Cada año viajábamos en las Vacaciones al norte, hacia la frontera con Estados Unidos, donde mi familia materna vivía. Era todo un ritual el saludar a todos: Los abuelos, los Tíos y Tías, los Primos, a los amigos de allá, etcétera. Total que acabábamos metidos hasta 40 familiares en la casa de los Abuelos.
Como era de esperarse, los primos dormíamos en la misma recámara, niños y niñas; mientras que los adultos se repartían en el resto de la casa. Yo esperaba con ansia el ver a mis primos y primas, que en ese tiempo sólo éramos 5 de la primer camada de niños. Lalito, Raulito y Yo, Tita y Anita, las niñas. Yo tenía 11 años, era el mayor, me seguía Lalito con unos meses menos y Raulito con un año menos. Tita tenía 9 y Anita 8. Éramos los “5 ratones en la cocina…” Y como también era de suponerse, cada quién tenía su propia idea de diversión.
Pero una mañana, Raulito y yo nos fuimos a su casa, que quedaba a tres cuadras de la casa de los Abuelos. Y ya solo en su cuarto, nos pusimos a platicar de varias cosas, entre ellas de que si ya teníamos novias, yo ya tenía una lista de varias “novias” y él llevaba sólo una. Entonces me preguntó su a mí me “daba el Ah-Ah” cuando hacía pipí.
-¿Qué es eso del “Ah-Ah”? -Pos sí, que le da el Ah-Ah a uno y se siente rico en la pirringa…
-Ah, no sé de eso…- Todavía yo era un inocente pendejito.
Así Raulito me iba a mostrar qué era eso del “Ah-Ah”, primero cerró muy bien la puetra de su cuarto y se bajó el pantaloncillo, pude ver sus huevecitos blancos y diminutos y un penecito infantil con todo y prepucio. Y comenzó a puñetearse febrilmente, al cabo de un par de minutos, puso cara de limón agrio y se sonrojó, y con los labios en beso dijo: -¡Ahhh ahhh! ¡Uhhhhh! Se siente rico… ¡Ahhh! Pero no le salió nada de la puntita. Y yo me quedé más intrigado que antes. ¿Qué era eso del “Ah-Ah”?
Toda la tarde la plática entre juegos fue sobre lo del “Ah-Ah” entre Lalito, Rauilito y Yo. Todo entre primos, pero no pasó a más.
Al otro día, volvimos Rauilito y Yo a su casa y nos encerramos en el baño. Ahora sí, nos quitamos los pantalones y él comenzó a enseñarme con su ejemplo, cómo masturbarme. Me concentré tanto viéndolo, que me olvide de mi erección por un buen momento, pero algo comenzaba a sucederme en mi verga, porque cada caricia que me daba, la comenzaba a sentir diferente a simplemente tocarme el pizarrín. Mientras Rauilito se puñeteaba sin descanso, era un verdadero experto, porque en la velocidad que llevaba de cada jalada y jalada, bien podría habérsela arrancado. Yo estaba sentado en la taza del baño y él parado frente a mí, por lo bajito que era, su pene no me quedaba a la altura de la cara sino un poco más abajo, pero bien claro que quedaba que Raulito disfrutaba como loco el andarse sacudiendo la diminuta verga frente a mí. En un momento me dijo: -Ya viene… ya casi… Voltéate…
Sin pensarlo nada, le obedecí –en mi familia siempre fuimos muy obedientes- y cuando comenzó a gemir y a temblar, Raulito me ensartó de un solo golpe su infantil hombría en el culo, me agarró las nalgas con ambas manos y empujaba todo lo que podía dentro de mi ano, gimiendo con un gusto tremendo. Yo, en realidad estaba muy excitado pero sin saber en realidad qué pasaba. Sentía delicioso un intruso duro pero a la vez delicado en mi ano, como cuando me rascaba con mis dedos, pero era mas suave y placentero… Pero no lograba comprender porqué Raulito se recostaba en mi espalda y me besaba hasta donde podía alcanzar mi cuello. Me lamía la espalda y me acariciaba las nalgas con mucha ternura pero de vez en cuando me pellizcaba y me daba palmaditas.
Cuando me sacó su pichita, él estaba sudoroso y colorado de la cara y las orejas. Me dijo que era mi turno… pero, yo no sabía qué hacer. Así que me dijo que tenía qué pajearmela como él lo había hecho, pero cuando me fuera a sentir que ya venía el “Ah-Ah” se la pusiera en su culo como él me la había puesto. Me pareció justo, al fín y al cabo el había sentido el “Ah-Ah” y yo todavía no sabia nada de nada.
