descansa un rato.
– Pero…
– Duerme, hermanita… duerme…
** FIN **