CAPITULO 1: LA PRESENTACION.
Me llamo Ricardo, tengo 35 y soy Ingeniero Industrial, Director Técnico de una Empresa, soltero y sin compromiso y con fama de mujeriego: Un «soltero de oro» según algunos.
Conocí a Miriam aparentemente por casualidad.
Estaba yo en el «stand» de uno de mis principales proveedores en uno de tantos salones monográficos que se organizan en la Feria de Muestras de Barcelona, ciudad en la que vivo, hablando con su Director Comercial cuando apareció ella.
Sin parar en mi presencia y con unos modales diría yo poco corteses se dirigió a mi interlocutor: – ¡Hombre, por fin te encuentro!.
Contigo quería yo hablar.
El aludido quedó sorprendido por la brusca irrupción, pero reaccionó de manera inmediata.
– Hola, ¿cómo estás?.
Permitirme que os presente -.
Dijo dirigiéndose a mi y tratando de salvar la situación.
– Ricardo Carrera,… Miriam Zaneti, una de mis mejores clientes -.
Nos estrechamos la mano cortésmente, mientras nos escrutábamos con la mirada.
Traje de chaqueta oscuro, zapatos de medio tacón, portafolios de piel con correa de bandolera y el catálogo del certamen en la mano.
Debía ser algo mayor que yo, cara alargada con pómulos prominentes y tez morena de rayos UVA levemente maquillada, media melena negro intenso y unos ojos castaño oscuro que atraían por la profundidad de su mirada.
Bajo la chaqueta se adivinaban unos pechos pequeños, pero redondos y firmes, y la falda marcaba una cadera y un culo que haría las delicias de cualquier hombre.
Alta y esbelta, pero sin esa delgadez exagerada tan de moda, y bajo la falta de veían unas piernas largas y bien torneadas.
Nuestro anfitrión nos hizo pasar a la parte reservada del «stand», donde nos sentamos uno frente al otro en una mesa redonda.
Estábamos tomando una copa y hablando los tres sobre economía, política, etc.
, cuando entró un empleado que pidió a su jefe si podía salir un momento.
Se disculpó y nos dejo solos, uno frente al otro.
Ella hizo un gesto muy femenino, agachándose para quitarse los zapatos y diciendo: – Este calzado me va a matar -.
De repente sentí su pie en la entrepierna, sobre mi sexo, bajo la mesa.
– Compruebo que tienes instrumentos suficientes para penetrar en el mercado -.
Dijo sonriendo, mientras me frotaba sobre el pantalón y mi verga comenzaba a reaccionar y a endurecerse.
– Además se nota que la reacción es rápida y que la capacidad de expansión es muy buena -.
Añadió sin inmutarse.
No esta bien que lo diga yo, pero me considero bien parecido y atractivo para las mujeres, hasta el punto que llevo una vida sexual muy activa a pesar de mi soltería y la falta de pareja estable.
Pero jamás antes me había visto en una situación como aquella.
El contacto de aquel pie, sus frases de doble sentido y el morbo que me producía la posibilidad de ser descubiertos en tal situación, me estaba poniendo muy caliente.
Bruscamente retiró el pie, y me pasó un papel diciéndome.
– Te espero a las 8 en mi hotel.
Creo que podremos hacer negocios juntos -.
Se levanto, se calzó y se marchó sin esperar a nuestro anfitrión.
En el papel estaba la dirección de su hotel y el número de la habitación.
Continuará