Comencé a acariciarme la verga, pero creo que mi habilidad no dejaba satisfecho a Rauilito porque él mismo me dijo que lo estaba haciendo mal, me sentó a su lado en la taza, pasó su brazo derecho por detrás de mí y alcanzó mi verga, ya para ese entonces tenía algunos pelos y de paso mis huevos comenzaban a crecer de manera notoria, el tronco de la verga ya empezaba a verse menos niño y más hombre… Pero al contacto de una mano extraña, me respingó tremendamente, se puso dura y cada vez más grande…Rauilito se maravilló de lo “grande”que estaba, claro comparado con la suya, y comenzó a pajearmela igual que lo acostumbraba él: Rapidísimo y sin compasión… Lo cual me dolió y me acabó el placer que comenzaba a sentir…
-¡Toc! ¡Toc! ¿Niños están allí? Apúrense a terminar porque ya vamos a comer con sus Abuelos… –La ventaja nuestra fue que en casa era aceptado que fueran al baño juntos los niños o las niñas, porque también de vez en cuando nos bañaban juntos.- ¡Apúrense!
Y nos vestimos de prisa.
Pasó otro día, y por la tarde de un Viernes, por la ventana del baño de mi abuela, mis primos me preguntaban si ya me llegaba el “Ah-Ah” o qué, así que yo, sentado en la tasa del baño, con público en la ventana del baño, comencé a hacerme la primera puñeta de mi vida, para ver qué pasaba.
Con mi mano derecha tomé mi trocito de carne dormida, le bajé el prepucio con cuidado y comencé a acariciarlo con suavidad, mientras que los ojos de mis dos primos me miraban como platos desde la ventana. Mientras me acariciaba suave pero continuamente, mi verga fue despertando y creciendo, hasta alcanzar su tamaño de entonces, con el puño desde la raí del tronco, sobresalía casi un tercio de mi verga fuera de él, y mis primos envidiaban mi tamaño. Arriba y abajo, arriba y abajo, mi puño subía y bajaba con suavidad y delicia, Raulito me gritó “¡ ¿Qué nunca vas a acabar?!” pero mi sonrisa torcida por el placer le respondió que faltaba poco tiempo… Arriba y abajo, con más velocidad, con más seguridad de que las sensaciones me estaban llevando a algo delicioso, más placentero que lo que había sentido hasta entonces. Con una sensación como de un hipo delicioso en los huevos, algo me anunciaba que llegaba mi venida, el culo se me comenzó a contraer suevemente y entonces un chorro! de leche me salpicó la cara, de manera increíble, mis primos me miraban desde la ventana y me decían que “¿Cómo es posible que ya tengas leche y nosotros no?”, pero eso no me importó en lo más mínimo, con la leche en la nariz, la boca y el pecho, yo estaba gustoso y sonriendo, feliz de haber descubierto ese “Solitario” placer, en la compañía y tutorial de mis primos…
Al día siguiente, fue el turno de Lalito, nos metimos los tres a bañar y mientras nos “bañábamos” pusimos a Lalito en la tasa a pajearsela como lo había visto de mi y de Raulito en otras veces, su venida fue muy aburrida: Se la estaba pajeando duro, fuerte y con mucho rigor, arriba y abajo, duro que dale, y en un momento, quizá en los 4 minutos de jale y jale, un chorrito de leche le salió de la punta de su verga el cual no voló como el mío, sino que le quedó en el puño y Lalito nos volteó a ver con cara de asco y de “no saber nada”… Nosotros nos reíamos de él. Fue como que ver lo idiota que en realidad era en ese momento, porque nos dijo después que no le había gustado nada ni que había sentido nada…
Ahora sí, estaba muy dispuesto a masturbarme y en el momento de que me viniera la leche, ensartar a Raulito en mi verga… Y en la noche de la víspera del viaje de regreso a nuestra ciudad, Rauilito y yo dormimos en su cuarto, como buenos primos, en la misma cama. Una vez que estábamos acostados no nos podíamos dormir. De hecho, nos dimos cuenta que todos se habían dormido porque los ronquidos de toda la familia se escuchaban al igual que nuestros latidos del corazón… Teníamos una emoción tremenda…